28 ene 2015

EL COMPROMISO DE CASPE (I)

Martín el Humano no tomó una decisión tajante en el problema que se derivaría a su muerte, al haber desaparecido poco antes Martín el Joven en tierras de Cerdeña. Aunque en principio llegó a pensar en la posible legitimación de un bastardo de éste, Federico de Sicilia, tal idea no encontró ningún eco. El nuevo matrimonio de El Humano con Margarita de Prades no dio ningún fruto. En los últimos momentos, Jaime de Urgel fue nombrado por el monarca lugarteniente y cogobernador general de Aragón. Para este personaje tales cargos podían ser una excelente plataforma de partida en sus aspiraciones al trono. Sin embargo, la opinión de los estados de la Corona de Aragón estaba sumamente dividida y se polarizó en torno a una serie de familias convertidas en cabezas de las oligarquías locales. Ello dificultaría lógicamente cualquier intento de solución pacífica en la cuestión sucesoria.
Se ha jugado con la hipótesis -escasamente fundamentada- de que Martín el Humano hizo en su lecho de muerte una declaración en la que asentía para que fuera elegido como sucesor "aquel que por justicia deba serlo". En todo caso esta decisión, de haber sido cierta, habría sido arrancada por un grupo de notables, representantes del patriciado urbano barcelonés, enemigos del de Urgel y sus posturas prenobiliarias.
Cuando murió Martín, el General de Cataluña nombró una comisión de doce miembros, encargada de velar por el orden y mantener la cohesión de la unidad mediterránea alcanzada. Igualmente solicitaron de valencianos y aragoneses que cesaran en sus disputas. El Parlamento de Cataluña, superada esta situación, recibió en octubre de 1410 a representantes de Alfonso de Gandía, Luis Calabria (nieto de Juan I), Jaime de Urgel (descendiente por línea directa masculina del tronco real del "Casal de Barcelona") y Fernando el de Antequera. El de Urgel y el de Calabria parecían ser, de momento, los dos personajes con más posibilidades de acceder a la herencia de Martín el Humano.
A fin de que se llevara a cabo la reunión de un Parlamento General que solventase el problema, los catalanes consiguieron que los aragoneses reunieran un parlamento propio en Calatayud, como primer paso. Apenase se progresó en él, dada la cerrada postura de García Fernández de Heredia, arzobispo de Zaragoza y firme partidario de Luis de Calabria. El asesinato del prelado por secuades del urgelista Antón de Luna fue decisivo. El calabrés vio su causa debilitada, pero Jaime de Urgel, aparentemente cómplice de los asesinos, tampoco vio que su popularidad aumentase, dadas las circunstancias.
La pugna de bandos se recrudecía en las ciudades. Fernando el de Antequera permanecía en reserva en la frontera. Al final enviará socorros para apoyar a las facciones de los Urrea aragoneses y Centcelles valencianos. Cataluña se mantenía dentro de una relativa paz. En Aragón y Valencia, por el contrario, la inestable situación haría difícil la reunión de un Parlamento común. En Aragón se reunieron dos (uno en Alcañiz y otro en Mequinenza) y en Valencia igual (Vinaroz y Trahiguera), aunque representativos cada uno de ellos de una facción. Sin embargo, el de Alcañiz será quien acabe teniendo más prestigio por contar con el apoyo de la Iglesia, que fulminó con la excomunión a los de Mequinenza, cuyo principal portavoz era Antón de Luna.
En definitiva, la intervención pontificia iba a ser decisiva desde el momento en que Benedicto XIII proponía como solución para liquidar la cuestión sucesoria la designación de compromisarios entre personas de "ciertos hombres temerosos de Dios, que sepan los derechos y leyes de sus reinos y aún la cosa pública de aquellos". La irresolución de Cataluña y el triunfo de los Centcelles sobre los Vilaragut, con el apoyo de fuerzas castellanas, colocarán al infante don Fernando en primer plano.

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