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3 feb 2014

EL IMPERIALISMO CARTAGINÉS (2)

Queda claro que el poderío cartaginés se basaba en las riquezas que les proporcionaba el comercio. Su dominio se limitaba, en general, a un rosario de establecimientos costeros que únicamente se extendían tierra adentro cuando así lo imponían las exigencias del comercio mismo. Y esto fue lo que ocurrió a partir del siglo VI a. de C.: la competencia económica que ofrecían los griegos en el Mediterráneo occidental hizo que Cartago empuñase las armas para defender por la fuerza sus intereses comerciales. Recordemos los conflictos que dieron al traste con el reino tartésico e hicieron posible el dominio cartaginés en la zona libio-fenicia que se extendía al sur de Andalucía; o los que enzarzaron a cartagineses y sicilianos en las interminables luchas que mantuvieron durante décadas.
No creamos, sin embargo, que Cartago era la única potencia comercial. La agricultura tenía dentro de su economía una excepcional importancia. En la fértil llanura que riega el río Bagrad, junto a cuya desembocadura se hallaba Cartago, los millonarios cartagineses poseían grandes latifundios cultivados con métodos avanzadísimos para la época que denotaban un alto grado de racionalización. Los 28 libros de agricultura en los que el escritor Magón los había compilado fueron, en su época, el non plus ultra de la ciencia agronómica. El Senado romano, tan pronto tuvo conocimiento de ellos, ordenó que fuesen traducidos a la lengua latina, y hay que reconocer que los romanos fueron capaces de añadir mucho más a lo que ya habían hecho los cartagineses.
La tierra era trabajada por esclavos, reclutados entre la población libia, que vivía sometida a los señores cartagineses como en la Edad Media europea lo estaban los siervos de la gleba con respecto a los señores feudales. El poder económico y, en consecuencia, el político, estaba, pues, en manos de un pequeño grupo de ricos terratenientes, influyentes comerciantes y poderosos industriales. Estos tres sectores eran los que conformaban la aristocracia dominante, la cual se hallaba a su vez dividida en dos grandes partidos. En primer lugar estaba el partido agrario de los terratenientes, partidarios de convertir Cartago en una potencia continental a base de extender su poderío por el territorio africano. Al mismo tiempo eran adversarios de la política de expansión ultramarina, propugnada precisamente por el partido de comerciantes e industriales.
El alma de cada uno de estos partidos la constituían unas cuantas familias que eran las que realmente gobernaban el país a su voluntad, ocultas tras las "bambalinas" de unas instituciones formalmente tan republicanas como las de Roma. A la Asamblea Popular, formada por la población libre cartaginesa, le incumbía decidir en cuestiones supremas del estado; pero de hecho solamente intervenía cuando los círculos dirigents no conseguían llegar a un acuerdo entre sí. Era enconces cuando la Asamblea inclinaba la balanza del lado de aquellos que compraban su voto al más alto precio. La corrupción estaba, pues, a la odendel día, y hay que reconocer que la asamblea popular (ahora en minúsculas, pues hemos descubierto su funcionamiento), a pesar de ser la de un pueblo de comerciantes, llevaba demasiado lejos su espíritu mercantil.
Los movimientos democráticos jamás tuvieron una fuerza decisiva en el gobierno de Cartago. La causa principal radicaba en la ausencia de una clase media de artesanos, pequeños comerciantes o pequeños propietarios agrícolas que contrapesasen las fuerzas de los grandes grupos de presión (que hoy llamaríamos lobbies).
Además de la asamblea, había un Senado compuesto por 300 miembros, todos ellos vitalicios, que constituían el supremo órgano legislativo y que asumía las funciones de elegir periódicamente los magistrados a quienes confiar las tareas normales de la administración. Anualmente se elegían dos altos magistrados, llamados jueces o sufetas, que eran los jefes supremos del ejecutivo, a quienes, además, se encomendaba el alto mando del ejército y de la flota en tiempos de guerra.

Para saber más puedes leer HISTORIA ANTIGUA DE LAS ESPAÑAS siguiendo este ENLACE (zona euro) o este otro ENLACE (resto del Mundo)

16 ene 2014

MITOS EN LA CUNA DE TARTESSOS

Estrabón, hablando de Tartessos, decía que conservaban sus gentes "anales escritos y poemas e incluso leyendas en verso". Luego añadía una frase que unos han leído "de 6000 versos" y otros "de 6000 años", versión esta última que llevaría demasiado lejos el origen de la cultura tartésica. De todos modos, los habitantes de la regiónen época romana, herederos de Tartessos, se jactaban de poseer una cultura antiquísima. Posiblemente habrá que buscar sus raíces en la cultura neo-eneolítica, en aquellos tiempos en que las gentes megalíticas ocuparon la Península e hicieron florecer en ella la expansiva cultura del vaso campaniforme y una sociedad en la que aparecieron opulentos señores, dueños de ganados y campos, para los que se construyeron grandes mausoleos megalíticos. El influjo almeriense puso también en sus manos las minas de cobre y, posteriormente, el estaño, traído en sus naves desde las lejanas costas del Atlántico Norte. Con ello se esbozan los condicionantes que permitirían, en presencia de los fenicios, la aparición del "Imperio Tartésico".
Sobre el origen mismo corrían diversos relatos referentes a sus reyes. Parte de ellos pertenecen claramente al mundo de la leyenda, otros al de la Historia, la mayoría al de "lo desconocido".
Como a todas las monarquías mediterráneas, también a la tartésica se le atribuía un origen divino. La más antigua de estas dinastías míticas era la de Gerión, de la que se habla en la literatura griega a partir del siglo VII a. de C., y cuya genealogía, según la GERIONEIA, poema del siciliano Estesícoro, se remontaría a Medusa y Océano respectivamente (ahí es nada).
Parece claro que el carácter poético de la literatura tartésica y la fasciación que las riquezas del país ejercían sobre cuantos a él llegaban, bien pudieron estar simbolizados en cada uno de los personajes que componen su leyenda y que desembocaría, como todos sabemos, en el rey Argantonio, el único monarca tartésico cuyo nombre y personalidad están plenamente documentados. Cuantos hablan de él le atribuyen una longevidad casi bíblica y muy proverbial: ciento veinte años de vida y casi ochenta de reinado, datos no del todo inverosímiles si tenemos en cuenta los noventa años que duró el reinado del faraón Pepi II.
Ateniéndonos a Herodoto - a falta de otras fuentes - el reinado de Argantonio debió comenzar en torno al 630 a. de C. y prolongarse hasta su muerte en el 550. en sus días tuvo lugar la expedición de Kolaios de Samos (del que ya hablamos anteriormente), que abrió a los griegos la ruta hacia Tartessos. Desde que los focenses llegan a sus costas son recibidos con la más exquisita hospitalidad. Fue tan estrecha amistad la que unió a Argantonio con los focenses; esta actitud respondería a una inteligente política destinara a liberarse de la tutela fenicia que mediatizaba la independencia de su reinado.
No debemos olvidar sin embargo que la fundación de Ebussus, la batalla de Alalia, el reparto de zonas de influencia entre púnicos y etruscos, el bloqueo del Estrecho a los navegantes griegos y la pérdida de determinadas colonias focenses fueron el punto de inflexión que marcaría el inicio de la decadencia del legendario reino de Argantonio.


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13 ene 2014

LA BATALLA NAVAL DE ALALIA

Y mientras los focenses estaban haciendo sus pinitos comerciales con gran éxito, por Oriente llegó una nueva convulsión. Un nuevo y gigantesco imperio se había organizado: el de los persas. Tras las duras dominaciones de asirios y babilonios, todos los pueblos habían aclamado a los nuevos señores como sus libertadores. Los mismos judíos, que sufrían la "cautividad de Babilonia", se deshicieron en alabanzas al "siervo de Dios, el rey Ciro" (léase al profeta Isaías). Pero los focenses tenían otro punto de vista: cuando los persas se presentan ante los muros de sus ciudades, cuenta Herodoto que:

"... los sitiados, que no podían llevar con paciencia la dominación extranjera, pidieron un solo día para deliberar, con la condición de que entretanto se retiraran sus tropas. Mientras las tropas se mantuvieron separadas de las murallas, los focenses, sin perder un momento, dispusieron sus naves y embarcaron en ellas a sus hijos y mujeres, con todas sus alhajas y riquezas, como también los adornos de sus templos. Puesto a bordo todo lo que podían llevarse consigo, se hicieron a la vela y los persas ocuparon la ciudad desierta de sus habitantes".

Desde allí se trasladaron a Córcega, donde se instalaron en la ciudad de Alalia, fundada por ellos mismos veinte años antes. Pero los cartagineses no pudieron soportar su presencia en las aguas que ellos frecuentaban y mucho menos los vecinos etruscos, que veían en ellos una amenaza que les disputaría la pesca en el mar Tirreno. Sesenta naves reunieron entre ambas potencias para plantar batalla a los recién llegados que, en teoría contaba con otras tantas. Pero la victoria quedó del lado griego, si bien su escuadra quedó deshecha y tuvieron que abandonar igualmente el país. Los focenses que cayeron en manos enemigas fueron conducidos a las costas de Etruria y muertos a pedradas.
Tal fue la batalla de Alalia (535 a.C.) y tuvo como resultado que etruscos y cartagineses se repartiesen las respectivas zonas de influencia. Para los primeros quedó el Lacio, Campania y Córcega. Para los segundos, el sur de España, Cerdeña y Sicilia. Nuevos combates entre cartagineses y focenses en las costas Peninsulares, en los que Abdera (Adra) cayó en manos púnicas y Mainake fue arrasada, yuguló definitivamente las relaciones que unían a los focenses con los tartesios. Como veremos, esta ruptura marcó el inicio de la decadencia del reino tartésico.
Pero los focenses no se arredraron ante sus adversarios y en adelante conservaron sus esfuerzos en desarrollar las colonias que se habían salvado de la catástrofe (incluso se las ingeniaron para absorber gran parte del metal del norte de Europa y del interior de la Península que llegaba a manos púnicas a través de los tartesios). Mientras tanto, Cartago iniciaba una etapa imperialista que duraría tres siglos y culminaría enfrentándola abiertamente con Roma. Entretanto, los griegos prmanecieron en las costas levantinas aculturizando a su manera a la población indígena. Fue en esta época cuando comenzaron precisamente a adquirir personalidad propia los pueblos ibéricos.

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12 ene 2014

LLEGAN LOS FOCENSES

No les fue tan fácil a los samnios consolidar el tráfico con Tartessos. La rivalidad de Corinto se agrió aún más y no les quedó otra que replegarse a los ámbitos marítimos del Egeo. Los que sí que aprovecharon los descubrimientos de estos pioneros fueron las gentes de Focea, últimas en incorporarse a la corriente migratoria general. En sus viajes empleaban unos barcos ligeros y veloces, las pentecómpteras, movidas por cincuenta remos, veinticinco por banda, que les daban una enorme ventaja sobre los demás navegantes del Mediterráneo.
Ante el peligro que representaba la ruta costera norteafricana por la presencia de los cartagineses y fenicios, los focenses se tuvieron que decantar por rutas alternativas. Y como quiera que en aquellos tiempos no existía una verdadera navegación de altura, no tuvieron otra opción que esquivar a sus competidores semitas siguiendo la llamada "ruta de las islas", frecuentada desde remotos tiempos. Desde Sicilia (Siracussa) pasaban a Cerdeña (Ichnussa), y de ahí a Menorca (Melussa), Mallorca (Kromiussa), Ibiza (Pitiussa) y Formentera (Ofiussa). Ya en las costas peninsulares, la antigua ruta tocaba el puerto de Oinussa, cerca de Cartagena y proseguía hacia Kotinussa (tal vez Cádiz) y Kalathussa (¿Huelva?) llegando finalmente a Akra Ofiusses, posiblemente el cabo de Roca, en las proximidades de Lisboa. Os habrá llamado la atención la presencia del término "ussa" en los toponimicos, elegida por otros navegantes anteriores, quizás como clave secreta para guiarlos en sus periplos comerciales.
En esos primeros contactos con las gentes de la Península, los focenses establecieron estrechas y cordiales relaciones con el mundo tartésico.
Textos antiguos nos hablan de diversos asentamientos griegos en la costa meridional, como Mainake, cerca de Málaga, de la que al parecer partía un camino que, atravesando la serranía de Ronda, conducía hasta el corazón mismo de Tartessos al amparo de posibles encontronazos con los competidores fenicios y cartagineses que seguían vigilando el Estrecho. Al abrigo del Peñón de Gibraltar parece que poseían otro asentamiento llamado Carteia, cerca del río Guadiaro, al que se le atribuía una gran riqueza aurífera. También se señalan en la zona Molybdos (nombre griego del plomo) y Mastia (en la región argentífera de Cartagena). Finalmente, algo más al norte, tendríamos Hemeroscopion (la actual Denia, en Alicante), donde se conocen antiguas minas de hierro y la existencia de un puerto muy fácil de defender.
Viendo amenazados sus intereses, los cartagineses no tardaron en reaccionar y ocuparon a mediados del siglo VII Ebussus (Ibiza). Al mismo tiempo, piratas etruscos y ligures acudieron al olor de los navíos mercantes, obligando a los focenses a buscarse un nuevo camino.
Esta vez se establecieron en Cerdeña, desde donde partían hacia las costas del golfo de León. Y fue así como acabaron fundando Massalia (Marsella) en torno al 600 a. C., en la desembocaruda misma del río Ródano, lugar que pronto se convirtió en el primer mercado griego de Occidente gracias a que en ella confluían el ámbar del Báltico, el oro de Irlanda y los metales de la costa atlántica que llegaban por tierra desde la lejana Bretaña. Inmediatamente hubo una expansión por el levante español, donde ya existía Rhode, y empezaron a florecer colonias en la actual costa catalana.

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9 ene 2014

LA EMANCIPACIÓN DE GADIR

El esplendor de Tiro arrancó al profeta Ezequiel esta viva descripción, entre cuyas líneas podemos leer claramente cuáles eran las bases económicas de su grandeza: "Tiro, tú has dicho: "Yo soy de perfecta belleza". En el corazón de los mares están tus confines; quienes te edificaron hicieron perfecta tu hermosura; con cipreses de Senir te construyeron todas tus planchas; un cedro cogieron del Líbano para alzar en ti el mástil; de encinas de Basán hicieron tus remos; tu cubierta fabricaron de marfil de las islas Kittim; lino finísimo recamado, procedente de Egipto, era tu vela, para servirte de enseña; tu toldo era púrpura y violeta y escarlata de las islas de Elisá. Los habitantes de Sidón y Arvad eran tus remeros; los más expertos que había en tí, oh Tiro, eran tus timoneles; los ancianos de Biblos y sus peritos trabajaban en tí como carpinteros navales. Todas las naves del mar y sus marineros hallábanse en tí para cambiar tus mercaderías... Tarsis comerciaba con trigo por la abundancia de toda tu riqueza: plata, hierro, estaño y plomo daban por tus mercancías... Y así te hiciste enormemente rica y opulenta en el corazón de los mares".Sin embargo, apenas comenzado el siglo IX a. de C. aparece sobre las crestas del Líbano la amenaza de los asirios, unos pueblos afincados al norte de Mesopotamia que ya antaño habían formado poderosos reinos que cayeron en el olvido. En el 883 resurgen, no obstante, por obra y gracia de Absurnarsipal, y desde los primeros momentos, el terror invade el Oriente con la noticia de su crueldad. Su refinada crueldad y la habilidad con que hicieron del terror un arma propagandística y disuasoria fue realmente sorprendente para la época. Perforaban o cortaban los labios de sus enemigos, así como las narices, las orejas, los dedos, los órganos viriles y otras partes. Desfiguraban los rostros de los rehenes con asfalto derretido y arrancaban la piel en vivo. Para ahuyentar de sus fronteras a ladrones y enemigos, las sembraban depostes en los que ensartaban por la garganta o empalaban a cuantos habían intentado violarlas. Las poblaciones vencidas eran ejecutadas en masa o deportadas a los lugares más alejados e inhóspitos. Una poderosísima máquina bélica, muy superior a todo lo imaginado hasta entonces, apisonaba incontenible un pueblo tras otro.
Al principio los fenicios, hábiles en el arte de plegarse ante los poderosos, compraron su autonomía a cambio de tributos, cada vez más onerosos. Pero en el siglo VIII el cerco se estrechó demasiado, parte de Fenicia se convirtió en una provincia asiria y Tiro acabó perdiendo sus posesiones insulares y peninsulares.
Suponemos que en las embarcaciones comerciales llegarían noticias de la metrópoli a las colonias allí establecidas y que, cuando de repente las naves fenicias dejaron de llegar, los habitantes de Gadir y de las otras colonias, ya estaban hechas a la idea, máxime cuando a ellas no les afectaba el avance asirio sino que además se encontraban en pleno apogeo.
Dio así comienzo una etapa comercial autárquica muy provechosa y, junto con la exportación de metales a Oriente, que en adelante organizó ya por su propia cuenta, crearon en las costas peninsulares florecientes industrias, entre las que destacaron la de la púrpura y, en especial la del salazón del pescado. Las materias primas las proporcionaban los tartessios, de los que pronto hablaremos, y no les fue difícil independizarse por completo manteniendo su propia cohesión en virtud a su pasado común, mientras con Asardón (681-669) y Asurbanipal (669-626) los asirios invadieron y conquistaron Egipto y las ciudades fenicias fueron rindiéndose una tras otra mientras se incorporaban al nuevo e imparable Imperio.


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8 ene 2014

LA FUNDACION DE GADIR

Nos remitiremos hoy a las palabras de Estrabón:
"... los gaditanos mencionan un oráculo que fue dado a los tirios y les mandó enviar una colonia a las columnas de Herakles. Dicen que los que se enviaron para explorar el sitio, cuando llegaron al estrecho de Calpe, creyeron que las dos peñas que formaban el estrecho eran los términos del mundo y de las hazañas de Herakles y que también eran las columnas mencionadas por el oráculo. Por eso desembarcaron en un sitio por dentro del estrecho, donde hoy está la ciudad de los exitanos (SEXI, ALMUÑÉCAR), pero al no resultar favorables los sacrificios que allí se hicieron, volvieron. Más tarde los enviados avanzaron unos 1500 estadios más allá del estrecho, hasta una isla consagrada a Herakles, junto a la ciudad de Onoba de Iberia (HUELVA). Y, creyendo que allí estarían las columnas de Herakles, hicieron sacrificios a ese dios, pero cuando aquí tampoco los pronósticos resultaron favorables, se volvieron otra vez a casa. Los que hicieron la tercera expedición fundaron Gades y edificaron el templo en la parte este de la isla, y la ciudad, en la parte oeste".Dicho esto, atendamos a una serie de conceptos fundamentales para comprender la intencionalidad que se esconde tras estas palabras. El hecho de que se atribuya la fundación de Cádiz a la intervención sobrenatural de un oráculo tiene una trascendencia fundamental para sus pobladores. Parece evidente que esta leyenda sobre la inspiración divina la inventaron los propios gaditanos. Con ello, los oportunistas fenicio-gaditanos del siglo III a. de C. justificaron su origen para desvincularse por un lado de la política cartaginesa, de la que hasta entonces habían dependido, y por otro para presentarse ante los romanos, vencedores, con títulos excepcionalmente útiles y difícilmente discutibles. El objetivo: lograr el perdón e, incluso, un trato de privilegio por parte de Roma.
Ya sabemos que Hércules, Herakles o Melkart eran los distintos apelativos que romanos, griegos y fenicios respectivamente otorgaban al mismo y descomunal personaje, especie de caballero pendenciero e incontrolable cuyos ecos recuerdan demasiado a los revueltos tiempos de la última invasión indoeuropea de Grecia.


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6 dic 2012

LEYENDAS SOBRE TARTESSOS Y LLEGADA DE LOS FENICIOS

Al sur de España,  a ciento veinte kilómetros al noroeste de Gibraltar, un río desemboca en el Atlántico. Los árabes lo llamarían Wad al-Kebir, es decir, "el gran río". De ahí deriva el nombre de Guadalquivir; los antiguos lo denominaban Betis.
Cerca de las Marismas que hay al sur de Sevilla, sobre una isla del río, se elevaba hace unos 2500 años una ciudad rica y floreciente que, se presupone verosímilmente, fue fundada en la época neolítica.  Mucho se ha especulado con que esta ciudad fuese la legendaria Tartessos.
Los barcos que venían del Mediterráneo cruzaban en un día la distancia que separaba las Columnas de Hércules (Estrecho de Gibraltar), donde se encontraba Gadir, de la antedicha ciudad.  Gadir -actual Cádiz- fue fundada por los fenicios sobre una isla, y a menudo fue asociada, rival e incluso enemiga de Tartessos.
Entre Gadir y Tartessos había unas treinta millas marinas, distancia que correspondía a uno o dos días de navegación suplementaria.  Tartessos estaba situada en el fin del mundo, tal como se lo imaginaban los antiguos, y ningún barco del Mediterráneo hubiera corrido el riesgo de adentrarse en las aguas desconocidas del Atlántico (si bien hay indicios que señalan que tales hazañas se realizaron en más de una ocasión).
Se ha asegurado sin demasiado fundamento que Tartéside fue fundada en 1150 a.C., aproximadamente, por navegantes de la antigua ciudad de Tursa, la patria original de los etruscos.  Parece ser -siguiendo este razonamiento, genuino pero improbado- que Tartessos fue una colonia de los tarsos, y, por tanto, su origen sería etrusco.  Uno de los reyes más conocidos fue Argantonio, cuyo nombre provendría de "Arcnti".  En Andalucía existen aún hoy infinidad de lugares cuyos nombres podrían poseer raíces etruscas.
Sobre los reyes de Tartéside (Tarchich) se leen abundantes relatos en el Antiguo Testamento; asimismo se menciona los barcos de esta ciudad y su puerto, uno de los más importantes de entonces.
Los marinos griegos iban a Tartessos con frecuencia.  Heródoto, el padre de la Historia, escribe sobre estos viajes en estos términos: "Los focenses fueron los primeros que emprendieron largos periplos marítimos.  Surcaron el mar Adriático y descubrieron Tirsenia, Iberia y Tartessos...".
No obstante ser muchos los datos que se poseen, los arqueólogos e investigadores de hoy en día todavía se hacen muchas preguntas sin ponerse de acuerdo.  ¿Fue Tartessos la legendaria Atlántida mencionada por Platón? ¿Estuvo, en realidad, la ciudad de Tartessos situada en la desembocadura del Guadalquivir? ¿Fue Tartéside lo que hoy conocemos como Sevilla?
Lo que sí se sabe es que, en cierto momento, la ciudad empezó a declinar.  Desde la ruina del poderío de Tiro, los cartagineses, temibles competidores comerciales de los ricos y prósperos tartesios, intentaron arruinar su comercio, hasta que acabaron por destruir la rica y legendaria ciudad.  Se desconoce la fecha exacta de su desaparición.  Probablemente sería en los albores del siglo V a.C. cuando Tartessos, tercera ciudad comercial del universo antiguo, sucumbió víctima del bloqueo establecido por los cartagineses y venida por un adversario que poseía una superioridad militar aplastante.  Lo cierto es que poco después de ser borrada de los mapas comerciales, un velo de silencio envolvió el recuerdo de Tartessos.
Al parecer, hacia el año 1000 a. C., los fencios, después de haber logrado un gran esplendor, aprovechándose de la decadencia de Egipto, pusieron sus naves rumbo al occidente mediterráneo y arribaron a la Península Ibérica.  En ella fundaron la floreciente colonia de Gadir y construyeron en ella un templo dedicado a Melkart (Hércules).  Para facilitar su comercio, los fenicios fundaron factorías o "colonias" en las costas de los países que frecuentaban.  En España, además de Gadir, fundaron Sexi (Almuñécar), Malaka (Málaga), Abdera (Adra), Carteia (Algeciras), Ebesus (Ibiza), etc...
Algunas de estas colonias, principalmente Gadir, se encontraron enfrentadas comercialmente con Tartessos, como ya hemos dicho, cuyo comercio se aprovechaba de la decadencia de Tiro, capital de los fenicios en Oriente.  Los fenicios, en sus viajes, comerciaban con los más diversos productos, cambiando a los indígenas de las tierras que visitaban las riquezas naturales de los mismos por mercancías manufacturadas propias.
La plata, el cobre y la púrpura de España, el estaño de las islas Casitérides, los mármoles, la cerámica, el cobre de Grecia, los tapices de Mesopotamia, los perfumes de Arabia, todo era comprado, transportado y vendido por los fenicios, que, además, traficaban con esclavos.
Durante algún tiempo los fenicios comerciaron activamente con los pueblos hispánicos del interior y éstos, sin duda, supieron aprovecharse de las enseñanzas de aquéllos en los cultivos, en la técnica metalúrgica y en la artesanía en general.  Es posible, además, que los primeros pueblos hispánicos aprendieran de los fenicios la escritura.
Téngase en cuenta que los fenicios realizaron el papel de transmisores de la cultura del Próximo Oriente por el extenso ámbito del Mediterráneo.  Verdad es que las colonias fueron explotadas para su provecho, y que muchas veces los indígenas fueron explotados o vendidos como esclavos.  Pero también es cierto que su legado resultó trascendental a este lado del Mediterráneo.  Posiblemente la aportación más decisiva que los fenicios hicieron a la Humanidad sea el alfabeto, compuesto de veintidós signos y que lo propagaron a Chipre, Grecia, Italia y España.