2 ago 2016

DOS HERENCIAS: ENSENADA Y NÁPOLES

El monarca Fernando VI llevaba varios años enfermo y casi apartado totalmente del gobierno. Ello contribuía a la parálisis progresiva de la vida institucional del país.  Carlos III, exitoso en Nápoles, era esperado con anhelo por todo el pueblo español, y no menos por los elementos reformadores, apartados del poder desde la caída y destierro de Ensenada el 20 de julio de 1754.
Don Zenón de Somodevilla, marqués de la Ensenada, era un riojano inteligente e hiperactivo.  Sirvió a los dieciocho años de edad a las órdenes de Patiño.  Posteriormente fue recomendado por el futuro Carlos III a su padre Felipe V, y se le concedió el título de marqués a los treinta y cuatro años.  Descubierto y favorecido también por Campillo, le había sucedido a su muerte en las secretarías de Hacienda, Guerra, Marina e Indias.
Carlos III no creará una política exterior ni interior, sino que fortalecerá y personalizará los inicios reformistas de Ensenada, resumen, a su vez de los arbitristas del siglo XVII, de Macanaz, Patiño y Campillo.
Ensenada era un técnico, un reformador, un organizador, con método propio, de la economía política y de la administración pública.  Si destaca en su reorganización del ejército, la marina, arsenales, industrias, canales y otros aspectos de la riqueza nacional, dedicará sus mejores esfuerzos a la Hacienda nacional, "eje del gobierno de la monarquía".  Legislará adecuadamente, fomentará los ingresos sin aumentar los impuestos.  Se consiguen ingresos por valor de 360 millones de reales, frente a los 280 millones que se alcanzaban en los años precedentes.
La semejanza con los distintos ministerios de Carlos III en estos aspectos, y más todavía en el sistema de ideas políticas, han hecho llamar a Ensenada justo "precursor" del reinado de Carlos III, "el rey alcalde".
Otro precedente de interés para conocer mejor las realizaciones de Carlos III en España son los veinticinco años que pasó aprendiendo y actuando en Nápoles.  El rey y Tanucci había dado vida a la clase media, a la que dotaron de fuerza política, para arremeter luego todos juntos contra la tiranía feudal de la vieja aristocracia napolitana.  Carlos III favorece a la burocracia burguesa, recortando paso a paso los privilegios de los barones.  Unifica la justicia y la moneda; crea nuevas fuentes materiales y lanza comercialmente al sur de Italia.  Libertad de granos, flexibilidad aduanera, creación de bancos son otros aspectos que jalonan la acertada política del Carlos VII de Nápoles.  Completan sus éxitos la firma del Concordato en 1741 con Roma, por medio del cual las relaciones Iglesia-Estado daban un giro favorable al rey Carlos, quien de paso suprimía el Santo Oficio.
Los napolitanos vieron con tristeza embarcar a su rey rumbo a Barcelona.  España recibía un rey experimentado y competente.
La influencia de los políticos italianos en el siglo XVIII español es vital, como nos lo prueba la existencia de Alberoni, Esquilache o Grimaldi y ese influjo de la realidad política de Nápoles  en su modo de ver los problemas de España. Pero el impacto artístico-cultural con Italia no fue menos perdurable, e incluso comparable con el francés.  Ahí están los nombres de la trascendencia de Farinelli, Juan Bautista y Lorenzo Tiépolo, Gasparini, Sachetti, Scarlatti, Sabattini, Conti, Bernascone, Pizzi... Los palacios y puertas de esta época les son deudores, lo mismo que los Mortines, Cadalso, Iriarte, Ayala y otros asiduos a las tertulias hispano-italanas, como la famosa de la fonda de San Sebastián de Madrid, cuna de la comedia moderna española.

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