No le pareció a Carlos III un paraíso la situación española cuando llegó en el año 1759. Según las propias expresiones de Carlos y María Amalia de Sajonia dirigidas a Tanucci, las cosas andaban revueltas. Se imponían urgentes reformas en la Hacienda, en la justicia, en los arsenales, en el ejército, en el estado de los pueblos y de los caminos... Ante este orde de cosas, el propio monarca afirmará:
"Pocos cumplen su obligación... pues todos piensan pescar en turbio."
Era necesario cambiar las cosas. Madrid, por ejemplo, dice la reina, es acreedora a su título de Babilonia occidental por su suciedad, ya que parece que no ha habido en esta villa ni señor ni gobierno. Sobre el sucio Madrid y las limpias medidas de Carlos III nos habla el contemporáneo Fernán Núñez:
"La villa tenía una porción de carros o cajones bajos, sin ruedas, que en lugar de ellas tenían unos maderos redondos, tirados por una mula, que dirigía el que iba dentro de pie, apoyado en el palo, y así se iba arrastrando todo el grueso de la inmundicia. Este paseo que generalmente se hacía de noche, iba precedido de gentes con hachas, que marchaban delante, a los lados y detrás de los carros y en seguida de éstos venían muchos hombres en fila, con escobas, que iban barriendo lo que ellos no podían arrastrar. Esta pestífera comitiva, cuya fetidez, como puede creerse, se anunciaba desde muy lejos, se dirigía a varias alcantarillas o sumideros grandes que había en varios puntos de la villa, cuyas casas inmediatas estaban infectadas de sus hálitos. Si Don Quijote hubiera encontrado de noche este pestífero y lúgubre acompañamiento, es probable creyese que todas las parcas del abismo venían a caer sobre él, pues sólo viéndolo puede formarse una idea justa de elo, y que hubiese ensuciado su lanza contra aquella inmunda comitiva para deshacer un entuerto que seguramente había ya ocasionado más de cuatro."
La actividad político-administrativa que despliega el nuevo rey se hace patente a los pocos días de su llegada, contrastando con la negligente de su difunto hermano Fernando VI:
"Los secretarios, dice la reina, se hallan todos llenos de terror y trabajan como perros. Más hacen en una semana que antes de seis meses. El país, contento de su señor, no cesa de bendecirle y confío que esto irá en aumento por las sabias disposiciones que se van dando."
Está claro y hay numerosos testimonos para probar que el rey cumple su oficio de monarca nada más llegar "con dedicacón exclusiva".
En cuanto a la reorganización de la casa y gobierno, el rey mantuvo a la mayoría de los ministros del reinado anterior; pero lo mismo a ellos que al Consejo de Castilla les imprimió nuevas directrices. El rey es el eje de la vida política española, sin dejarse llevar ni de la reina ni del consejero napolitano Tanucci. Está claro que con un gabinete en el que sólo destaca el innovador Esquilache, comienzan ya, a partir de 1760, hondas reformas.
Actos iniciales de su reinado fueron levantarle la orden de destierro al marqués de la Ensenada y dar libertad al anciano Macanaz. Veamos las primeras medidas de gobierno: convocar Cortes para jurar al futuro Carlos IV como príncipe de Asturias, hecho que, en principio, parecía preocupante, ya que el nacimiento y educación del infante primogénito eran contrarios a la legislación sucesoria (ley sálica aprobada legítimamente por las Cortes de 1713). Mandó el rey que se pagasen todas las deudas contraídas por sus antecesores, tanto Borbones como Austrias. Perdona a los colonos las deudas en simientes o en dinero que debieran al Estado, así como los atrasos de las contribuciones y tributos. Redime a los madrileños de la carga de aposentos que tenía la villa por ser corte. Gustan menos sus disposiciones para limpiar, alumbrar y empedrar Madrid. La dirección de la reforma urbanística de la capital de las Españas se encomendó al ingeniero militar y arquitecto Francisco Sabattini. También se prohibió el uso de armas, se restringió el uso de la capa y el gorro y se puso el veto a otros usos propicios a la inmoralidad. Costó tiempo apra que estos edictos fueran aceptados y cumplidos.
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