19 jul 2016

EL DESPOTISMO ILUSTRADO DE CARLOS III

De todos es conocida la frase de Luis XIV: "El Estado soy yo". Y no menos conocida es la frase de Federico II de Prusia: "El Príncipe es el primer servidor del Estado".
Entre ambas manifestaciones existe un profundo cambio político. Los déspotas ilustrados están rodeados de una pñéyade de hombres que desean reconstruir el mundo sobre bases nuevas y racionales. Estos hombres necesitan algo o alguien que se confunda con sus ideas y reformas, que las haga suyas y las lleve a la práctica El únco que en estos momentos puede realizar los planes de los ilustrados es el propio Estado. Pues bien, los reyes de los Estados europeos se sugestionan, se convencen de la misión a que están llamados y se recubren de fortaleza para engrandecer a sus países y a sí mismos. Pero los déspotas ilustrados no se dan cuenta de que el hombre, a quien reconocían tantas libertades, exigiría pronto la libertad política más completa, y por eso el despotismo ilustrado, conducido por los hombres de la Ilustración, había de terminar necesariamente en la revolución liberal. La seguridad de estos monarcas, abandonados por sus ideólogos, se encontrará sin la dialéctica adecuada para hacer frente a la Revolución Francesa.
Son citados reiterativamente los caraceteres constitutivos del despotismo ilustrado español, adoptado del europeo, en muchas de sus formas, que se plasman sobre todo en la época de Carlos III: absolutismo y gobierno sin Cortes; protección a los nuevos principios económicos y doctrinas filosóficas llegadas de Francia; sentido monáquico y regalismo a fondo; españolización de un gobierno con influencias de Versalles y Nápoles; salones, modas, libros y trajes de París; filantropía, expedientes, reglamentos y funcionarismo escrupuloso; anhelo de progreso y reformas interiores; libertad de comercio; correos marítimos; compañías de navegación;, política "pro" desvalidos, huérfanos y enfermos; Sociedades Económicas de Amigos del País; comunicaciones, carreteras, canales y puertos; repoblación y cultivo de tierrqs incultas; fomento de las manufacturas nacionales; Banco Nacional; política nacional favorecedora de todos los vasallos; "revolución desde arriba", como predicará Antonio Maura en el siglo XX, o de reconstrucción nacional, que dirá Costa en su programa de regeneración patriótica a finales del XIX, después de la catástrofe de 1898.
Pero el problema del régimen político en la España del siglo XIII es un ode los temas menos suscitados por los ilustrados y antiilustrados. Hemos hablado y seguiremos refiriéndonos a los ataques contra los abusos, contra los grandes propietarios, contra los privilegios ociosos...; pero estas críticas nunca llegan al trono. Incluso cuando se sientan los efectos de la Revolución Francesa y se entre en una vía revolucionaria, no se atacará abiertamente al régimen tradicional español.
Las preocupaciones políticas no existen en los tratadistas, y parece no haber autores deseosos de cambios en la forma del régimen. Para ellos, lo más natural es contemplar una soberanía radicando en la monarquía. Están convencidos de que la monarquía española no tiene nada de despótica, y los ilustrados españoles no protestan contra la medida netamente absolutista de un gobierno que no conoce Cortes. Todos saben que en la antigua Constitución de España existían Concilios y Cortes que podían pedir cuentas al soberano, presentarle sugerencias, opinar en cargas, tributos y en otros problemas graves de gobierno. A pesar de estos atentados contra las Cortes, nadie reclama ni se irrita. En términos parecidos se expresará Jovellanos en 1809. Los ilustrados están convencidos de vivir bajo una monarquía moderada y liberal tanto más cuanto que Carlos III y sus ministros son "filósofos" a su manera, y es que también el despotismo español responde al conepto del papel del Estado como promotor del progreso humao, que s, por una parte, es "paternalista" y "filantrópico", por otra es "dirigista" y "excluyente".
El dualismo del papel del Estado queda reflejado en su lema: "Todo para el pueblo (ilustrado), pero sin el pueblo (despotismo)."

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