En el plano de la escultura, también puede observarse una doble corriente: la inspirada en modelos italianos, que es la preferida por la corte y la nobleza, y la escultura expresionista, de inspiración flamenca, francesa o alemana, la que mejor expresaba los sentimientos religiosos del pueblo y se prestaba mejor a escenificar los misterios de la vida deCristo tal como habían enseñado a contemplarlos los grandes maestros de la oración, desde los tiempos de los recogidos hasta la gran floración de los místicos de finales de siglo. Representantes del gusto italiano fueron Bartolomé Ordóñez, Diego de Siloé y el incomparable Alonso Berruguete, así como el valenciano Damián Forment. En pintura, el italianismo se manifiesta en Juan de Juanes. El expresionismo, en Berruguete, Machuca, Becerra, Vargas, Céspedes y Navarrete el Mudo. El retrato florece impulsado por el flamenco Antonio Moro, que estimuló las creaciones de Sánchez coello y Pantoja de la Cruz. La idiosincrasia española, sin embargo, tuvo sus más cumplidos representantes en Luis de Morales, llamado "el Divino", y sobre todo en Doménico Theotocópuli, cretense aclimatado en Toledo, más conocido por el sobrenombre de "El Greco".
En el orden de las creaciones intelectuales, hay que destacar la aportación de los teólogos españoles al renacimiento de la escolástica. En el campo del derecho, el pensamiento español cultivó las ciencias jurídicas, abriendo nuevos rumbos en cinco direcciones diversas. Francisco de Vitoria, Domingo de Soto, Melchor Cano, Ginés Sepúlveda, Fernando Vázquez de Menchaca, Domingo Báñez, Gabriel Vázquez y Francisco Suárez, destacaron por sus aportaciones al derecho natural e internacional. Luis de Molina cultivó el derecho de la guerra; Alfonso de Castro, el penal; el derecho a la resistencia tuvo un insigne representante en Juan de Mariana. Los estudios históricos contaron entre los teóricos a Luis Vives y Páez de Castro, que propugnaron la necesidad de una historia que abarcase todos los aspectos de la sociedad. Jerónimo de Zurita, autor de los "Anales de Aragón", y Juan de Mariana, a quien se debe la "Historia General de España", figuran entre los mejores investigadores aplicados al estudio de la historia. La geografía, cartografía y demás ciencias afines recibieron un poderoso impulso como consecuencia de los descubrimientos y conquista de América. Los cuestonarios que habían de responder los descubridores completan el inmenso caudal de datos que forman las llamadas "Relaciones de Indias". En la Península se intentó hacer algo parecido con las llamadas "Relaciones topográficas". De haberse reunido las relativas a toda España, estas relaciones habrían constituido, en su género, una obra gigantesca, comparable a lo que en el suyo había sido el monasterio de El Escorial.
Las ciencias experimentales cuentan en España con un significativo plantel de sabios, que, si bien no contribuyeron al desarrollo de las mismas con adquisiciones definitivas, no cabe duda de que se adelantaron, como precursores, a los trabajos que llevaron a cabo otros científicos extranjeros en épocas y ambientes más propicios. Entre ellos podemos citar a Miguel Servet, Huarte de San Juan, Miguel Sabuco y Álvarez, Juan Valverde de Amusco, Luis Mercado y Diego Merino, entre los médicos; Gonzalo Fernández de Oviedo, Nicolás Menardes, Francisco Hernández, Tomé Pérez, García de Orta, Juan Fragoso, Pedro Jaime Esteve, Lorenzo Pérez, Juan Castañeda, Bernardo Cienfuegos, Juan Plaza, Francisco Miró, Andrés Laguna y Simón Tovar, entre los botánicos; Álvaro Alonso Barba escribió "Arte de los Metales", obra muy traducida a otras lenguas europeas; como metalurgistas destacaron también Lope Saavedra Barba, inventor de los llamados "hornos busconiles" para la destilación del mercurio a gran escala. Bartolomé de Medina parece haber sido el inventor del método de la amalagamación, gracias al cual se puede obtener plata en frío amalgamándola o mezclándola con mercurio, metal este último que luego puede separarse por evaporación. Este método permitió un aumento espectacular de la producción de plata en las minas americanas, potenciando después el descubrimiento de las minas de azogue de Huancavelica, en América. Consecuencia de este invento fue la inundación de Europa de metal argentífero, que tantas y tan graves consecuencias tuvo, a su vez, sobre el desarrollo económico de España y de Europa en el siglo XVI.
Entre los cultivadores de las ciencias filosóficas nos limitaremos a citar a Juan Luis Vives, Francisco Sánchez, Pedro de Valencia, Gómez Pereira, Miguel Sabuco y Álvarez y Huarte de San Juan, aparte de los escolásticos ya citados, que brillaron en el campo de la filosofía con no menos esplendor que en el de la teología.
En el ámbito de la literatura, el esplendor de las letras españoles, paralelo al despliegue político y a la difusión universal de la lengua castellana, alcanza en los siglos XVI y XVII su cénit, su verdadero Siglo de Oro. Entre los autores que dedicaron su atención a la exposición de la espiritualidad cristiana destacaremos a fray Luis de Granada, fray Alonso de Cabrera, fray Alonso de Madrid, fray Francisco de Osuna, fray Diego de Estella, fray Juan de los Ángeles, fray Juan de Pineda, San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús, San Ignacio de Loyola, Alonso Rodríguez, Luis de la Puente...
La poesía lírica florece con Boscán, Garcilaso de la Vega, Hernando de Acuña, Gutierre de Cetina, Cristóbal de Castillejo, Diego Hurtado de Mendoza, fray Luis de León, Fernando de Herrera y Baltasar de Alcázar. Entre los poetas épicos destacan Alonso de Ercilla, Harahona de Soto, Cristóbal de Virués y Diego de Ojeda. La literatura dramática, cultivada de modo especial en el último tercio del siglo XVI y a lo largo del XVII, posee figuras de la talla genial de Lope de Vega, Tirso de Molina y Calderón de la Barca. La novela pastoril cuenta entre sus cultivadores a Jorge de Montemayor, Lope de Vega y Miguel de Cervantes. La picaresca, a Mateo Alemán, Vicente Espinel y sobre todo al anónimo autor del "Lazarillo de Tormes".
El máximo representante de la literatura novelística sería, sin embargo, Miguel de Cervantes Saavedra, entre cuyas obras hemos de destacar su inmortal "El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha", obra en la que, entre sus infinitos valores, no es el menor el haber llevado a cabo un diagnóstico de la sociedad de su tiempo, aquella sociedad de hombres encantados, empeñados en ver gigantes contra los que blandir sus armas, donde no había más que molinos.
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En el orden de las creaciones intelectuales, hay que destacar la aportación de los teólogos españoles al renacimiento de la escolástica. En el campo del derecho, el pensamiento español cultivó las ciencias jurídicas, abriendo nuevos rumbos en cinco direcciones diversas. Francisco de Vitoria, Domingo de Soto, Melchor Cano, Ginés Sepúlveda, Fernando Vázquez de Menchaca, Domingo Báñez, Gabriel Vázquez y Francisco Suárez, destacaron por sus aportaciones al derecho natural e internacional. Luis de Molina cultivó el derecho de la guerra; Alfonso de Castro, el penal; el derecho a la resistencia tuvo un insigne representante en Juan de Mariana. Los estudios históricos contaron entre los teóricos a Luis Vives y Páez de Castro, que propugnaron la necesidad de una historia que abarcase todos los aspectos de la sociedad. Jerónimo de Zurita, autor de los "Anales de Aragón", y Juan de Mariana, a quien se debe la "Historia General de España", figuran entre los mejores investigadores aplicados al estudio de la historia. La geografía, cartografía y demás ciencias afines recibieron un poderoso impulso como consecuencia de los descubrimientos y conquista de América. Los cuestonarios que habían de responder los descubridores completan el inmenso caudal de datos que forman las llamadas "Relaciones de Indias". En la Península se intentó hacer algo parecido con las llamadas "Relaciones topográficas". De haberse reunido las relativas a toda España, estas relaciones habrían constituido, en su género, una obra gigantesca, comparable a lo que en el suyo había sido el monasterio de El Escorial.
Las ciencias experimentales cuentan en España con un significativo plantel de sabios, que, si bien no contribuyeron al desarrollo de las mismas con adquisiciones definitivas, no cabe duda de que se adelantaron, como precursores, a los trabajos que llevaron a cabo otros científicos extranjeros en épocas y ambientes más propicios. Entre ellos podemos citar a Miguel Servet, Huarte de San Juan, Miguel Sabuco y Álvarez, Juan Valverde de Amusco, Luis Mercado y Diego Merino, entre los médicos; Gonzalo Fernández de Oviedo, Nicolás Menardes, Francisco Hernández, Tomé Pérez, García de Orta, Juan Fragoso, Pedro Jaime Esteve, Lorenzo Pérez, Juan Castañeda, Bernardo Cienfuegos, Juan Plaza, Francisco Miró, Andrés Laguna y Simón Tovar, entre los botánicos; Álvaro Alonso Barba escribió "Arte de los Metales", obra muy traducida a otras lenguas europeas; como metalurgistas destacaron también Lope Saavedra Barba, inventor de los llamados "hornos busconiles" para la destilación del mercurio a gran escala. Bartolomé de Medina parece haber sido el inventor del método de la amalagamación, gracias al cual se puede obtener plata en frío amalgamándola o mezclándola con mercurio, metal este último que luego puede separarse por evaporación. Este método permitió un aumento espectacular de la producción de plata en las minas americanas, potenciando después el descubrimiento de las minas de azogue de Huancavelica, en América. Consecuencia de este invento fue la inundación de Europa de metal argentífero, que tantas y tan graves consecuencias tuvo, a su vez, sobre el desarrollo económico de España y de Europa en el siglo XVI.
Entre los cultivadores de las ciencias filosóficas nos limitaremos a citar a Juan Luis Vives, Francisco Sánchez, Pedro de Valencia, Gómez Pereira, Miguel Sabuco y Álvarez y Huarte de San Juan, aparte de los escolásticos ya citados, que brillaron en el campo de la filosofía con no menos esplendor que en el de la teología.
En el ámbito de la literatura, el esplendor de las letras españoles, paralelo al despliegue político y a la difusión universal de la lengua castellana, alcanza en los siglos XVI y XVII su cénit, su verdadero Siglo de Oro. Entre los autores que dedicaron su atención a la exposición de la espiritualidad cristiana destacaremos a fray Luis de Granada, fray Alonso de Cabrera, fray Alonso de Madrid, fray Francisco de Osuna, fray Diego de Estella, fray Juan de los Ángeles, fray Juan de Pineda, San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús, San Ignacio de Loyola, Alonso Rodríguez, Luis de la Puente...
La poesía lírica florece con Boscán, Garcilaso de la Vega, Hernando de Acuña, Gutierre de Cetina, Cristóbal de Castillejo, Diego Hurtado de Mendoza, fray Luis de León, Fernando de Herrera y Baltasar de Alcázar. Entre los poetas épicos destacan Alonso de Ercilla, Harahona de Soto, Cristóbal de Virués y Diego de Ojeda. La literatura dramática, cultivada de modo especial en el último tercio del siglo XVI y a lo largo del XVII, posee figuras de la talla genial de Lope de Vega, Tirso de Molina y Calderón de la Barca. La novela pastoril cuenta entre sus cultivadores a Jorge de Montemayor, Lope de Vega y Miguel de Cervantes. La picaresca, a Mateo Alemán, Vicente Espinel y sobre todo al anónimo autor del "Lazarillo de Tormes".
El máximo representante de la literatura novelística sería, sin embargo, Miguel de Cervantes Saavedra, entre cuyas obras hemos de destacar su inmortal "El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha", obra en la que, entre sus infinitos valores, no es el menor el haber llevado a cabo un diagnóstico de la sociedad de su tiempo, aquella sociedad de hombres encantados, empeñados en ver gigantes contra los que blandir sus armas, donde no había más que molinos.
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