Desde épocas anteriores a Augusto, pero sobre todo a partir de su Imperio, se conceden cada vez con más frecuencia a los indígenas los derechos de ciudadanía romana, a título de privilegio individual, sin más condición que la de establecerse en ciudades romanas. el acceso a los órganos de gobierno de la ciudad les era posible sin otro requisito que el de poseer un determinado patrimonio. Este mecanismo permitió la eliminación de diferencias sociales y políticas entre los dominadores y los dominados, de forma que las familias indígenas romanizadas pudieron codearse con los quirites (gentes de estirpe romana o itálica), no sólo en los cargos de la administración ciudadana, sino incluso en las filas de las más altas magistraturas del Estado, como pronto se verá.
La dinastía Julio-Claudia (Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón) que ocupó el poder a la muerte de Augusto, trató de consolidar la victoria de las clases medias e inferiores de los ciudadanos romanos. Su política se dirigió a construir un Estado basado en la totalidad de la burguesía urbana del Imperio. Sin embargo, no supieron contener los esfuerzos que hicieron por sobrevivir los restos de la oligarquía patricia sino por medio de las más crueles y despiadadas represiones. Poco es lo que sabemos todavía sobre las repercusiones de esta política en la vida de las provincias hispánicas, no obstante trataremos de hacer un repaso cronológico.
Tiberio (14-37 d.C.) trató de adueñarse del gobierno de las provincias senatoriales, destituyendo a los gobernadores designados por el Senado u obstaculizando su gestión. La Bética, provincia senatorial, donde abundaban los adictos al patriciado, sufrió las consecuencias de su actitud. Al parecer obedecieron a este mismo propósito otras medidas, como la reducción del número de cecas peninsulares y la confiscación de algunas fuentes de riqueza particulares, en beneficio del patrimonio imperial. Me permito añadir a título personal que habría que analizar cuánto tuvo que ver el prefecto del pretorio Sejano en estas medidas. La política y la codicia fueron las causas que motivaron, por ejemplo, que un millonario hispano afincado en Roma y por nombre llamado Sexto Mario, fuese ajusticiado despeñándolo por la roca Tarpeya para luego confiscársele las ricas minas que poseía en Hispania. Al mismo tiempo, a partir de este emperador sse da a los potentados hispánicos una mayor facilidad para entrar en la orden senatorial.
Dentro de la misma línea, Calígula (37-41 d. C.) cierra todas las cecas municipales hispánicas. el descontento contra la política imperial se hizo notar especialmente en la Bética, donde sabemos de algunos ricos cordobeses que fueron perseguidos y ejecutados por haber "conspirado contra el emperador".
El reinado de Claudio (41-54 d. C.) significa el momento de respiro en la línea de dureza de la dinastía. Dispuso Claudio los medios necesarios para evitar los abusos de los procuradores, si bien no consiguió eliminar los motivos que tenían los provinciales para quejarse. Gracias a él, las puertas del Senado y de la ciudadanía se abrieron a un número aún mayor de hispánicos (cabe añadir que buena parte de la alta administración en torno al emperador era hispana por aquellas fechas). El catastro se revisó con vistas a sanear los ingresos del Estado. La economía se desarrolló, especialmente gracias a la construcción o remodelación del puerto de Ostia, por donde entraron a Italia masivamente los productos de las provincias hispánicas. La conquista de Mauritania, emprendida por Claudio, afectó sin duda a la economía de las ciudades de la Bética, a las que se confió no obstante el suministro de los ejércitos que operaron en África.
Nerón (54-68) vuelve a la política intransigente. Los astures se sublevaron - eso sí, por poco tiempo dada la maquinaria bélica romana -. Se temió incluso una rebelión en las Baleares que habría supuesto un serio quebranto al comercio del Mediterráneo occidental. Pero donde el descontento se generalizó fue en la Bética, como consecuencia de una desconsiderada subida de impuestos. En esta provincia se dio una rebelión por el asunto de la competencia desleal de Mauritania a la que se unió Julio Vindex, gobernador de la Galia Lugdunense, quien acabó por capitanearla. En Hispania fue Sulpicio Galba el que dirigió el levantamiento y que se hallaba, a la sazón, en Clunia. Desde aquí se dirigió a Italia con sus tropas y asumió el Imperio. Para obtener ingresos puso a la venta las propiedades que Nerón poseía en Hispania, medida que le permitió consolidar la potencia económica de los compradores. Entre el 68 y el 69 roma ve sucederse meteóricamente en el trono a Galba, Otón y Vitelio; en tan corto espacio de tiempo hubo, sin embargo, espacio suficiente para que el derecho de ciudadanía se ampliara; se concedieron también privilegios a algunas ciudades, especialmenta a Hispalis y Emérita, y se otorgaron a la Bética los impuestos que se recaudaban en algunas ciudades del litoral mauritano, lo cual calmó los ánimos.
Aquel brote de guerra civil que había conmovido al mundo romano a la caída de Nerón evidenció la estabilidad de un régimen que contaba con la adhesión de todas las clases medias y que constituían la columna vertebral del Estado. Lo cierto es que el entusiasmo de los julio-claudios por este régimen había llegado al extremo de convertirlos en verdaderos tiranos que, apoyados en el ejército y en la burguesía, no dudaron en llevar a cabo las más sangrientas represiones contra la aristocracia. No obstante, tras la rebelión de Galba, las posturas se suavizaron.
La dinastía Julio-Claudia (Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón) que ocupó el poder a la muerte de Augusto, trató de consolidar la victoria de las clases medias e inferiores de los ciudadanos romanos. Su política se dirigió a construir un Estado basado en la totalidad de la burguesía urbana del Imperio. Sin embargo, no supieron contener los esfuerzos que hicieron por sobrevivir los restos de la oligarquía patricia sino por medio de las más crueles y despiadadas represiones. Poco es lo que sabemos todavía sobre las repercusiones de esta política en la vida de las provincias hispánicas, no obstante trataremos de hacer un repaso cronológico.
Tiberio (14-37 d.C.) trató de adueñarse del gobierno de las provincias senatoriales, destituyendo a los gobernadores designados por el Senado u obstaculizando su gestión. La Bética, provincia senatorial, donde abundaban los adictos al patriciado, sufrió las consecuencias de su actitud. Al parecer obedecieron a este mismo propósito otras medidas, como la reducción del número de cecas peninsulares y la confiscación de algunas fuentes de riqueza particulares, en beneficio del patrimonio imperial. Me permito añadir a título personal que habría que analizar cuánto tuvo que ver el prefecto del pretorio Sejano en estas medidas. La política y la codicia fueron las causas que motivaron, por ejemplo, que un millonario hispano afincado en Roma y por nombre llamado Sexto Mario, fuese ajusticiado despeñándolo por la roca Tarpeya para luego confiscársele las ricas minas que poseía en Hispania. Al mismo tiempo, a partir de este emperador sse da a los potentados hispánicos una mayor facilidad para entrar en la orden senatorial.
Dentro de la misma línea, Calígula (37-41 d. C.) cierra todas las cecas municipales hispánicas. el descontento contra la política imperial se hizo notar especialmente en la Bética, donde sabemos de algunos ricos cordobeses que fueron perseguidos y ejecutados por haber "conspirado contra el emperador".
El reinado de Claudio (41-54 d. C.) significa el momento de respiro en la línea de dureza de la dinastía. Dispuso Claudio los medios necesarios para evitar los abusos de los procuradores, si bien no consiguió eliminar los motivos que tenían los provinciales para quejarse. Gracias a él, las puertas del Senado y de la ciudadanía se abrieron a un número aún mayor de hispánicos (cabe añadir que buena parte de la alta administración en torno al emperador era hispana por aquellas fechas). El catastro se revisó con vistas a sanear los ingresos del Estado. La economía se desarrolló, especialmente gracias a la construcción o remodelación del puerto de Ostia, por donde entraron a Italia masivamente los productos de las provincias hispánicas. La conquista de Mauritania, emprendida por Claudio, afectó sin duda a la economía de las ciudades de la Bética, a las que se confió no obstante el suministro de los ejércitos que operaron en África.
Nerón (54-68) vuelve a la política intransigente. Los astures se sublevaron - eso sí, por poco tiempo dada la maquinaria bélica romana -. Se temió incluso una rebelión en las Baleares que habría supuesto un serio quebranto al comercio del Mediterráneo occidental. Pero donde el descontento se generalizó fue en la Bética, como consecuencia de una desconsiderada subida de impuestos. En esta provincia se dio una rebelión por el asunto de la competencia desleal de Mauritania a la que se unió Julio Vindex, gobernador de la Galia Lugdunense, quien acabó por capitanearla. En Hispania fue Sulpicio Galba el que dirigió el levantamiento y que se hallaba, a la sazón, en Clunia. Desde aquí se dirigió a Italia con sus tropas y asumió el Imperio. Para obtener ingresos puso a la venta las propiedades que Nerón poseía en Hispania, medida que le permitió consolidar la potencia económica de los compradores. Entre el 68 y el 69 roma ve sucederse meteóricamente en el trono a Galba, Otón y Vitelio; en tan corto espacio de tiempo hubo, sin embargo, espacio suficiente para que el derecho de ciudadanía se ampliara; se concedieron también privilegios a algunas ciudades, especialmenta a Hispalis y Emérita, y se otorgaron a la Bética los impuestos que se recaudaban en algunas ciudades del litoral mauritano, lo cual calmó los ánimos.
Aquel brote de guerra civil que había conmovido al mundo romano a la caída de Nerón evidenció la estabilidad de un régimen que contaba con la adhesión de todas las clases medias y que constituían la columna vertebral del Estado. Lo cierto es que el entusiasmo de los julio-claudios por este régimen había llegado al extremo de convertirlos en verdaderos tiranos que, apoyados en el ejército y en la burguesía, no dudaron en llevar a cabo las más sangrientas represiones contra la aristocracia. No obstante, tras la rebelión de Galba, las posturas se suavizaron.
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