12 abr 2014

HISPANIA ROMANA

La dinastía Flavia (Vespasiano, Tito y Domiciano) inició una política de equilibrio más parecida a la propugnada por Augusto que a la desorbitada de sus sucesores. La persecución del patriciado continuó, es cierto, pero con métodos más moderados. Los hispanos, bajo el reinado de Vespasiano (69-79) se vieron favorecidos por una serie de decisiones que revolucionaron su vida social y política. Vespasiano deseaba aumentar la participación de los provincianos en la vida pública. Es por ello que comenzó a sacar de España todas las legiones que en ella operaban, dejando tan sólo la Legio Séptima Gémina, que había sido creada por Galba en los días que se levantó contra Nerón. Hacia el año 74 la vemos establecida en el lugar en el que todavía hoy se asienta la ciudad de León (manteniendo, por cierto, en su casco antiguo intramuros, la forma campamental original - sobra decir que su nombre deriva de la palabra legio). La Séptima Gémina bastaba para vigilar las inquietas tierras del noroeste, siempre problemáticas; pero no se descuidó por ello la defensa del resto del país, pues Vespasiano, al mismo tiempo, aumentó cada vez más las tropas auxiliares y organizó milicias locales, a modo de policía, especialmente en las zonas del litoral.
Tras la incorporación masiva de los hispanos a los cuadros del ejército vendrían otras medidas de mayor alcance, como por ejemplo la concesión del llamado "derecho latino menor" a los hispanos. En virtud de este derecho, las ciudades que hasta entonces se habían considerado estipendiarias recibieron el privilegio de organizarse como municipios latinos. Numerosas fueron las localidades que se beneficiaron de esta concesión, muchas de ellas tomando el nombre de Flavia (Municipium Flavium, Iria Flavia, Interamnia Flavia, etc...) en memoria de la dinastía que les había concedido tal favor.
Pero lo más importante de este derecho estriba en que facilitaba el acceso a la ciudadanía romana a aquellos que hubiesen ejercido algún cargo público en alguna de estas ciudades. Este privilegio alcanzaba no sólo al que hubiese ejercido una magistratura, sino también a los padres, esposa, hijos y nietos del interesado. No creamos sin embargo que las concesiones de Vespasiano arrinconaron definitivamente las tradiciones indígenas. Muchas de éstas prevalecieron, especialmente en la región del noroeste, donde todavía se siguieron firmando tratados de hospitalidad mutua entre tribus y poblaciones. Todo esto viene a probar que, bajo las formas jurídicas romanas, pervivían aún los usos ancestrales.
Tito y Domiciano continuaron la obra de su padre, otorgando derechos de ciudadanía con creciente generosidad. El reinado de Domiciano significó, sin embargo, una vuelta a los procedimientos autocráticos de gobierno. El equilibrio con el Senado se rompió. El emperador centralizó el poder en su persona hasta el punto de apropiarse detítulos como el de "Señor y Dios". Se resucitó el terror que tantas víctimas había causado durante los Julio-Claudios. El patriciado reaccionó y llegó incluso a asesinar al Emperador. La dinastía Flavia fue sustituida por la de los emperadores adoptivos, también conocida como Dinastía Antoniniana (Nerva, Trajano, Adriano, Antonino Pío, Marco Aurelio y Cómodo) ya con presencia de hispanos en la más alta magistratura del Estado.

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