Cuando el comercio entre oriente y occidente se interrumpió tras el colapso de la talasocracia cretense y la aparición de los indoeuropeos en el Egeo, los baleáricos entraron en estrecho contacto con los navegantes del círculo argárico que introdujeron en sus vidas muchas de sus costumbres. Sin embargo, el influjo indoeuropeo tampoco tardaría en llegar. Pueblos instalados en Cerdeña procedentes a su vez de la península italiana, portaron consigo las construcciones ciclópeas que tal vez habían absorbido de los aqueos siglos atrás. Desde allí pasaron a Baleares desplazando a los argáricos, con la probable excepción de Formentera e Ibiza, las islas más próximas a la Península Ibérica.
Y así, en torno al 1200 a. de C. la cultura ciclópea invade también las islas Baleares. Se la conoce como cultura Talayótica, nombre tomado de los talayots o atalayas con que se conocen en estas islas algunas de sus más típicas construcciones. Los talayots son unos torreones de planta circular construidos con grandes bloques de piedra sin cementar. en su interior hay un vestíbulo que a su vez comunica con una cámara inferior, mediante un pasadizo y con otra superior, por medio de unas escaleras. La planta baja es utilizada como refugio o como recinto sagrado en el que se celebran ritos de incineración de cadáveres. La superior podría tener motivaciones defensivas.
El máximo esplendor de la cultura talayótica lo marcan las navetas, grandes construcciones ciclópeas de una forma que recuerda a una barca varada con la quilla hacia arriba. Se utilizaron como tumbas colectivas. Un último tipo de monumentos lo ofrecen las taulas (mesas), consistentes en un monolito vertical sobre el que descansa una losa rectangular a modo de plataforma. Sobre el carácter de estas construcciones es más bien poco lo que sabemos.
Cabe destacar que para tratarse de un área geográfica que no producía metales, vino o aceite, así como ningún otro producto susceptible del comercio, es significativa la abundancia de poblados (más de doscientos en Mallorca y más de cien en Menorca). Tal vez actuaron de intermediarios en el comercio de minerales o metales. Lo que parece claro es que su cultura se eclipsó rápidamente a la llegada de los colonizadores fenicios y griegos que no se hicieron esperar.
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Y así, en torno al 1200 a. de C. la cultura ciclópea invade también las islas Baleares. Se la conoce como cultura Talayótica, nombre tomado de los talayots o atalayas con que se conocen en estas islas algunas de sus más típicas construcciones. Los talayots son unos torreones de planta circular construidos con grandes bloques de piedra sin cementar. en su interior hay un vestíbulo que a su vez comunica con una cámara inferior, mediante un pasadizo y con otra superior, por medio de unas escaleras. La planta baja es utilizada como refugio o como recinto sagrado en el que se celebran ritos de incineración de cadáveres. La superior podría tener motivaciones defensivas.
El máximo esplendor de la cultura talayótica lo marcan las navetas, grandes construcciones ciclópeas de una forma que recuerda a una barca varada con la quilla hacia arriba. Se utilizaron como tumbas colectivas. Un último tipo de monumentos lo ofrecen las taulas (mesas), consistentes en un monolito vertical sobre el que descansa una losa rectangular a modo de plataforma. Sobre el carácter de estas construcciones es más bien poco lo que sabemos.
Cabe destacar que para tratarse de un área geográfica que no producía metales, vino o aceite, así como ningún otro producto susceptible del comercio, es significativa la abundancia de poblados (más de doscientos en Mallorca y más de cien en Menorca). Tal vez actuaron de intermediarios en el comercio de minerales o metales. Lo que parece claro es que su cultura se eclipsó rápidamente a la llegada de los colonizadores fenicios y griegos que no se hicieron esperar.
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