¿Quiénes fueron las gentes que acabaron con la cultura argárica? ¿De dónde provenían? ¿Qué sabemos de ellos? Desués de muchas elucubraciones, los investigadores han ido encontrando el hilo por donde desenredar el enmarañado ovillo de acontecimientos que aclararían este misterio.
Mientras en la Península florecía la cultura argárica con su potente foco sudoriental y sus ramificaciones interiores, profundos cambios habían hecho variar el curso del desarrollo cultural en el resto de Europa, todos ellos relacionados con la llegada de pueblos indoeuropeos. Se fue perfilando una comunidad relativamente avanzada que controlaba la producción y el tráfico de los metales. Sus tumbas se diferenciaban claramente de las del resto: sepultaban a sus muertos en profundos pozos cubiertos de piedras y coronados por túmulos de tierra que recuerdan lejanamente a los monumentos funerarios megalíticos. Son las gentes de la Cultura de los Túmulos.
Vivían concentrados en prósperos poblados donde la riqueza se acumulaba en todas las formas posibles, en especial en forma de joyas de plata y oro. Hacia el 1400 a. de C. su potencial cultural rompe todas las barreras y se enseñorea de las regiones periféricas. Los hombres de los túmulos acaban controlando todo el territorio comprendido entre el Dniéper y el Rhin. Su esplendor cultural y económico corrió parejo a la potencia bélica. Obligados por el excedente demográfico, por el clima o por la presión de otros pueblos, los hombres de los túmulos se pusieron en marcha hacia el sur. Desde este momento sus muertos no volverán a reposar como antaño: sus cadáveres serán quemados, sus cenizas recogidas en urnas de barro y éstas depositadas bajo tierra. De este modo se llega a la etapa cultural conocida como Cultura de los Campos de Urnas.
Parte de los emigrantes se dirigieron hacia Grecia, otros acabaron en Italia y muchos se dirigieron a Francia. Muy poco después se encenderían las hogueras que reducirían a pavesas los poblados argáricos, era cuestión de tiempo. Contemporáneamente aparecen en toda el área peninsular signos inequívocos de que algo ha cambiado profundamente: la Primera Edad del Bronce que se había desarrollado bajo la cultura del Argar deja paso a la Segunda Edad del Bronce, iniciada a raíz de esta invasión indoeuropea.
De estos invasores no nos han quedado aldeas ni tumbas. Lo poco que nos legaron fueron lotes de armas de bronce reunidas en cantidades considerables (¿escondrijos?) También pudo ocurrir que los mercaderes ambulantes las acumulasen en depósitos o que se tratase de ofrendas votivas (hay teorías para todos los gustos). Lo que está claro es que el bronce ahora se emplea exclusivamente en la elaboración de armas, lo que indica una escalada belicista. Incluso la proporción de estaño es superior a la argárica (luego el mineral procede del norte). La cerámica es excisa, cuando el barro estaba todavía húmedo se rayó profundamente a punzón y los surcos se rellenaron con pasta de un color distinto haciendo que la pieza acabada quedase como si hubiese sido pintada.
Los recién llegados, después de recorrer la Península y explorarla, se decantaron por asentarse en las zonas donde más abundaban los metales y adoptaron una vida mucho más sedentaria. Se fueron concentrando en la franja occidental de la Península, desde Galicia - tierra de estaño, no lo olvidemos - hasta Huelva pasando por el Algarve. En todas estas áreas adoptarán muchos de los elementos propios de las culturas que los habían precedido, asimilando asimismo su tradición comercial y marinera.
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Mientras en la Península florecía la cultura argárica con su potente foco sudoriental y sus ramificaciones interiores, profundos cambios habían hecho variar el curso del desarrollo cultural en el resto de Europa, todos ellos relacionados con la llegada de pueblos indoeuropeos. Se fue perfilando una comunidad relativamente avanzada que controlaba la producción y el tráfico de los metales. Sus tumbas se diferenciaban claramente de las del resto: sepultaban a sus muertos en profundos pozos cubiertos de piedras y coronados por túmulos de tierra que recuerdan lejanamente a los monumentos funerarios megalíticos. Son las gentes de la Cultura de los Túmulos.
Vivían concentrados en prósperos poblados donde la riqueza se acumulaba en todas las formas posibles, en especial en forma de joyas de plata y oro. Hacia el 1400 a. de C. su potencial cultural rompe todas las barreras y se enseñorea de las regiones periféricas. Los hombres de los túmulos acaban controlando todo el territorio comprendido entre el Dniéper y el Rhin. Su esplendor cultural y económico corrió parejo a la potencia bélica. Obligados por el excedente demográfico, por el clima o por la presión de otros pueblos, los hombres de los túmulos se pusieron en marcha hacia el sur. Desde este momento sus muertos no volverán a reposar como antaño: sus cadáveres serán quemados, sus cenizas recogidas en urnas de barro y éstas depositadas bajo tierra. De este modo se llega a la etapa cultural conocida como Cultura de los Campos de Urnas.
Parte de los emigrantes se dirigieron hacia Grecia, otros acabaron en Italia y muchos se dirigieron a Francia. Muy poco después se encenderían las hogueras que reducirían a pavesas los poblados argáricos, era cuestión de tiempo. Contemporáneamente aparecen en toda el área peninsular signos inequívocos de que algo ha cambiado profundamente: la Primera Edad del Bronce que se había desarrollado bajo la cultura del Argar deja paso a la Segunda Edad del Bronce, iniciada a raíz de esta invasión indoeuropea.
De estos invasores no nos han quedado aldeas ni tumbas. Lo poco que nos legaron fueron lotes de armas de bronce reunidas en cantidades considerables (¿escondrijos?) También pudo ocurrir que los mercaderes ambulantes las acumulasen en depósitos o que se tratase de ofrendas votivas (hay teorías para todos los gustos). Lo que está claro es que el bronce ahora se emplea exclusivamente en la elaboración de armas, lo que indica una escalada belicista. Incluso la proporción de estaño es superior a la argárica (luego el mineral procede del norte). La cerámica es excisa, cuando el barro estaba todavía húmedo se rayó profundamente a punzón y los surcos se rellenaron con pasta de un color distinto haciendo que la pieza acabada quedase como si hubiese sido pintada.
Los recién llegados, después de recorrer la Península y explorarla, se decantaron por asentarse en las zonas donde más abundaban los metales y adoptaron una vida mucho más sedentaria. Se fueron concentrando en la franja occidental de la Península, desde Galicia - tierra de estaño, no lo olvidemos - hasta Huelva pasando por el Algarve. En todas estas áreas adoptarán muchos de los elementos propios de las culturas que los habían precedido, asimilando asimismo su tradición comercial y marinera.
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