El pastoreo combinado con la agricultura obstaculizaba el nomadismo. De este modo se fue adquiriendo un sistema de sedentarización paulatina. Se talaron o quemaron bosques; las cenizas proporcionaban en principio un abono complementario al suelo despejado que se iba a sembrar, se sembraba y el poblado permanecía en la zona hasta la época de cosecha o hasta el agotamiento del terreno, momento en que levantaban sus tiendas y se desplazaban a otro lugar. La esquilmación continua de los suelos debió provocar migraciones masivas por toda Europa, lo que conllevaría un enriquecimiento cultural mutuo no exento de enfrentamientos entre clanes y tribus.
Conforme las técnicas de cultivo se fueron perfeccionando se observó que las plantas crecían mejor en las tierras que habían sido frecuentadas por animales pues estaban abonadas por su estiércol. Igualmente se practicaron, entre muchos otros métodos para mejorar la productividad, el cultivo rotatorio, el barbecho, la quema de rastrojos y la cava profunda con picos y azadas.
Cada una de las formas económicas descritas, adoptadas por separado o combinadas entre sí por cada grupo humano, configuraron sus costumbres y su género de vida hasta diferenciar profundamente a unos de otros. Tal vez hubo pueblos abiertamente agrícolas y otros abiertamente pastores, esto es, cuya economía se basaba fundamentalmente en la ganadería. De los segundos cabe destacar el semita, tronco originario de los semidesiertos de Siria y Arabia, del que derivaron a lo largo de la historia numerosos pueblos. Así, de origen semítico eran los acadios, cuyo encuentro con la civilización agraria de los sumerios provocó la aparición de la cultura sumerio-acádica que florecería en Mesopotamia en torno al cuarto milenio antes de Cristo: los imperios babilónico y asirio fueron resultado suyo.
Mucho más relacionados con nuestro mundo hispánico aparecieron los hebreos, pastores semitas que, con el tiempo, adoptaron formas económicas relacionadas con la agricultura y, sobre todo, con el comercio.
Entre los pueblos dedicados al pastoreo combinado con el cultivo ocasional de tipo hortense (roturación de bosque y posterior abandono) están los indoeuropeos, surgidos en las zonas euroasiáticas. A este grupo pertenecieron multitud de pueblos, muchos de los cuales invadirían periódicamente las zonas del Mediterráneo dando lugar a los sensibles cambios culturales de épocas posteriores. Medos, persas, escitas, cierios, hititas, hurritas, aqueos, dorios, galos, celtas, godos... entre otros fueron todos de origen indoeuropeo.
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Conforme las técnicas de cultivo se fueron perfeccionando se observó que las plantas crecían mejor en las tierras que habían sido frecuentadas por animales pues estaban abonadas por su estiércol. Igualmente se practicaron, entre muchos otros métodos para mejorar la productividad, el cultivo rotatorio, el barbecho, la quema de rastrojos y la cava profunda con picos y azadas.
Cada una de las formas económicas descritas, adoptadas por separado o combinadas entre sí por cada grupo humano, configuraron sus costumbres y su género de vida hasta diferenciar profundamente a unos de otros. Tal vez hubo pueblos abiertamente agrícolas y otros abiertamente pastores, esto es, cuya economía se basaba fundamentalmente en la ganadería. De los segundos cabe destacar el semita, tronco originario de los semidesiertos de Siria y Arabia, del que derivaron a lo largo de la historia numerosos pueblos. Así, de origen semítico eran los acadios, cuyo encuentro con la civilización agraria de los sumerios provocó la aparición de la cultura sumerio-acádica que florecería en Mesopotamia en torno al cuarto milenio antes de Cristo: los imperios babilónico y asirio fueron resultado suyo.
Mucho más relacionados con nuestro mundo hispánico aparecieron los hebreos, pastores semitas que, con el tiempo, adoptaron formas económicas relacionadas con la agricultura y, sobre todo, con el comercio.
Entre los pueblos dedicados al pastoreo combinado con el cultivo ocasional de tipo hortense (roturación de bosque y posterior abandono) están los indoeuropeos, surgidos en las zonas euroasiáticas. A este grupo pertenecieron multitud de pueblos, muchos de los cuales invadirían periódicamente las zonas del Mediterráneo dando lugar a los sensibles cambios culturales de épocas posteriores. Medos, persas, escitas, cierios, hititas, hurritas, aqueos, dorios, galos, celtas, godos... entre otros fueron todos de origen indoeuropeo.
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