Este mismo año, Alfonso XII contrajo matrimonio con su prima Mercedes de orleans, hija de los duques de Montpensier, que cinco meses después moría en plena juventud, convirtiéndose en bella figura de canciones y romances.
Al año siguiente, 1879, el rey celebraba sus segundas nupcias con la archiduquesa María Cristina de Habsburgo, de la Casa imperial de Austria. Por entonces, el país, bien hallado con la libertad y el orden que disfrutaba, dejó fracasar las tentativas hechas por los partidarios de la república, señaladamente por don Manuel Ruiz Zorrilla -ahora pasado a los republicanos-, para restablecer en España esta forma de gobierno.
En política exterior, se acrecentó el territorio nacional con las adquisiciones hechas en Guinea por la expedición de Iradier Osorio en 1884, y en la costa del Sáhara toda la gran península de Río de Oro, anexionada en el mismo año por el señor Bonelli, y en la que se estableció una factoría bautizada con el nombre de Villa Cisneros.
Y aunque en 1885 Alemania intentó disputarle a España la posesión e las islas Carolinas, la prudencia del rey y la mediación del Papa evitaron el conflicto armado entre ambas naciones.
A todo trance procuró evitar la guerra el joven Alfonso XII, pues conociendo bien cuán desastrosa hubiera sido para España una contienda con Alemania, hubo de decir, según parece:
-Prefiero perder la corona antes que ver a mi patria empeñada en tal lucha.
Las inundaciones, epidemias, terremotos y otras calamidades que afligieron a España en este reinado, revelaron el gran corazón que poseía Alfonso XII, cuya vida segó la tuberculosis después de una década de reinado.
La mano del crimen había intentado abreviarla en dos ocasiones. La primera el 25 de octubre de 1878, cuando un joven tarraconés llamado Juan Oliva Moncausi, disparó un pistoletazo al monarca, sin llegar a herirlo. Fue condenado a muerte. La segunda tentativa se cometió al año siguiente, el 30 de diciembre, por Francisco Otero González, de 19 años y natural de Guntín (Lugo), quien a la puerta de Palacio, hizo dos disparos a quemarropa sobre el rey y su esposa doña Cristina, cuyas cabezas rozaron los proyectiles, pero sin producirles daño alguno. Este segundo aspirante a regicida también fue ajusticiado.
Don Alfonso XII murió, como ha quedado dicho en el Pardo, víctima de la tuberculosis, el día de Navidad de 1885, exclamando al expirar:
-¡Qué conflicto!
De su carácter llano y jovial se refieren muchas anécdotas. Cuando vino a España, uno de los alcaldes que salieron a saludarle en su viaje de Valencia a Madrid, trató de dirigirle la palabra, pero la emoción le impidió hablar.
Entonces el joven rey le dijo:
Otro día, el rey y su buen amigo el duque de Sexto regresaban a Palacio cerca ya del amanecer, después de andar unas horas de juerga. Un desconocido, borracho por completo, los cogió del brazo dirigiéndoles varias bromas. Al cabo de un largo recorrido, y no pudiendo desprenderse de él, optó el duque de Sexto por revelar su personalidad. Y, despidiéndose del inoportuno beodo, le alargó la mano diciéndole al mismo tiempo que se despedía:
-El duque de Sexto, en el palacio ducal.
Alfonso XII le imitó, expresando, ante el asombro del desconocido:
-Alfonso XII, en el Palacio Real.
Y el noctámbulo, ante esta actitud, después de meditar la respuesta, les dijo:
-Pues Pío IX, en el Vaticano. A mí no me dejáis chico.
En cierta ocasión exclamaba don Alfonso XII:
-Mi casa está hecha un infierno con la política porque mi mujer es sagastina, mi hermana canovista y yo republicano.
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