Tras el fracaso de la Primera República, el general Pavía disolvió las Cortes y se formó otra vez bajo la presidencia del general Serrano, duque de la Torre, un gobierno provisional que rigió el país con mano firme, restableció el orden y la disciplina, y acabó con el movimiento cantonal tomando la ciudad de Cartagena.
La gran preocupación de este gobierno nacional fue poner término a la segunda guerra carlista, pues los partidarios del pretendiente don Carlos estrechaban con formidable cerco a Bilbao, se apoderaron de Cuenca y amenazaban Madrid.
A combatirlos en el norte había marchado el mismo jefe del gabinete, el general Serrano. Entretanto, otro de los más prestigiosos generales, Martínez Campos, al frente de algunas tropas, proclamó rey de España, en las cercanías de Sagunto, al príncipe Alfonso XII, muy popular en todo el país, y en quien, como ya se dijo antes su madre Isabel II había abdicado previamente la corona.
El gobierno provisional ordenó la detención de don Antonio Cánovas del Castillo, partidario decidido del nuevo rey, pero la adhesión a este movimiento monárquico de la mayor parte de las fuerzas del ejército y entre ellas las de la guarnición de Madrid con su capitán general Fernando Primo de Rivera, determinó el inmediato triunfo de la Restauración.
Y así el nuevo monarca Alfonso XII fue reconocido y aceptado por toda la nación, tan necesitada de orden y tranquilidad.
El malogrado Alfonso XII (1874-1885), cuya juventud transcurrió junto a su madre en el destierro, era un príncipe inteligente y de una gran simpatía personal. En un manifiesto a la nación, llamado de Sandhurst porque fue firmado por el príncipe de Asturias en este colegio inglés, donde cursaba sus estudios, aseguró el rey que nunca dejaría de ser "un buen español y un buen católico", e inició una política de reconciliación, consiguiendo que, al menos aparentemente, se aplacaran todos los odios políticos.
Don Alfonso XII encargó a Cánovas del Castillo, jefe del partido Conservador-liberal, que formara gobierno. Acto seguido las Cortes elaboraron la Constitución de 1876, la de más vigencia en España hasta la fecha (rigió hasta 1931), la cual estaba basada en ideas conciliadoras.
Mientras tanto, el ejército ponía término a la guerra carlista, después de que el general Martínez Campos se apoderase de la plaza fuerte de la Seo de Urgel, tras de lo cual don Carlos repasó el Pirineo seguido de algunos fieles.
Al mismo tiempo se lograba pacificar la isla de Cuba con el pacto de Zanjón, suscrito en 1878; por lo cual llevó el nuevo monarca el sobrenombre de "Pacificador".
No hay comentarios:
Publicar un comentario