Los hombres descendientes de los cromañones paleolíticos eran gentes de cabezas mesocéfalas, esto es, bien proporcionadas. Los levantinos, en especial los de la cultura del Algar, tenían la cabeza más bien alargada, de tipo dolicocéfalo, parecida a la de sus contemporáneos norteafricanos. Pero en el tercer milenio antes de Cristo hacen su aparición unas gentes constituyentes de un tercer grupo étnico, esta vez braquicéfalo, es decir, de cabezas casi redondas que, procedentes del norte, se extendieron hacia el oeste peninsular ocupando las costas atlánticas. Diríase de ellos una especie de imperio cultural con base económica y afinidades muy bien definidas. Sus misteriosas ideas invadieron Europa y, con ellas, sus productos, entre ellos los descomunales monumentos funerarios. Estamos, sí, ante la cultura de los megalitos. Desde Antequera en el sur hasta Galicia, Asturias y País Vasco tenemos vestigios de su presencia, unos vestigios que estudiaremos cuando profundicemos en la evolución del arte hispánico.
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