28 dic 2013

LA CULTURA DE LOS MILLARES

Hacia el 2200 a. de C., el pueblo megalítico, después de haber asimilado en su creciente esplendor la antigua cultura meridional de las cuevas, se pone nuevamente en marcha hacia el este, donde tropieza con gentes menos pacíficas: los rudos mineros del foco cultural almeriense. Todo indica que el encontronazo entre ambas culturas fue bastante violento, como atestiguan las ruinas de algunos poblados almerienses excavados. El de Campos, por ejemplo, a pesar de su doble cinturón de murallas, fue tomado al asalto y entregado al fuego: todavía se pueden ver señales de los techos desplomados.
Los hombres del oeste avanzaron victoriosos hasta la costa mediterránea y se pusieron así en contacto dos culturas que acabaron por comprenderse y enriquecerse entre sí. Aparece en Almería la cultura de los Millares, en la que se difunden las creencias y los monumentos megalíticos, así como el vaso campaniforme, del que hablaremos en otra ocasión. El expansionismo tradicional de la cultura almeriense se incremento todavía más con el impulso militar de sus conquistadores y los inquietos pueblos mineros se desperdigaron hacia el norte hasta topar, a la altura de Cataluña, con el foco de la cultura campaniforme.
Conociendo el cobre a través de los almerienses, los hombres de los megalitos se aficionan a él y comienzan a monopolizar la explotación de los yacimientos locales. Ciudades y murallas se reconstruyen y comienza la etapa en la que el cobre se utiliza, ahora sí, a muy gran escala: con él se hacen hachas, cinceles, leznas, punzones, sierras, cuchillos, puñales y puntas de flecha.
Como quiera que al mismo tiempo se populariza la cerámica campaniforme, la tradicional cerámica lisa de la región comienza a cubrirse de incisiones con figuras estilizadas de ciervas y también de ojos, aquellos ojos omnividentes de las divinidades pastoriles de tiempos pretérito que ya hacía tiempo aparecían en las pinturas de las cuevas y en los grabados de los sepucros megalíticos.
El esplendor de aquella sociedad se evidencia, no obstante, en su joyería. Se hacen cuentas para collar de los más hermosos materiales: abundan los peines de marfil, los brazaletes y los colgantes de cobre con sus plaquitas de pizarra de diversas formas y grabados variadísimo.
La fiebre del cobre, pues, sacude todo el mundo megalítico y, volviendo por el camino que les trajo al Mediterráneo, las técnicas metalúrgicas y mineras almerienses se difundieron por primera vez por todo el valle del Guadalquivir: he ahí el momento en el que se descubren los riquísimos veneros de Ríotinto. He aquí el momento de mayor esplendor del megalitismo y su cultura; pero sus reservas de metal provocan un equilibrio económico ampliamente favorable para ellos y fatal para los demás pueblos, que son sistemáticamente asimilados por sus más poderosos (y mejor armados) rivales.

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