Al belicoso Alfonso I sucedió en el trono de Asturias su hijo Fruela I (756-768), el cual también alcanzó importantes victorias contra los árabes. El reinado de Fruela I, en realidad, se consumió en peleas contra sus compatriotas vascos y gallegos. Los vascos, aferraddos a sus viejas costumbres, no aceptaron a Fruela. Tan ociosos les eran los califas cordobeses como los reyezuelos de la costa cantábrica. Tampoco los gallegos simpatizaron mucho con Fruela I. Y se alzaron contra él cuando éste obligó a los sacerdotes a permanecer en celibato perpetuo y forzó a los casados a deshacer sus vínculos conyugales y paternos. Ni que decir tiene que la orden perturbadora entraba, en cualquier caso, en la jurisdicción del pontífice Paulo. Pero Fruela I se adelantó al Papa de su tiempo y a otros 58 que rigieron la Iglesia hasta Gregorio VII, quien pasados tres siglos impondría el celibato en el clero católico.
Fruela I reprimió severamente la protesta gallega y luego concertó un acuerdo pacífico con los árabes, por el cual Abderramán se comprometía a no atacar el Norte, ni Fruela descender al Sur a estorbar el gobierno agareno.
Mas un buen día Fruela I asesinó a su hermano por miedo a que sus súbditos le otorgaran la corona, pues gozaba de merecido respeto por su conducta intachable. Ello hizo que los nobles, indignados, mataran al monarca en Cangas de TIneo. La corona fue dada a su pariente Aurelio (768-774), quien reinó en paz y confirmó la tregua entre Fruela I y el califa cordobés. El buen Aurelio transmitió su cetro a Silo (774-783), yerno de Alfonso I, cuyos nueve años de reinado fueron de lo más insulsos.
A Silo le sucedió Mauregato (783-789), que al parecer era hijo de Alfonso I y de una esclava mora, llamada Sisalda. Lo más importante del reinado de Mauregato fue la aparición de la herejía de Félix y Elipando (el uno obispo de Urgel y el otro metropolitano de Toledo), quienes sostenían que Jesucristo no es hijo verdadero de Dios, sino "hijo adoptivo". Esta herejía fue condenada por los Concilios de Narbona y Franckfort. Elipando, además, tuvo aspiraciones de hacer independiente de Roma a la Iglesia de España.
Tras Mauregato reinó Bermudo I el Diácono, sobrino de Alfonso I, quien vivía en un convento retirado del mundo.
Bermudo I (789-791) renunció con desgana a la vida tranquila y, tras dos años de reinado, le cedió la corona a Alfonso II el Casto y regresó al convento de donde le habían sacado.
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