8 may 2017

EL REGRESO DE FERNANDO VII "EL DESEADO" (¿DESEADO?) (I)

Las Cortes de Cádiz fueron calificadas por Brenan como un "movimiento revolucionario en que la opinión esclarecida intente imponer su voluntad sobre la masa conservadora no revolucionaria del pueblo español".  Esta minoría "esclarecida" de pequeños grupos liberales organizan las Cortes y plasman sus ideas en una labor legislativa altamente ambiciosa.
Debemos afirmar con Jover "el dramático divorcio entre una clase media intelectual, que ignora a su pueblo, y un pueblo habituado a la ciudadanía, que carece de respeto y de confianza en la clase intelectual".  El pueblo permanece al margen de las doctrinas políticas y se mueve más por vivencias y sentimientos que por ideas y razonamientos.  ¿Cómo comprenderá la jerga constitucional el pueblo español compuesto por un 94% de analfabetos?
El rey y la religión son para el pueblo dos mitos que representan todo lo bueno y gozan de mucha más confianza que la minoría intelectual del país.
Digámoslo claro: las Cortes de Cádiz no son la emanación del pueblo ni los representantes de la voluntad soberana de éste, ya que no han sido elegidos por sufragio popular y, por tanto, su composición no es en absoluto democrática.
El divorcio entre los liberales de las Cortes de Cádiz y el pueblo o hay que achacarlo al carácter reaccionario del pueblo, pues éste dio a luz formas típicamente revolucionarias,como las juntas provinciales y el ejército popular, con partidas y guerrillas.  La razón estriba en por qué la burguesía no encabezó el movimiento de las juntas y no aprovechó su potencia revolucionaria, en por qué este potencial revolucionario fue utilizado por las fuerzas reaccionarias para la defensa de sus intereses.  Y es que los liberales no pasan de una toma de conciencia puramente intelectual, sin duda porque no existe una auténtica clase burguesa con unos intereses definidos.  en este aspecto se puede decir que las Cortes de Cádiz legislan en el vacío.
La ocasión no podía ser más favorable para la realización rápida y fulminante de la revolución burguesa: 1812 fue un año terrible, un año de hambre y malas cosechas; a los efectos de la culminación de un período inflacionista se añadieron los efectos destructivos de la guerra total y abierta contra los franceses.  Una clase burguesa, unida, por la guerra patriótica, a un pueblo en armas organizado en guerrillas, exasperado por la miseria y la lucha, hubiera hecho de las juntas el instrumento revolucionario de las partidas y la milicia nacional y, por ende, de las Cortes el sancionador estrepitoso de sus intereses.  Un rey "prisionero", una nobleza dispersa y una Iglesia interesada y a la defensiva, no hubieran podido contener la revolución de la crisis por la acción revolucionaria.
Los estamentos privilegiados encabezan la oposición conservadora.  Son hostiles al liberalismo porque trata de arrebatarles sus riquezas y sus posesiones privilegiadas, al considerarlas incompatibles con las necesidades de un Estado moderno.
Protestan el Consejo de Castilla, las audiencias provinciales, los ayuntamientos antiguos.  Los nobles se quejan de la abolición de los señoríos, y los funcionarios municipales y señoriales "sin empleo" obstaculizan la aplicación de las leyes de las Cortes.
El clero, atacado en su disciplina, doctrina, privilegios y propiedad, asegura firmemente su influencia sobre un pueblo analfabeto.  Recordemos que el clero tenía unos ingresos anuales de más de mil millones de reales; más de 3.000 conventos y un número aún mayor de parroquias, ermitas, santuarios, abadías y catedrales.  El clero, desde púlpitos y plazas, galvaniza a un pueblo que le es deudor de su instrucción (el catecismo) y en casos apurados de su vida (la sopa boba y el paso de las almas al otro mundo).

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