25 feb 2017

TRAFALGAR

Todas las potencias del continente se aprestan a defenderse del imperialismo francés, menos España, que aparece como aliada.  La neutralidad deseada por España era insostenible.  Hasta cierto punto se comprende esta postura, ya que España contaba con intereses ultramarinos y se sentía obligada a defenderlos frente a la agresividad inglesa, que, injustificadamente, capturaba fragatas españolas cargadas de plata cuando venían de América, y atacaba, en plena paz, a las colonias americanas.  Además, la dinámica interna empujaba a Godoy a echarse en brazos de Napoleón, ya que en la corte existía un partido anglófilo; en torno al hijo del primogénito de Carlos IV se estaba formando un partido, llamado "fernandino", hostil al príncipe de la Paz, y, por añadidura, el matrimonio del futuro Fernando VII con la napolitana María Antonia también reflejaba odio a Godoy y anglofilia declarada.
El plan de Napoleón era sencillo.  Los barcos franceses y españoles evitarían el choque con el grueso de la flota sajona y tratarían de dividirla, amagando los españoles sobre las Antillas para atraer a los ingleses hacia América.  Luego la flota española volvería rápidamente y, junto con la francesa, atacaría a parte de la escuadra inglesa que se hubiera quedado a este lado del Atlántico.  Entonces, los 100.000 hombres que tenía preparados Napoleón en Boulogne atravesarían el canal y, una vez puesto el pie en suelo inglés, la guerra estaría ganada.
Pero las órdenes de Napoleón no pudieron cumplirse sino con vacilaciones y retrasos, ya que, según Nelson, el emperador "no tomaba en consideración el tiempo ni la brisa".  La maniobra de diversión resultó un rotundo fracaso; el almirante Nelson desbarató el plan al no alejarse de las costas europeas; los barcos españoles y franceses sólo pudieron juntarse parcialmente.  Napoleón desesperaba en Boulogne y apremiaba a su almirante, Villneuve.  Pero Villneuve, tras un roce con la escuadra inglesa en el cabo de Finisterre, entraba en Vigo, para recalar en Cádiz, donde en unión de la escuadra española quedó casi bloqueado.
Cerca de Cádiz y a cuatro leguas del cabo Trafalgar se dio la batalla decisiva el 20 de octubre de 1805.  Nelson supo coger viento y atacó de flanco en el momento propicio.  Los hispano-franceses se vieron envueltos y les fallo el material de la flota conjunta.  Se luchó con ardor y vencieron los ingleses, aunque a costa de grandes pérdidas de hombres y barcos.  Es de sobra conocido el comportamiento excepcional del duque de Gravina, Cosme Churruca, de Galiano, de Cayetano Valdés, de Ignacio de Álava, de Pareja, Alcedo, Gradoqui, Argumosa, y de tantos otros que derrocharon pericia y valor.  Es de destacar también la bravura de los franceses Magon, Cosmao, Lucas, Baudoin y Camas.  El propio Nelson murió y Villeneuve cayó prisionero y se suicidó.
La flota española dejó de existir y Napoleón ya no contaba con invadir Inglaterra.
Hasta este momento España necesitaba del ejército francés y Francia de la escuadra española, pero deshecha la flota en Trafalgar, las esperanzas se vienen abajo y la vinculación a la Francia napoleónica será total.  Godoy tratará de jugar a la habilidad, pero al impedírselo la fuerza francesa conduce a España a la catástrofe.
La situación de Godoy se vuelve agónica.  A él se le hace responsable de la destrucción de la marina, de la paralización del comercio, del bloqueo de las colonias por los ingleses y de querer eliminar al príncipe de Asturias.  Dejado llevar de su ambición y deseo de seguridad, entabla unas graves negociaciones con el emperador francés (la misión de Izquierdo).  Godoy acaricia el sueño de reinar en España o en Portugal.  Napoleón es mucho más concreto: desea dinero, hombres y la adhesión de España al bloqueo continental; por eso, una vez cobrado el subsidio de 24 millones, olvidó sus promesas.  Godoy, decepcionado, se pone en contacto con las cancillerías europeas que están formando una cuarta coalición, prepara un ejército y proclama a los españoles que ha llegado el momento de luchar contra Napoleón.
Pero Bonaparte, que por tierra era invencible, destrozó las fuerzas de la cuarta coalición en Jena.  España, más que nunca, quedaba atada de pies y manos a merced del general corso.


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