2 jun 2016

CLASES INFERIORES URBANAS EN EL SIGLO DE LAS LUCES (y IV)

Existen minorías de esclavos todavía en el siglo XVIII. En Cádiz, Sevilla y Madrid hay egros, pero más como "caprichos" que como mercancías. La duquesa de Alba tenía una esclava negra de adorno. Un corregidor de Orense compró un esclavo negro a un portugués por 2.304 reales...
Son piadosos y afectos. Las costumbres no eran con ellos precisamente dulces. Todavía Montesquieu se expresba así: "No es posible hacerse a la idea de que Dios, que es un ser tan sabio, haya puesto un alma buena en un cuerpo totalmente negro". Sin embargo, algunos ilustrados como Ward, clamarán contra este cruel comercio, y Cadalso, en sus "Cartas Marruecas", tiene palabras muy duras contra los traficantes de "madera de ébano":

"Los pueblos que tanto vocean la crueldad de los españoles en América son precisamente los mismos que van a las costas de África, compran animales racionales de ambos sexos a sus padres, hermanos, amigos, guerreros victoriosos, sin más derecho que ser los comprados negros. Los embarcan como brutos; los llevan millares de leguas desnudos, hambrientos y sedientos; los desembarcan en América; los venden en públicomercado como jumentos, a más precio los mozos sanos y robustos, y a mucho más las infelices mujeres que se hallan con otro fruto de miseria dentro de sí mismas. Toman el dinero, se lo llevan a sus humanísimos países, y con el producto de esta piadosa venta imprimen libros llenos de elegantes invectivas, retóricos insultos y elocuentes injurias contra Hernán Cortés por lo que hizo..."

Había también esclavos del Magreb, hechos por corso o por guerrillas. Eran malos servidores y se les dedicaba a trabajos en minas, carreteras, presidios o a los arsenales de Cartagena. En 1766 Sidi Ahmet liberó a más de 800 y se los llevó a África.
Otra minoría la constituían los conversos; existía contra ellos una conjura tácita, alimentada por la costumbre. Son vestigios judíos no asimilados y aliados a muerte. Como grupo, cabe destacar los chuetas mallorquines.
Hablando de minorías, aunque su pertenencia es más rural que urbana, tendríamos que citar a los vaqueros de alzada, agotes y pasiegos. Sobre todo a los primeros se les mira con mucho recelo; según se dice de ellos, son sosprechosos de fe, huelen mal, comen peor, son deformes, viven resignados en su segregación y, lógicamente, practican la endogamia.
Otro sector lo constituyen los extranjeros que vivían en España. Su número pasaba de 100.000. Al lado de jornaleros, aguadores, buhoneros y gentes de otros oficios, cuentan con muchos comerciantes acomodados, los fabricantes y obreros especializados. En 1797 se permitirá la entrada a los no católicos. Plantean unos conflictos que se reflejan en la animadversión del pueblo, en la legislación, en las emigraciones golondrina, en la influencia de los viajeros, etc.
Veamos una lista de los que se asentaron en las Españas: Alberoni, Esquilache, Grimaldi, Ward, Wall, Tanucci, Bacallar, Juvara, De Angelis, Farinelli, Alfieri, Giaquinto, Tiepolo, Casanova, Malaspina, Van Loo, Los Dumandre, Bouteloux, Kohler, Stor... (estos últimos pusieron en marcha las minas de Almadén, por cierto).
Otro aspecto a resaltar es la xenofobia. Un noble aragonés escribió en su diario: "Quisiera que este aborrecimiento que tengo a los extranjeros en España pasase a mi posteridad". Era tal el encono contra los soldados invasores, que hasta las meretrices les contagiaban, a propósito, sus enfermedades venéreas.
El artesanado está constituido gremialmente. Tiene puntos de fricción con las clases bajar urbanas y con la burguesía capitalista. Considerándoles, en general, como la élite de las clases inferiores, les hemostratado en el apartado de las clases medias.
Todavía en el siglo XVIII existían 25.581 cofradías. Campomanes alertará conra este sistema cerado. No así Capmany, que les defiende basándose en su sentido comunitario y en la carencia del resntimiento justificado del proletariado moderno.

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