21 abr 2016

LA DESIGUALDAD IMPOSITIVA

La persistencia entre la contribución que paga Castilla y la que pagan las otras divisiones políticas de las Españas es otro factor que refleja la dualidad regional. El centralismo borbónico ma se podía avenir con unas estructuras fiscales propias, que defendían a Valencia, Aragón, Cataluña, Navarra y provincias vascas como regiones independientes.
Castilla paga mayores contribuciones que el resto de España. Los impuestos que gravaban a Castilla se les llama, en la época, Rentas Provinciales. Comprendían el servicio de "millones", que era un impuesto sobre el consumo de la carne, vino, azúcar, carbón y aguardiente; la "sisa" y los impuestos personales; los servicios ordinarios y extraordinarios, que eran el fruto de unas Cortes ineficaces que no se habían podido oponer a las exigencias de la Corona; la "alcabala: el impuesto más castizo de la tributación castellana, que consistía en un tanto por ciento que el fisco recaudaba sobre todas las ventas de productos o de fincas. Se exigía cuantas veces fueran vendidos y tanto si era al por mayor como al por menor. Jovellanos dice así:

"Estos impuestos sorprehendiendo los productos de la tierra desde el momento que nacen, los persiguen y muerden en toda su circulación sin perderles jamás la vista, ni soltar su presa hasta el último instante del consumo".

Las Rentas Provinciales abarcaban también impuestos sobre la industria y el comercio, contribución de paja y untensilios, cuarteles y frutos civiles, contribución de sucesiones, impuestos sobre la seda, sosa, hielo, etc...
Sólo la alcabala y los "cientos" gravaban con un 14% el consumo en Castilla. Además, lo malo del caso de estos sistemas tributarios es que eran ineficaces, pues de todo lo recaudado sólo llegaba al rey una pequeñísima parte y el resto se escapaba por múltiples agujeros. Por otra parte, eran injustos, ya que mientras unos no pagaban nada, los pobres cargaban con el mayor peso de estos impuestos, en especial los que recaían sobre el consumo.
El régimen fiscal de Castilla creaba un ambiente que sofocaba la expansión industrial; influía en la reducción de la cantidad de productos terminados; los ricos no invertían en las empresas industriales; los hombres de talento no se dedicaban a las actividades empresariales...
Los altos tipos impositivos, la naturaleza de los impuestos y los métodos de imposición y recaudación se combinaban todos para impedir el crecimiento industrial y económico. Esto, además de la geografía del interior y otros aspectos ya señalados, contribuyeron al retraso castellano respecto a otras provincias.
En el siglo XVII Castilla pagaba 50 veces más impuestos que Aragón. En el siglo XVIII, Castilla todavía seguía pagando much más que el resto de España, aunque las estructuras fiscales cambiaron, pero no lo suficiente como para permitir una expansión económica. No queremos decir que el régimen sea la causa de un auge o un retraso económico, pero sí un elemento con fuerza para acelerar o retardar un proceso de crecimiento.
Cataluña, Valencia y Aragón se habían levantado contra Felipe V en la Guerra de Sucesión, pero fueron derrotados, y una de las consecuencias fue el que se les impusiera una estructura fiscal semejante a la castellana. Pero fue una contribución con base en los bienes e ingresos personales que no llegó a superar el 8,5%. Aparte, era un impuesto más perfecto y menos regresivo que el castellano. Así que si no fue la causa, por lo menos fue una buena base para el progreso industrial y comercial de Cataluña y Valencia.
Navarra y las provincias vascas estaban más favorecidas aún, pues continuaban con sus privilegios forales.

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