
Aunque España no hubiese declarado guerra alguna a Inglaterra, también las naves inglesas participaban activamente en el saqueo de la flota española amparadas por las patentes de corso que les proporcionaba el gobernador francés de Le Havre. Felipe II trató de impedirlo por todos los medios: tomando represalias en las naves inglesas, presionando al gobierno inglés mediante sus embajadores; pero siempre procuró evitar una abierta ruptura con los ingleses. Su error estuvo aquí: en no haber tomado las medidas defensivas necesarias para garantizar la seguridad de las comunicaciones marítimas entre España y los Países Bajos. Las consecuencias de esta equivocación no tardaron en pagarse. En 1569, los navíos que transportaban a Flandes los dineros con que el duque de Alba debía pagar las soldadas de sus tropas fueron capturados por los ingleses. Felipe, en represalia, secuestró todas las naves inglesas que había en puertos españoles. Isabel hizo lo mismo con los barcos españoles que tenía a su alcance. El balance fue favorable a Isabel, pues el botín que ella obtuvo fue infinitamente superior al que secuestró el monarca español. El Canal de la Mancha estuvo cerrado para la marina española durante más de un año, y las comunicaciones entre España y os Países Bajos quedaron totalmente desorganizadas. Entre 1568 y 1570, la crisis alcanza su máxima gravedad, aumentada por los ataques de los piratas ingleses a las ciudades españolas del Nuevo Mundo.
España había prohibido el comercio con América a todos los demás países. SIn embargo, el contrabando hizo su aparición, a pesar de la estrecha vigilancia que montaron las autoridades españolas. Bajo pretexto de refugiarse de los temporales, los contrabandistas ingleses entraban con sospechosa frecuencia en los puertos americanos, donde llevaban a cabo un tráfico ilícito de mercancías y, en especial, de esclavos negros. Uno de los más activos contrabandistas fue el inglés John Hawkins, de cuya preencia en tierras americanas entre 1565 y 1568 hay numerosos testimonios. Sorprendido en esta última fecha por la escuadra española, sus barcos fueron hundidos, menos dos, que, guiados por Hawkins y Francis Drake, lograron escapar a Inglaterra. Este incidente irritó profundamente a los ingleses, que habían financiado la empresa de Hawkins, y, en represalia, aumentaron sus acciones de corso contra la marina española, con lo que, de rechazo, lograron arruinar simultáneamente a gran número de mercaderes españoles establecidos en los Países Bajos.
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