19 abr 2015

LOS OTROS VIAJES DE COLÓN (II)

Como las noticias esparcidas por España por los descontentos que habían regresado eran poco alentadoras, costó mucho trabajo reunir gente para la nueva expedición, y entonces se recurrió al sistema de enviar a América gentes que habían sido condenadas a trabajos forzados en las minas o al destierro directamente (¿qué mayor destierro para aquella época?). Se excluían los que hubiesen asesinado con arma de fuego o saeta, los falsificadores de moneda, los herejes y los sodomitas.
El viaje, comenzado el 3 de febrero de 1498, llevó a Colón a descubrir, entre otras, la isla de Trinidad y las costas del continente, donde Colón, obsesionado, creyó haber hallado por fin el lugar donde había estado el Paraíso Terrenal. Desde allí marcharon a La Española, donde Cristóbal habia dejado como adelantado a su hermano Bartolomé, el cual, durante la ausencia del almirante, había establecido relaciones amistosas con algunos caciques y sometido a otros por la fuerza. Entre los españoles, sin embargo, reinaba la discordia. Un tal Francisco Roldán, natural de Torredonjimeno (Jaén), andaba removiendo los ánimos de los españoles y los indígenas. Otro de los expedicionarios, Adrián Mújica, andaba de guerra contra Roldán, entre otros motivos, porque le disputaba el amor de una princesa india. Al mismo tiempo, Alonso de Ojeda y Roldán también se habían enemistado a causa de los negocios que aquél organizaba a espaldas del almirante.
Colón, débil o inconsciente, en vez de reprimir con energía la rebelión de Roldán y los desmanes de los otros, accedió a negociar con Roldán en unas condiciones que le hicieron perder toda su autoridad y su prestigio. Mújica reunió gente de armas para matar a Roldán y a Colón, pero lo apresaron y fue condenado a morir en la horca, junto con sus gentes. Mientras confesaba, creyendo Colón que tardaba demasiado porque tramaba la forma de escapar, ordenó que lo arrojaran inmediatamente desde lo alto de la muralla.
Como era de esperar, en la corte llovieron las acusaciones contra Colón. Se le imputaba el deseo de erigirse en soberano de aquellas tierras, de favorecer a los mercaderes genoveses, de esquilmar a la población en connivencia con sus hermanos. Los reyes, si bie no creyeron la acusación de traidor que pesaba sobre Colón, enviaron a don Francisco de Bobadilla para que se hiciese cargo del gobierno y la justicia de las Indias. Al almirante le ordenaban que se sometiera a las medidas que se veían obligados a tomar.
Bobadilla fue muy bien acogido en La Española, sobre todo desde el momento en que, extralimitándose en el uso de las atribuciones que se le habían conferido, apresó a Cristóbal, Bartolomé y Diego Colón y, cargados de cadenas, los envió a España para que compareciesen ante Fonseca. Durante la travesía, el capitán Alonso de Vallejo quiso quitarle los grilletes al almirante, pero Colón se empeñó en presentarse ante los reyes con ellos puestos para que viesen qué clase de trato le había dado Bobadilla.

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