20 feb 2015

NAVARRA MEDIEVAL (III)

En la cúspide de la pirámide social de la Navarra bajomedieval se encuentra una nobleza compuesta por ricoshombres, caballeros e infanzones. Ya desde Carlos III se empieza a apreciar de forma clara la formación de bandos, los cuales años más tarde habrán de cristalizar en las dos grandes parcialidades que van a asolar el reino: agramonteses y beamonteses.
En cierto sentido, estos dos clanes se identifican con las dos regiones geográficas en que se divide el país: los beamonteses tendrán en el norte sus principales posiciones y se agruparán en torno al condestable Carlos de Beaumont, primo de Carlos III, y luego, alrededor de su hijo Luis, casado con una hija bastarda del monarca navarro, Juana. El linaje tenía una de sus principales posiciones en Lerín, enclave montañoso en la región de Estella. Un hermano de Luis de Beaumont, Juan, por desempeñar el priorato de la orden de San Juan, será otro de los pilares de esta parcialidad.
Los agramonteses estaban ligados a la figura de Leonel de Navarra, bastardo de Carlos II, dueño de amplios dominios en La Ribera. Su odio hacia la familia del condestable será heredado por sus descendientes, contribuyendo a activar el fuego de la guerra civil en el territorio.
Por debajo de las grandes familias se encuentra una burguesía de menestrales (los ruanos). Bajo Carlos II se hicieron esfuerzos para incrementar el comercio como base para una superación de la crisis experimentada por el reino a raíz de las epidemias de mediados del siglo XIV; pero los resultados por las razones antes expuestas, fueron bastante limitados.
Los judíos, por último, constituyen un elemento importante de la población: las aljamas de Pamplona, Estella, Monreal, Viana y Tudela se encuentran entre las más pujantes. Al producirse en Castilla los sentimientos de hostilidad antisemita desde Enrique II, una buena parte de los hebreos castellanos huirán a territorio navarro, recibiendo la especial protección de sus monarcas. Ello no fue obstáculo para que en los años sucesivos las juderías del reino sufriesen también las consecuencias de la furia general antihebraica que sacude a las poblaciones cristianas de la Península.
En lo institucional, Navarra experimenta, sobre todo a partir de Carlos II el Malo, idéntico fenómeno todos los demás estados del Occidente europeo; unas progresivas tendencias centralizadoras. De 1364 arranca la creación de la Cámara de Comptos, con cuatro oidores, a los que se añadieron dos clérigos y un notario, y desde comienzos del siglo XV un patrimonial o fiscal, encargado de velar por la buena administración del patrimonio real. En líneas generales, la Cámara de Comptos tenía por misión actuar como tribunal de justicia encargdo de todo lo relativo a la administración financiera del reino.
También desde 1423, y siguiendo el modelo adoptado en otros países del Occidente europeo, se creará eun título para el heredero de la Corona: el de príncipe de Viana.
Las Cortes navarras estaban integradas por tres estamentos: el eclesiástico, presidido por el obispo de Pamplona y del que formaban parte los priores de San Juan, Roncesvales y el deán de Tudela, aparte de los abades benedictinos. El brazo nobiliario estaba presidido por el condestable de Navarra. El tercer estamento lo formaba la representación popular de as principales universidades o municipios, designados por éstos mediante elección e insaculación. Desde mediados del siglo XV aparecerá la Diputación del Reino como organismo permanente de las Cortes.
El desenvolvimiento de la vida municipal en la Navarra bajomedieval se vio considerablemente obstaculizado tanto por la política de autoritarismo de algunos monarcas (Carlos II fundamentalmente) como por la separación en burgos, que nunca llegó a ser totalmente superada. No obstante, no hay que olvidar cómo alguno núcleos de población serán también favorecidos de forma reiterada por los Evreux: Pamplona, el valle de Baztán o Viana, beneficiarios de una serie de privilegios.
Por lo que se refiere a la vida religiosa, el obispado de Pamplona ejercía una autoridad sobre todo el reino. Algunos monasterios (Leyre, Santa María de Irache o la orden de San Juan de Jerusalén) tendrán una vida brillante.
Lugar de paso entre Francia y la Península Ibérica, Navarra se beneficiará de las corrientes culturales de ambas. Carlos III el Noble tendrá en su castillo de Olite -una de sus residencias favoritas- un foco cultural muy al gusto del "otoño de la Edad Media". Ya desde finales del siglo XIII, por fundación de Juana I, la universidad de París tiene un Colegio en Navarra.

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