10 ene 2015

LAS MERCEDES ENRIQUEÑAS (y II)

Que la nobleza constituye el principal soporte de la nueva dinastía es algo que nadie puede discutir. Sin embargo, dentro de esta primera etapa de su reinado, caracterizada por la multiplicidad de mercedes, Enrique II procuró también dar a su régimen unas bases sociales y políticas más sólidas. Es en este sentido donde la propaganda trastamarista presentó al usurpador como el continuador de la obra de Alfonso XI.
En efecto, desde el primer moento en que el Trastámara, en 1366, se hace con el poder, procura hacer compatibles su política de generosidad hacia el estamento nobiliario con un intento de aproximación -harto difícil, por otro lado- al estado llano. Es bastante sintomático en este sentido el que desde 1366 a 1371 el bastardo reúna Cortes en cuatro ocasiones (Burgos, Toro, Medina del Campo y de nuevo Toro). Su hermano Pedro I, que sepamos, sólo lo hizo en una ocasión: en Valladolid, en 1351.
Ante las ciudades, el primer Trastámara trató de presentarse como el apaciguador, después de tantos años de discordias y sangre. el deseo de que renaciera el orden en Castilla parecía general, y el nuevo monarca quiso hacerse portavoz de él. Sin embargo, ¿hasta qué punto los contactos con el estado llano fueron positivos? ¿Consiguió Enrique II alcanzar una auténtica popularidad entre la masa de la población castellana? Las continuas quejas de las ciudades parecen rendir como muy problemáticos los esfuerzos que en este sentido hizo el monarca. Las profundas raices nobiliarias del sistema constituían en este sentido una peligrosa hipoteca de pésimo efecto en las villas y ciudades, muchas de ellasentregadascontra su voluntad a un poder señorial. Algunas medidas económicas -recordemos las ya mencionadas reformas monetarias- tomadas a lo largo del período no fueron, por otra parte, eleento suficiente para aliviar las tensiones de que era víctima la masa de población en nos años en que aún había que proceder a una lenta reconstrucción del país, amenazado además por la intervención militar de las restantes potencias peninsulares.
Estas circunstancias no onstituirían, sin embargo, obstáculo grave para que el régimen trastamarista, en estos sus primeros años de existencia, procediera a un serio apuntalamiento institucional.
El Consejo Real fue uno de los primeros objetivos. En las Cortes de 1367, en Burgos, Enrique II se hizo eco de la petición de los procuradores de las ciudades, quienes solicitaron al monarca que este organismo fuera una genuina representación del reino, mediante la participación en él de representantes del estamento popular. Hasta las Cortes de Toro de 1371, sin embargo, el Trastámara no adoptó una postura definida, que, por otra parte, distaba mucho de complacer los deseos de los procuradores. El Consejo Real, con la introducción en él de letrados, se convertía en un potencial soporte de la autoridad monárquica.
La Cancillería, organismo del que emanaban los documentos reales, fue también objeto de la atención de Enrique II en las mismas Cortes de Toro de 1371, no sólo en un sentido puramente administrativo, sino también económico, al fijarse los derechos a pagar por los distintos documentos expedidos.
Pero la principal novedad en el orden institucional estuvo en la creación de la Audiencia y la Chancillería como una especie de Tribunal Supremo de Justicia. Al frente de ella estarían siete oidores, que se reunirían los lunes, miércoles y viernes de cada semana. Por debajo de ellos se encontraban seis escribanos de cámara y doce alcaides, cada uno con dos escribanos a su disposición.
En definitiva, los primeros años del reinado de Enrique II, hasta la reunión de las Cortes de Toro en 1371, son decisivos, por cuanto van a marcar una impronta en el orden social e institucional, con la que va a vivir Castilla más allá de las fronteras del propio Medievo.

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