25 nov 2014

ALFONSO X EL SABIO (VII). HERENCIAS.

Los últimos años de Alfonso X, que van desde el desilusionado retorno de Francia en 1275 hasta su muerte en 1284, fueron los más amargos de su vida. Los problemas que habían aflorado en distintos momentos de su reinado se agolpaban ahora todos en torno al rey, en un verdadero jaque final. Los musulmanes, la nobleza, los mismos problemas familiares, agitaban unos tras otros sus piezas de forma sincronizada. Parecía que un problema llevaba a otro. El rey no podía resistir...
Las relaciones de Alfonso X con el nuevo rey nazarí de Granada, Muhammad II, que empezó a reinar en 1273, parecían encauzadas por la vía de la cordialidad, después que le prometiera ayuda financiera par asu empresa imperial. Mas todo ello no pasaba de ser una astucia del grnadino, quien deseaba ver al de Castilla alejado de su reino para dirigir sus ataques a Andalucía, en unión de los benimerines africanos. Efectivamente, previa concesión de dos bases en España, Tarifa y Algeciras, el rey de Marrueos, Abu Yusuf Yacub, traslado sus tropas a Andalucía e inició un ataque en firme contra la región de Sevilla, mientras los granadinos lo hacían contra la de Jaén. Por encima de los intereses concretos que la montivaron, esta guerra ventilaba un asunto de gran trascendencia : la posesión del Estrecho de Gibraltar. Los intereses mercantiles, especialmente de algunas ciudades del Mediterráneo, como Génova, dependían en mucho de que estuviera abiera esa vía de comunicación, rápida y económica. El mismo interés tenían los centros comerciales musulmanes, los cuales , además, hacían pasar por ahí las rutas mercantiles que cubían del centro de África, uno de cuyos principales productos era el oro. Existía, pues, la misma necedidad por ambas partes, de controlar el Estrecho. Así fue como se desencadenó una larga contienda porla posesión de esa zona estratégica, la "batalla del Estrecho", que se prolongará durante casi un siglo.
Los desembarcos africanos se hicieron en el verano de 1275, cuando Alfonso se encontraba en Francia negociando con el Papa, viéndose por ello obligado a regresar precipitadamente. el primer ataque de los benimerines, que se encaminaba hacia Écija, produjo la muerte de Nuño González de Lara, adelantado de aquella frontera. El regente del reino, don Fernando de la Cerda, al tener noticias de esta derrot, se dirigió hacia allí para ponerse personalmente al frente de la defensa. Mas al llegar a Villa Real (actual Ciudad Real) cayó enfermo y falleció en agosto de ese año. Inmediatamente acudió allí su hermano y sucesor en la primogenitura, el infante don Sancho, quien con gran energía prosiguió los preparativos de la defensa, colocando a sus mejores hombres en los puntos estratégicos y reservando para sí la protección de Sevilla. Una flota que maniobraba por aguas del Estrecho alarmó al rey de Marruevos y le obligó a reembarcarse, ante la amenaza de ver cortadas sus comunicaciones con África. Antes de que acabara el año 1275, el peligro había sido conjurado. El único que quedaba en pie lo constituía la cabeza de puente que los benimerines habían establecido en España, al conservar las plazas de Tarifa y Algeciras.
La guerra, no obstante, había cobrado sus víctimas, entre ellas el arzobispo de Toledo, don Sancho de Aragón, hijo de Jaime I, muerto por los moros granadinos cerca de Martos cuando intentaba cortarles la retirada. La de mayores consecuencias, empero, aunque ocasional, había sido la del primogenito de Castilla, don Fernando de la Cerda. con su muerte se planteaba un grave problema para la sucesión. Fernando dejaba varios hijos, los conocidos infantes de la Cerda. Según la doctrina difundida por Alfonso X en las Partidas, el derecho de sucesión del padre se transmitía a los hijos en el caso de que aquél muriese antes de heredar el reino. Era el reconocimiento del derecho de primogenitura y representación, más de acuerdo con la corriente jurídica romanista. Pero la sucesión de los hijos de don Fernando de la Cerda perjudicaba al infante don Sancho, a quien, según el derecho tradicional, correspondía suceder a su hermano, si éste moría antes de heredar. El brillante restaurador del orden en Andalucía, que cada día se afirmaba más como baluarte contra la presión de los benimerines, consiguió que su derecho fuera reconocido primero por un grupo de nobles, entre ellos Diego López de Haro, y luego por el rey su padre tras oír a su consejo y especialmente a su hermano el infante don Manuel. Acto seguido, don Sancho fue jurado heredero por el reino en las Cortes de Segovia.
Sin embargo, los infantes de la Cerda habían aunado valedores para sus presuntos derechos. Fuguraba a la cabeza su abuela, la reina doña Violante, que se movió par aobtener cuanta ayuda interior pudo. En Castilla, los favorecía don Juan Núñez de Lara, y fuera, el rey de Francia, Felipe el Atrevido, tío de los infantes. Cuando Alfonso X reconoció los derechos de don Sancho, la reina huyó con sus nietos a Aragón, donde fueorn recibidos en Ariza en enero de 1277 por el nuevo monarca Pedro III, hermano de Violante. El aragonés va a intentar explotar este conflcito en provecho propio, mientras en Castilla el horizonte se ensombrecía con la ejecición de don Fadrique, un hermano del rey acusado de traición, y el prestigio de Alfonso X decrecía tras un nuevo fracaso en Algeciras, que no pudo tomar a los benimerines. En cambio, el de don Sancho no hacía sino crecer. Había muchas torcidas maniobras que se encargaban de perjudicar a uno y favorecer al otro. El judío Zag de la Maleha había entregado a don Sancho las rentas que se le habían encargado recaudar para pagar a la tropa que combatía en Algeciras, culpándole en consecuencia del desastre, ya que éstas no percibieron sus sueldos. Alfonso X lo condenó a muerte. Mas don Sancho supo aprovechar el dinero para su propia política, pagando las deudas que la reina doña Violante y sus nietos los infantes de la Cerda habían contraído en Aragón y llegando a un acuerdo con Pedro III (Requena, 1279), por el que éste se comprimetía a impedir que los infantes pasasen a Francia con su tío Felipe el Atrevido.

No hay comentarios: