16 may 2014

EL ASALTO AL IMPERIO

Durante varios siglos el Imperio soportó un bloqueo cada vez más asfixiante de pueblos de muy distinto grado de civilización, pero en su mayoría principalmente bárbaros que acechaban sus fronteras, dispuestos a lanzarse sobre la rica presa que el mundo romano les ofrecía. Es impresionante la sola enumeración de los que en el siglo III componían este "cerco de hierro". Sobre el anubio, los godos, vándalos, jutos burgundios y sármatas. Los francos y alamanes sobre el Rin. Las entonces muy ricas provincias del norte de África estimulaban la codicia de las incontables tribus beréberes y blemníes que afluían continuamente del desierto, en dirección al Magreb y a Egipto respectivamente. Al este, el poderoso y refinado Imperio sasánida no sólo entretiene a las legiones, mermando su capacidad defensiva, sino que en ocasiones inflinge humillantes derrotas: en el año 260 el emperador Valeriano fue hecho prisionero y llevado a Persépolis, donde es afrentosamente paseado por las calles y sirve de estribo al rey Sapor, quien ordena, finalmente, que muera desollado.
Pero esto no es todo. En las regiones del centro y del norte de Europa otros pueblos o confederaciones han sido desplazados de sus lugares de origen y muchos no han encontrado tierras aptas para instalarse. Ello hace que enjambres humanos que no tienen arraigo suficiente sobre el suelo que ocupan, cuando no se trata de pueblos nómadas directamente, bullan sobre la piel de Europa empujándose unos a otros.
El Imperio Romano, con sus campos bien cultivados, sus fáciles caminos, sus ciudades llenas de brillo y riqueza y la vida refinada de sus gentes, constituían sin duda un atractivo irresistible sobre aquellos bárbaros. Por otro lado, la decadencia que fácilmente observaban en él les hacía concebir la esperanza de que la presa estaba ya madura y que no precisaban más que extender su mano para cogerla.
Un último factor externo contribuyó a que esta oleada de pueblos alcanzase también nuestra península: la llegada de los hunos, pueblo asiático de raza mongólica, conocido por su fiereza. en la "guerra de los movimientos" habian sido rechazados de China. Su llegada a Europa supuso una conmoción general que obligó al desplazamiento de otros pueblos: algo así como un dominó cuyas piezas se empujan unas a otras hasta que al final caen todas.
Los alanos, de procedencia oriental y raza irania, habitaban pacíficamente el Cáucaso llevando una vida nómada. Empujados por los hunos, se tuvieron que dirigir a Europa Central. Allí se reunieron con una rama del pueblo vándalo, los silingos, y juntos, intentaron penetrar en Italia, si bien fueron rechazados por las tropas de Estilicón. Momentáneamente se replegaron hacia la zona de Alemania, a la región del Main concretamente, donde esperaron el momento oportuno para conseguir su propósito.
El pueblo godo va a sufrir también la presión de los hunos. Desde hacía tiempo habían firmado distintos pactos con Roma, que les permitió establecerse en la región entre el Danubio y el Don, al costado del Mar Negro. Las dos ramas que lo componían, los visigodos o "brillantes" y los ostrogodos o "prudentes", habían edificado sendos reinos. Los ostrogodos, que ocupaban la zona más oriental, fueron los primeros en ser atacados por los hunos, que prácticamente los aniquilaron. Los supervivientes se dejaron asimilar por los vencedores si ben algunos huyeron y se refugiaron entre los visigodos. Alertados por la suerte de sus hermanos de raza, los visigodos decidieron por fin buscar refugio seguro al otro lado del Danubio, lo cual equivalía a traspasar la frontera o limes del Imperio. Los pactos habían sido violados. Así comenzó todo. Uno se pregunta qué habría sucedido de no haber existido la presión de los hunos en aquel momento...
(continuará)

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