2 ene 2014

LAS GENTES DEL ARGAR

Es notable el contraste existente entre la abundancia de hallazgos en la región de Almería y la escasez de los mismos en el valle del Guadalquivir. Algunos expertos se decantan por la posibilidad de que los extensos cultivos del fértil valle hallan podido borrar la mayor parte de los restos, mientras que éstos se han conservado mejor en las regiones más estériles o en aquellas que quedaron despobladas al abandonarse las minas.
Pero pasemos a conocer un poco el estilo de vida de las gentes argáricas a partir de los datos arqueológicos. Desde luego no nos encontramos ante una raza nueva, ni mucho menos homogenea. Cabe destacar no obstante un rasgo común a todos los restos encontrados: su corta estatura. Los hombres medían, por término medio, entre 1,38 y 1,54 metros; las mujeres entre 1,54 y 1,62. La diferencia de estatura entre ambos sexos podría indicar una mayor mortalidad entre los hombres jóvenes o, si se quiere, una mayor longevidad entre el sexo femenino.
Tampoco puede hablarse - y esto sí que es curioso - de unidad étnica. En el Argar, por cada 87 dolicocéfalos hay 13 braquicéfalos, y este porcentaje encierra una nueva sorpresa: la maor parte de los dolicocéfalos son siempre varones, mientras que entre los braquicéfalos predominan notoriamente las mujeres. Un último dato acabará por complicar el panorama: cuatro de estas mujeres de cráneo redondo han aparecido llevando en sus cabezas hermosas diademas de plata. ¿Estamos ante la pervivencia de costumbres matriarcales propias de la cultura anterior? ¿Acaso los almerienses prefirieron como esposas a las mujeres princesas de los clanes megalíticos?
La economía argárica presenta rasgos que la definen como cerrada sobre sí misma. Cada poblado trata de producir lo que necesita para su autoabastecimiento. La única excepción es la derivada de la, al parecer, débil demanda de estaño, que sigue llegando a Almería por tierra o mar. No sabemos qué pudieron ofrecer los argáricos en contrapartida, sólo cabe suponerlo. Todo indica en definitiva que aquellos pobladores se autoabastecían económicamente y que contaban con un rudimentario comercio exterior seriamente organizado y centrado en el estaño.
La agricultura era una de sus principales fuentes de recursos. Los poblados "en alto" se verían rodeados de campos cultivados. La sequía que afectó a toda Europa durante el segundo milenio debió obligarles a realizar algunas obras hidráulicas que garantizasen el regadío de sus campos. Hay algunos testimonios notables de esta preocupación por el agua. En dos casos (Gatas y Fuente Álamo) se construyeron largas galerías subterráneas que comunicaban las acrópolis con los manantiales del valle; así el suministro de agua potable quedaba garantizado en caso de asedio.
Se han hallado también, entre el utillaje doméstico, hoces para la siega y unos instrumentos que han sido interpretados como trillos, parecidos a planchas de madera claveteadas de piedras. El grano se tostab para consumirlo directamente o se molía entre dos piedras. Tenían hornos que indistintamente usaban para cocer el pan o la cerámica y parece también que sabían aprovechar las aceitunas, suyos huesos se han hallado en abundancia, e incluso conocían el método de elaboraciónd el aceite, como indican las numerosas lamparillas de mecha que se han encontrado en los asentamientos. La ganadería parece gozar de un cierto desarrollo: bueyes, cerdos, perros, conejos, cabras y caballos se identifican en sus poblados.
La cocina argárica era variada y completa. Junto a los productos agrícolas y ganaderos abundaba el pescado, cogido con redes lastradas por cantos de pizarra, de los que nos han llegado numerosos ejemplares. La abundancia de conchas marinas o terrestres denotan un cierto gusto por los moluscos y mariscos de toda especie.
Del auge de la industria textil hay pruebas en las pesas de telar halladas, muchas de ellas apiladas por centenares en los hornos donde debían concerse. Tejían telas de lino que teñían con variados colores, destacando el rojo que extraían de los minerales. Parece claro que la gente argárica atendía solícitamente el cuidado y adorno de las personas (la abundancia de ornamentos lo atestigua). Joyas y armas abundan, efectivamente, en el círculo cultural argárico. Brazaletes realizados con alambres gruesos de metal, retorcidos en espiral o formando anillos, piezas de oro o plata o las famosas diademas son particularmente notables.

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