19 dic 2013

LLEGÓ EL AZILIENSE

En la región cantábrica, las cuevas habitadas por las gentes magdalenienses presentaban bruscamente una decadencia cultural impresionante. La industria de la piedra, ya bastante decaída, degeneró en las formas llamadas microlíticas: la inmensa mayoría de los objetos fabricados en esta época la ocuparían instrumentos pequeñísimos en comparación con aquéllos de épocas anteriores. Los más grandes apenas superaban los 3 centímetros. No sabemos a ciencia cierta qué pudo ocurrir (teorías hay muchas, todas). Lo que parece cierto es que toda la actividad se redujo a aprovechar instrumentos anteriores y reutilizarlos. Aquellos minúsculos "chismes" servían por lo menos para poner puntas a as flechas y cazar aves o pequeños roedores. La caza de aves parece haber sido uno de los principales recursos alimenticios del epipaleolítico, tanto como su gusto por el microlitismo. A esta cultura se la conoce como Aziliense, término tomado de la localidad de Mas-d'Azil, en la vecina Francia. El estudio de las cuevas de Mas-d'Azil dejó demasiadas lagunas como para poder concretar qué ocurrió en realidad.
Curiosamente hasta las pinturas rupestres padecieron la crisis cultural. Aparecieron las representaciones estilizadas o abstractas (rayas, puntos o discos). Ha sido muy interesante comparar estas representaciones con las pinturas esquemáticas levantinas de las que ya hablaremos en el futuro.
Además de sus diminutos útiles de piedra, la cultura de estos cazadores se carazterizó por un trabajo exquisito del hueso (e incluso de las espinas de pescado). Los arpones, por ejemplo, se hicieron aplanados, con doble fila de dientes. Todo un ejemplo de aprovechamiento y, sobre todo, transición de una época a otra.

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