20 may 2013

UNIÓN DE ARAGÓN Y CATALUNYA

Para resolver la cuestión del reino aragonés, se pensó en el matrimonio de Petronila con un príncipe que fuese templario, en Ramón Berenguer IV, a pesar de contar éste con muchos más años que la infanta.
Ello presupuso naturalmente la ruptura de los esponsales que se habían firmado entre el rey castellano y el aragonés. Con esta solución se atendía en parte al testamento de Alfonso I y además quedaban a salvo los derechos de Petronila, que, de acuerdo con la costumbre aragonesa transmitiría el reino a su futuro hijo, ejerciendo mientras tanto la potestad militar del mismo su marido, en este caso el Conde de Barcelona.
El rey Ramiro II se retiró al convento de San Pedro el Viejo, que es tal vez el edificio monumental más antiguo de Huesca, y en una de sus tenebrosas capillas está sepultado el Rey Monje.
Ramiro II entregó su hija, y el reino aragonés, a Ramón Berenguer IV, y exigió a sus súbditos que jurasen fidelidad al conde, si bien él conservaba el título de rey hasta su muerte.
La unión de Catalunya (Barcelona) y Aragón era ya un hecho.  Sólo faltaba que del matrimonio del conde y de la reina Petronila naciese un vástago, lo cual tuvo lugar luego, una decena de años después.
Cabe recordar que por declaración de las Cortes reunidas en este reinado, fue adoptada la ley sálica, quedando excluidas del trono las hembras (como en la España del siglo XXI). Es por esta razón que no figura doña Petronila (1137-1162) en muchas cronologías de los reyes de Aragón como tampoco tendremos una reina democrática que se llame Elena I.
Dicha señora, tan magnánima como doña Berenguela de Castilla, lejos de pretender conservar la diadema, la vio con mucho placer en las sienes de su hijo, aunque éste sólo contaba doce años, y ella no tenía más que veintiocho.
El testamento de su marido la desheredaba a ella, que era la verdadera reina de Aragón, pero lejos de protestar, aceptó con grande placer que su primogénito llevase la corona de Aragón y Catalunya, sacrificando noblemente sus derechos por la unión de dichos Estados.
Ramón Berenguer IV no usó nunca el título de rey, pero sí el de príncipe o dominador de Aragón y heredó en realidad  el Estado aragonés de su suegro Ramiro II y de los derechos que la Iglesia, en nombre de las Órdenes Militares, le cedió.
Don Alfonso II (1162-1196) de Aragón, hijo de doña Petronila y del conde de Barcelona Ramón Berenguer IV, reunió en su frente ambas corona y la unión del reino y del condado ya fue definitiva.  Y agregando a estos Estados por herencias y cesiones varios territorios transpirenaicos, entre ellos la Provenza y el Rosellón.  Además reconquistó Teruel y consiguió que Alfonso VIII de Castilla, en pago del auxilio que le prestó en el sitio de Cuenca, relevase al reino aragonés del homenaje feudal que pagaba su reino  al castellano desde los tiempos de Alfonso VII el Emperador.

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