5 mar 2013

LEYENDA DE LOS SIETE INFANTES DE LARA (I)

Uno de los sucesores de Fernán González fue Garci Fernández (970-995), en cuyo tiempo se coloca la leyenda de "Los Siete Infantes de Lara".
Se cuenta que Ruy Velázquez, señor de Villarén, casó con la orgullosa e intrigante dama doña Lambra que odiaba a los siete hijos de don Gonzalo Bustos, señor de Salas de Lara y pariente de Ruy Velázquez.
Todo ello se debía a que doña Lambra se consideraba gravemente ofendida porque al dirigirse a la iglesia la comitiva nupcial, se había suscitado una riña, pronto apaciguada por los amigos, entre un primo de la novia y González, el menor de los hijos de Gonzalo Bustos.
Esta era la razón del desprecio, del odio con que la orgullosa doña Lambra miraba al joven González.  Y, como si de él hubiera recibido un gran insulto, la altiva dama pensaba cómo podía tomar venganza de aquel apuesto infante.
Incapaz de moderar por más tiempo su rencor, llamó a un criado y le ordenó que fuese a insultar a los siete infantes de Lara, indicándole para ello un medio, el más eficaz que a la sazón se conocía.  Consistía en arrojar un cohombro lleno de sangre sobre aquel a quien se quería ofender, afrenta que se consideraba entonces como la más audaz que pudiera dirigirse aun hombre de honor.
Confiado el insolente criado en la protección de su ama, aun vestida de novia, acercóse al lugar donde estaban los siete infantes de Lara y, tomando bien sus medidas para no errar el tiro, arrojó el cohombro sobre González, corriendo inmediatamente a refugiarse a los pies de la dama, para sustraerse así de la justa ira de los sorprendidos e indignados hermanos.

Mal pecado, doña Lambra! -exclamó González-.  No me cabe duda que vos habéis dispuesto esta negra traición; pero a este esclavo insolente no le valdrá el seguro de vuestro regazo para librarse de lo merecido.

Y se dice que acto seguido se precipitaron los siete jóvenes, con las espadas desnudas, sobre doña Lambra, y sin hacer caso de sus gritos y amenazas, mataron al culpable, tiñendo con su sangre el manto nupcial de la furiosa dama.
Al enterarse Ruy Velázquez de lo ocurrido, su esposa le pidió venganza del ultraje que acababan de causarle los insolentes hermanos.  Y ya los recién casados sólo pensaron en trazar un plan para vengar la ofensa recibida.
Así pues, Ruy Velázquez fingió que había olvidado lo ocurrido e invitó a Gonzalo Bustos y a sus siete hijos a un espléndido banquete, con que quedó sellada la paz y armonía entre unos y otros.  La misma doña Lambra, disimulando su furor vengativo, abrazó en la fiesta a González, que era a quien más odiaba de los hermanos.
Pasó algún tiempo, y un día Ruy Velázquez rogó a Gonzalo Bustos que fuera a Córdoba para reclamar al rey moro una cantidad que le adeudaba.  Y añadió para convencerle:

-El importe de esta embajada lo destino a dote de mi hija, a la que deseo fervientemente casar con vuestro primogénito.

Ni qué decir tiene que la demanda del falso amigo fue aceptada en el acto y Gonzalo Bustos partió para Córdoba, siendo portador de una carta dirigida al rey moro escrita en árabe.  Pero lo que la carta pedía al soberano musulmán era que, al recibirla, diera muerte a su portador, con lo cual quedaría cancelada la deuda.

(CONTINUARÁ)

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