5 ene 2013

LEOVIGILDO Y EL MARTIRIO DE SAN HERMENEGILDO

Alarico tuvo como sucesores a sus hijos Gesaleico y Amalarico (526-531). El primero reinó muy poco tiempo; y el segundo, que ciñó la corona gracias al apoyo de un ejército enviado por su abuelo Teodorico, rey de los ostrogodos de Italia, murió en guerra contra los francos.  El motivo o pretexto d esta guerra fue el mal trato que Amalarico daba a su esposa Clotilde, hija de Clodoveo, rey de los francos; pues siendo católica esta princesa y arriano su marido, la diferencia religiosa ocasionó entre los cónyuges graves disensiones que vengaron los hermanos de Clotilde venciendo en los campos de Narbona a Amalarico, quien fue asesinado por sus tropas.
Con Amalarico terminó la dinastía "baltha", que los godos consideraban como sagrada. Los francos de Childeberto, hijo de Clodoveo, llegaron hasta Zaragoza en auxilio de los hispano-romanos, pero el enérgico general Teudis (531-548), que sucedió a Amalarico en el trono, supo rechazar a los invasores.  Luego, llevó una expedición al África para recuperar la plaza de Ceuta y otras ciudades de la Mauritania Tingitana (lo que hoy es Marruecos), pero no pudo lograrlo, y poco después era asesinado.
A continuación fueron elevados dos reyes de escasa importancia y corta duración, que se llamaron Teudiselo (548-549) y Agila (549-554).  El noble Atanagildo (554-567) se sublevó contra Agila y pidió auxilio para lograr el trono a las tropas bizantinas del rey Justiniano, que había ocupado las islas Baleares.  Pero conseguido el triunfo, Atanagildo tuvo que ceder a sus aliados una amplia zona de la Bética y la Cartaginense, entre el Guadalquivir y el Júcar.  También ocupó Bizancio la plaza de Ceuta.
Después de la muerte de Atanagildo, ocurrida en Toledo, corte ya de los reyes godos, estuvo algún tiempo el trono vacante.  Poco más tarde fue nombrado rey Liuva I (567-572) que asoció al gobierno a su hermano Leovigildo (573-586), quien después quedó reinando sólo, y se propuso realizar la unidad nacional, para lo cual llevó la guerra al país de los suevos (Galicia) y le sometió a su completo dominio.
El verdadero fundador del reino visigodo español fue Leovigildo, sin duda uno de los soberanos más poderosos de su tiempo.  Dominó todos los pueblos de la Península, venciendo incluso a los montañeses vascos, siempre rebeldes, fundando para conmemorar este triunfo la ciudad de Victoriaco (Vitoria).  Para robustecer la autoridad real, rodeó su persona por una corte esplendorosa  y él mismo vistió, por primera vez en la historia de España, el manto real, ciñó la corona y empuñó el cetro imitando a los antiguos emperadores romanos.
Quiso, además, imponer a todos sus súbditos las creencias arrianas, pero los hispanorromanos, católicos, se resistieron a esta imposición y acabaron sublevándose contra el monarca.  Al frente de la rebelión se puso el primogénito del rey, llamado Hermenegildo, que había sido nombrado por su padre gobernador de la Bética y se había convertido al catolicismo en Sevilla.  Que Hermenegildo era católico desde la niñez, debía saberlo su padre, pues había sido educado en la religión de su madre, Teodosia, la cual, como sus ilustres hermanos, San Leandro y San Isidoro, profesaba el catolicismo.  Además, Hermenegildo se había casado con Ingunda, hija de Brunequilda, que era también católica; de suerte que todos los individuos de la familia real, a excepción del propio rey Leovigildo, profesaban el catolicismo.
Advirtamos, no obstante, que no pocos autores cuestionan el parentesco de San Leandro y San Isidoro con Teodosia, la mujer de Leovigildo, sosteniendo que la primera mujer de Leovigildo, madre de Hermenegildo y Recaredo, se llamaba Richilde, y la segunda Gosvinda.  Y que a causa de las discusiones que surgieron entre ésta e Ingunda, esposa de Hermenegildo, este matrimonio se trasladó a Sevilla con honores reales, y allí conocería San Hermenegildo a San Leandro.
Sea como fuere, el hecho es que al enterarse Leovigildo de la sublevación, obró implacablemente, consiguiendo vencer a su hijo, al que hizo prisionero.  Hermenegildo fue desterrado primero a Valencia y luego a Tarragona.  Y habiéndose negado a recibir la comunión pascual administrada por un obispo arriano, sufrió el martirio en un calabozo de dicha ciudad en el año 585.
La ejecución de Hermenegildo parece que fue llevada a cabo por el duque  Sisberto, a quien el rey godo había encomendado la custodia de su hijo.  Pero no se sabe con certeza si lo hizo por orden de Leovigildo o por propio impulso, pues también se desconoce la providencia que tomó el rey respecto al duque Sisberto.  Sólo conocemos que éste fue posteriormente condenado a muerte por Recaredo.
San Hermenegildo, el mártir de Tarragona, fue canonizado en el siglo XVI por Sixto V a ruegos de Felipe II.  
Leovigildo no tardó en seguir a su hijo en el sepulcro, presa quizá de crueles remordimientos. Se afirma que al morir hizo profesión de fe católica.  Así lo asegura San Gregorio de Tours.

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