25 ene 2013

LA CONQUISTA DE BARCELONA

Hay dos hechos que pueden ser exponente de lo que ocurrió con la invasión:la capitulación del reino de Teodomiro y el matrimonio de Egilona (viuda de Don Rodrigo) con Abd al-Aziz, el hijo de Muza.  Por una parte, observamos que los visigodos se sometían voluntariamente a los invasores y, por otra, incluso se establecían enlaces familiares.
Tales hechos no fueron esporádicos; los hispano-romanos (base de la población del reino visigodo) ofrecieron al parecer, escasa resistencia y, salvo en algunas ocasiones, en que se opusieron por la fuerza y fueron reducidos, capitularon ventajosamente.
Salvo los excesos de toda acción armada, los invasores respetaron sus pactos, y a cambio de esta sumisión voluntaria, la religión cristiana (cuyo culto se celebraba exclusivamente en las iglesias), el régimen administrativo y aun el derecho visigodo, fueron respetados, si bien se exigía a cambio el pago de algunos tributos.
En estos primeros años de ocupación musulmana cambió poco el aspecto general de España: en la mayor parte dominaban los invasores, pero las gentes vivían en forma análoga al período previo.  Efectivamente, en el Norte -Cantabria y País Vasco- proseguían su vida, siempre indómita, unas gentes que no se habían doblegado fácilmente a los romanos y visigodos, y al este del Ebro hasta más allá del Pirineo, en el límite del reino visigodo, pues éste alcanzaba hasta más allá de Narbona y Carcasona, vivían aún otros hispano-visigodos que no habían sido dominados todavía, pues Tarik y Muza se habían entretenido en Zaragoza.
Una vez resueltas en Damasco las cuestiones suscitadas por los vitizanos y dado por parte de Al-Wald, el califato de Damasco, el exacto alcance de la intervención de los musulmanes en España que los convertía en conquistadores y dominadores del nuevo reino, los islamistas prosiguieron la ocupación del reino visigodo.
Inmediatamente conquistaron por la fuerza Tarragona y ocuparon, por capitulación de los visigodos, Barcelona y las demás ciudades catalanas, alcanzando los Pirineos.
Esto tuvo lugar en tiempos del valí Al-Hurr; pocos años después cruzaron la cordillera pirenaica y conquistaron las antedichas Narbona y Carcasona.  A continuación, rebasando los límites del antiguo reino, se introdujeron en el vecino reino de los francos que comenzaba a unificarse.
Pero mientras todo esto sucedía y mientras las gentes capitulaban  eran sometidas, quedaban núcleos de disconformes que, huyendo de ser sojuzgados, se refugiaban en difíciles lugares de acceso o marchaban más al norte de las fronteras. Y otros hubo que, incluso capitulando, iban a conservar, durante decenios, el espíritu de todo aquello que se perdió en la batalla de Guadalete.

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