7 dic 2012

LA RESISTENCIA A LA OPRESIÓN ROMANA

Igual que todo proceso de colonización profunda, la conquista romana de Hispania implicó violentas reacciones entre los nativos.  Y es comprensible, ya que la dominación de Romano consistía simplemente en la liberación del yugo cartaginés o en el dominio del territorio, desde el punto de vista militar, sino que se pretendía que los pueblos sometidos tributasen en metales preciosos y en parte de las cosechas.  Semejante proceder y sobre todo los vejámenes a que les sometían los gobernadores fueron incubando poco a poco en los indígenas un fuerte espíritu de rebeldía que surgió de forma violenta unos diez años después de ser expulsados los cartagineses.
La dominación romana en la Península Ibérica abarca más de seis siglos y se subdivide en dos períodos: desde Escipión hasta Augusto, que es de lucha; de Augusto hasta las invasiones bárbaras, que es de sumisión.
Conquistada Hispania por Escipión, fue declarada provincia romana y gobernada por pretores, generalmente avaros y crueles, que venían tan sólo a hacer fortuna en un territorio muy famoso por sus riquezas abrumando al pueblo con los tributos (Julio César no habría sido quien fue si no hubiese pasado primero por Gadir como gobernador, donde se lucró enormemente y pudo cubrir sus numerosísimas deudas).
Aunque el cargo de gobernador era gratuito, la provincia tenía el deber de abastecer la casa de aquel magistrado, que se componía de su familia, de la cohorte pretorio o soldados de guardia, y de una turba de parásitos y clientes del pretor. 
Los romanos dividieron Hispania en dos provincias: la Citerior, en la costa levantina con capitalidad en Tarraco (Tarragona), y la Ulterior, parte meridional, siendo Gadir (Cádiz) la residencia del pretor.
Dos príncipes celtiberos, Indibil y Mandonio se alzaron contra esta situación opresora, inmolando sus vidas en su lucha por la independencia.  De estos valerosos caudillos poco se sabe, creyéndose que eran régulos de los ilergetes, edetanos y contestanos.  Hay quien los supone hermanos naturales y oriundos de Setaba (Játiva).  Cuando se alzaron en armas, todavía estaba Escipión en Hispania y contra él lucharon heroicamente aunque sin fortuna, en los campos de Cullera, donde perdieron 12000 hombres de los 30000 que lograron reunir.  Más tarde fueron derrotados por los pretores Léntulo y Manlio, sucumbiendo Indíbil en la lucha y caído prisionero Mandonio, que fue crucificado por los vencedores.  
Sin embargo, las rebeliones parciales no acabaron por eso.  Hubo alzamientos en Gadir, los lusitanos derrotaron al pretor Emilio, los celtíberos pelearon contra los pretores Calpurnio y Fluvio, siendo vencidos en Toledo y Talavera y vencedores en Aragón y junto a umancia.  Y Castulon, Iliturgi y otras ciudades se resistieron hasta la muerte.
Como hombre idóneo para extinguir las continuas sublevaciones de los indígenas fue nombrado cónsul el íntegro y severo Marco Porcio Catón, que si no de rapaz, se acreditó de sanguinario en la Península.  Este insigne romano, apodado El Censor, trabajó en Roma para que se hiciera más suave el gobierno de Hispania y hasta llegó a constituir en el Senado el núcleo de un partido hispano, que consiguió la abolición de la pretura y el establecimiento del proconsulado, junto a otras concesiones importantes.  Catón fue soldado valeroso, magistrado íntegro y escritor distinguido.  La austeridad de su carácter se hizo proverbial en la palabra catonismo, cifra y compendio de todas las virtudes cívicas.
Por desgracia, en seguida quedó restablecida la pretura y volvió Hispania a ser víctima de los gobernantes más indignos, entre los que se distinguieron Lucio Licinio Lúculo, por su avaricia y sibaritismo, y Servio Sulpicio Galba, por su crueldad.

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