18 oct 2012

TÉCNICAS PICTÓRICAS DEL ARTE MURAL PALEOLÍTICO

Si bien en las etapas más antiguas hay un predominio del color rojo (ciclo auriñacoperigordiense) así como del negro en las más recientes (ciclo magdaleniense), merece la pena estudiar someramente las técnicas pictóricas del arte rupestre paleolítico, dado que se piensa que al pintura y el grabado pudieron tener un significado complementario y hasta sustitutivo en algunos casos.
Los colorantes empleados son tonos de rojo y ocre (desde el amarillo al marrón oscuro y violeta) y del negro.  Se obtenían de óxidos de hierro y de manganeso, de tierras y de carbones.  La pintura se aplicaba en seco con aquellos colores como lápices, o bien en pasta o líquido a base de algún aglutinante (en el caso de Altamira sabemos que se utilizó la resina de pino) mezclado con el color en polvo.
La mayoría de las pinturas del arte rupestre peninsular son dibujos monocromos hechos de diversas maneras: con simple delineación del perfil, con tintas planas o estriadas que rellenan parcialmente el interior de la figura, con trazo tamponado en puntuaciones yuxtapuestas o mediante soplado de la pintura diluida rodeando negativos de huellas de manos o rellenando partes de figuras.  Aunque se suele hablar de policromía, hemos de destacar que, en el mejor de los casos y en sentido estricto, debemos referirnos a bicromía, dado que hay muy pocos matices de color.  Son notable mayoría las pinturas negras sobre las rojas.  Obviamente destaca el impresionante conjunto del gran techo de Altamira sobre otros ejemplos bícromos como los de las cuevas de El Castillo, Ekain y Tito Bustillo.  Para conseguir el efecto de policromía en Tito Bustillo se coloreó previamente con grandes manchas de rojo el fondo rocoso que había de acoger las figuras bicromas.  Superficies cubiertas de arcilla o con la corteza de la roca banca por descalcificación acogen trazos hechos con los dedos formando siluetas de animales o delineaciones, así como grabados hechos con palos o puntas romas, tal vez de hueso.
Contornos piqueteados y de incisión repasada son excepcionales, si bien los encontramos en las figuras al aire libre de Mazouco, Siega Verde, Foz Coa y Domingo García y en algunas de interior, como las máscaras de La Hoz y partes animales de Maltravieso.
Las representaciones "de bulto" esculpidas en la roca o modeladas en el barro son desconocidas en la Península Ibérica, aunque se hayan, eso sí, aprovechado los volúmenes naturales sugestivos para representar mediante adiciones de pintura o grabado, diversos animales cual es el caso de varios de los bisontes del gran techo de Altamira y otras figuras de la misma especie del Castillo (sobre columna estalagmítica), Ekain y Venta Laperra.
De las representaciones sobre arte mueble hablaremos más adelante.
Se ha identificado, como ya decíamos, una cierta periodización de temáticas, estilos y técnicas, así como el establecimiento de ciclos o estilos.  También se han percibido "modas" dominantes en territorios. 
Los investigadores insisten en la identificación de las "manos" y de los "maestros" en la autoría de varias obras del arte prehistórico peninsular, es decir, de personas concretas cuyo estilo se advertiría en las convecciones y tratamientos más peculiares.
Dicho de otro modo, la semejanza entre obras alejadas entre sí fuerza a los investigadores a suponer la existencia de un único artista que se desplazaba para realizar sus trabajos.  Eso explicaría la evidente proximidad formal entre realizaciones rupestres y la semejanza de "manos" que se han encontrado.
En el caso de Altamira podríamos incluso hablar de superposiciones artísticas en el sentido de que podríamos distinguir diversas etapas.
-Figuras grabadas con surco intenso y continuo
-Animales y signos en tinta plana roja.
-Figuras grabadas con trazo múltiple o estriado.
-Figuras de trazo negro
-Polícromos.
No obstante de ahí a establecer las dataciones absolutas va un trecho que no vamos a tratar sumariamente aquí.

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