Los deseos de incorporar y acoplar el desarrollo intelectual del país a la dinámica del régimen y al proceso de desarrollo técnico y económico de los sectores hegemónicos, para que se produjera una armoniosa relación entre la oferta y la demanda de mano de obra (entendido está que a todos los niveles), llevó a los órganos rectores del Ministerio de Educación y Ciencia a hacer un estudio global de estas necesidades, para lo cual buscó la colaboración de amplios sectores del país, e incluso de personalidades que por su vinculación a este campo en diversos países pudieran proporcionar aportaciones valiosas. Todo este meritorio trabajo dio lugar a la publicación del primer Libro Blanco de la Educación en España, punto de partida para la confección de la Ley General de Educación, aprobada por las Cortes con un solo voto en contra el 28 de julio de 1970. La preocupación para evitar desajustes -que estaban siendo cada vez más evidentes- había llevado a I.C.E. a manifestar en 1962 que "un país se desarrolla en la medida en que su mentalidad va desprendiéndose del lastre de las ideas muertas, de los hábitos inertes, de las tradiciones vacías. Estos procesos no se operan sin dolor y no falta quien los señale y avise al coste humano del desarrollo. Es cierto que toda quiebra de viejas actitudes supone un coste, pero no merecen defensa las actitudes que son capaces de adecuarse a nuevas condiciones. Toda posición cargada de prejuicios -es decir, dispuesta a sentenciar antes de haber estudiado racionalmente los problemas-, todo aferramiento al pasado, envilece la atmósfera de un país, coarta los ensayos de renovación, defiende implícitamente la perpetuación de la ignorancia y de la miseria, obstaculiza, en fin el desarrollo".
Los problemas más acuciantes que se presentaban eran el bajo grado de educación general por la escasa dotación y alcance de la enseñanza primaria y la falta de escuelas para buena parte de la población escolar, sobre todo del medio rural. El mismo problema aparece en los suburbios de las grandes capitales, aunque paliado -al menos en parte- por la iniciativa privada. Además existe un lamentable traspaso de población infantil al mundo laboral, aun en contra de lo legislado, que supone un alarmante problema cuyas raíces hay que cortar.
El fuerte carácter clasista de la enseñanza, producto de una sociedad rígidamente compartimentada y que había estado apoyada por la primacía casi total de la educación privada sobre la estatal, especialmente en el campo de la enseñanza media, convirtió en España la asistencia a un centro no estatal en uno de los signos externos más visibles de presunción social (estupidez social que todavía persiste). Los deseos plasmados por el gobierno a través del Ministerio en 1962 de ir aumentando su peso en este campo mediante la absorción de la mayor parte del aumento de gastos de educación, se entorpecen posiblemente por dificultades financieras, ya que para el período 1958-1965 las economías privadas sufragaron más del 60% de los gastos totales en educación y formación profesional. En el campo de la enseñanza superior, los problemas dependieron tanto de una estratificación social fuerte (con escasa participación de hijos de obreros) como de masificación y dirigismo.
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1 comentario:
La falta de escuelas donde vivía (un barrio obrero a las afueras de Sevilla) hizo que empezara más tarde mi escolarización y en la enseñanza privada que suponía un gran sacrificio para el bolsillo de un obrero. Por suerte, para mí, tuve un "mecenas",desvirtuando el término, ya que no soy ninguna artista. La Ley General de Educación permitió mi acceso al Bachiller en un instituto público y ese fue el camino para la universidad que compaginé con algunos trabajos para pagar matrícula, libros, etc. Gracias. Saludos.
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