Aspiraban a gobernar pacíficamente, pero no estaban dispuestos a alterar las estructuras sociales, aunque luego, en el proceso emancipador, se mezclaran las corrientes de guerra civil, contienda internacional y lucha social.
La masa de sangre mezclada (mestizos, mulatos, zambos...) y los varios millones de indios estaban abocados al cultivo de la tierra y las minas por los sistemas de trabajo forzado (abolido teóricamente, pero mantenido en la práctica); en peor situación aún se encontraban los esclavos negros, producto de la trata de esclavos, empleados en las haciendas azucareras castellanas y, en menor grado, en las minas y el servicio doméstico. Ninguno de los pertenecientes a cualquiera de estas categorías étnicas era capaz de asimilar los fundamentos ideológicos y doctrinarios en que se apoyaba el movimiento emancipador. Salvo en México y en algunas guerras civiles, la dirección de las acciones subversivas será asumida íntegramente por los criollos.
La composición étnica en las Indias arrojaba los siguientes porcentajes a principios del siglo XIX:
-Indios, 46%
-Blancos, 20%
-Negros, 8%
-Mestizos, 26%
Dentro de los blancos, la relación entre criollos y peninsulares era de 95 a 5, lo que indica la aplastante superioridad numérica de los criollos. En toda esta estratificación se unían diferencias raciales y económicas, estableciendo un sistema de castas cerradas.
En el campo económico existía un predominio de la agricultura feudal: los grandes dominios habían sido entregados a los conquistadores y sus compañeros bajo forma de "encomiendas" o "faciendas", junto con la mano de obra necesaria para cultivarlos, lo que permitió la aparición de una aristocracia terrateniente y una economía de derroche asentada en las grandes ciudades.
La agricultura (y ganadería, que la acompañaba) es abiertamente de carácter destructivo: la abundancia de tierras lo permite. Junto a ella, y con base en la conquista y colonización, la minería en Perú (Potosí) o en México (Zacatecas, Oaxaca...) es explotada a través de la "mita" y favoreciendo el desarrollo de una aristocracia minera, complementaria de la terrateniente.
Es de citar también el monopolio comercial metropolitano, radicado primero en Sevilla y después en Cádiz, hasta que en 1778 Carlos III permitió el comercio libre de las Indias con los puertos españoles y entre las diversas provincias americanas. El monopolio suministra a España oro y plata (procedentes del "quinto" real y del pago de los productos manufacturados vendidos a altos precios).
Localizamos una mínima industria. España, a diferencia de Inglaterra, no prohibió el desarrollo de una industria artesanal activa. Incluso, a veces, la fomentó, debido a su incapacidad de suministrar a las colonias los productos necesarios; pero su desarrollo estuvo imposibilitado por la falta de libre comercio, y el auge alcanzado en algún caso (como el ejemplo de la industria de la seda) desapareció por el afán proteccionista real a la metrópoli. En el episodio final de la era colonial la economía americana se encontraba en una fase de dinamismo que hacía más sensibles las trabas impuestas por la metrópoli.
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