Hay minorías que saben leer y escribir, pero la mayoría no entienden lo que leen. Los esfuerzos de las sociedades y las escuelas para instruir a los campesinos y a sus hijos chocan contra este analfabetismo. Todo ello engendra una miseria espiritual y unas creencias en lo maravilloso que hace, si cabe, más trágico su destino. Se nota la absoluta carencia de enseñanza elemental: faltan escuelas, maestros, planes, libros... La educación es nula, arbitraria e incoherente. Los métodos didácticos, donde los hay, son duros.
Jovellanos pide una enseñanza primaria para los labradores, y razona su utilidad; pero reconoce la incapacidad de los maestros. Por lo demás, los analfabetos se dedican exclusivamente a ganarse la vida. Se lee poco, y los libros, además de escasos, son malos. Al pueblo le gustan los romances de guapezas, vidas mal forjadas, forajicos y ladrones, raptos de doncellas, crueles asesinatos, desacatos a templos, milagros supuesos, almas aparecidas y vanas devociones. Le entusiasman los almanaques y los pronósticos, o lo que es lo mismo, la superstición y el misterio. La stuación miserable del pueblo acepta supercherías, fe en la magia, todo ello fruto de largos sufrimientos y miseria.
Torres Villarroel, en once años, ganó más de 60.000 reales vendiendo pronósticos. En Valladolid se creía que una mula de 22 aos daba un cuartillo de leche del sabor de la de burra. Cerca de Haro (Logroño) eran enemigos del riego, porque decían que el agua de regar endurece y destempla las tierras. En otras zonas se creía en la degeneración progresiva de la siembra, y en que a fuerza de tiempo el trigo sembrado degeneraba en avena.
Y luego estaban los famosos milagros de Cangas de Tineo (hoy de Narcea), Frómista o el de la beata de Cuenca, una impostora que, patrocinada por algunos religiosos, fue adorada, incensada y sacada en procesión. Hay casos por cientos. La gente ayunaba cuando había eclipses; se afirmaba que a veces llovía sangre o que las campanas de las iglesias mandaban sobre el clima. De esta época salen muchas de las tradiciones y supersticiones que todavia hoy llenan los volúmenes recopilatorios de algunas regiones de las Españas y que han quedado reflejadas en grandes obras de la literatura del siglo XX, desde Álvaro Cunqueiro a Camilo José Cela.
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