El comerciante había gozado de mala prensa en la Grecia clásica, en Roma, con el cristianismo y con la Iglesia medieval. En otros países se había ido liberando; pero en España este lastre histórico, el peso de la rutina, los perjuicios de la influencia nobiliaria habían podido más que los descubrimientos americanos y nuestro trato continuo con los holandeses e italianos.
Al lado del aumento del poder del Estado y la transformación del pensamiento europeo del siglo XVIII, tenemos la conciencia de otro fenómeno: el desarrollo de la burguesía. Aunque hay que buscar sus origenes en la Edad Media, aumenta y se define en estos momentos. Son los artesanos y mercaderes que han transformado la sociedad agraria medieval en una economía floreciente de centros urbanos en crecimiento, de una industria incipiente y de unos intercambios comerciales a escala internacional.
Pasaban por alto la opinión de la Iglesia sobre la iniquidad de la usura y la santidad de la pobreza. Tenían espíritu profano y la importancia que alcanzaron explica, en gran parte, el triunfo del secularismo. Son más poderosos en los Países Bajos, Inglaterra y Francia; en España se van formando núcleos de comerciantes burgueses en el área Cadiz-Sevilla, Madrid, Barcelona y Bilbao.
En Cádiz se cuenta con una burguesía fuerte y mixta. Está muy vinculada al comercio ultramarino. Sus ricos comerciantes ostentan y despilfarran. Comercian, pero también tienen afán de encumbramiento social. Son avaros en la capitalización de sus fuertes sumas, pero también invierten en casas de mármol o en casas de recreo en Sanlúcar de Barrameda. Están en línea con la burguesía occidental. Es verdad que piden hábitos de órdenes, títulos, etc..., pero más que una prueba de espíritu nobiliario y de evasión de su clase, puede significar el eximirse de ciertas cargas sociales.
En Bilbao registramos la lucha enconada de una burguesía bilbaína con los hidalgos de la provincia. Los burgueses vascos saben lo que quieren y acabarán contagiándose e imponiéndose.
En Madrid el comercio está en función exclusiva del autoconsumo. No existe una burguesía industrial, lo que no obsta para contar con la Compañía de los Cinco Gremios Mayores, que abarca 375 miembros en 1777, cada uno dueño de un establecimiento próspero; cuenta además con más de 200 millones de capital; comercia al por mayor, abastece a la capital y al ejército, funda un banco y, en una ocasión, llega a prestarle al gobierno 30 millones de reales.
En Barcelona registramos todavía una burguesía estamental. Pero es ambiciosa y activa. Acabará imponiéndose con su industria y comercio. Se instala en las casas de las afueras: Sarriá, Gracia, Sant Gervasi. Se expande por toda España. En Cataluña empiezan a percibirse las organizaciones y unas relaciones de producción de fuerte impacto ideológio y político, que no hará sino aumentar. En el resto de España existen 12 consulados y cantidad de puertos abiertos al comercio colonial. Estos centros comerciales cuentan con agentes de importación y exportación.
Los nuevos burgueses descienden de las antiguas familias de mercaderes y de maestros de gremios. Pero su espíritu ha cambiado. La expansión y la ganancia son sus objetivos, no la estabilidad y la seguridad. Sus aventuras comerciales se enmarcan en un mundo cosmopolita. Están contentos por la protección y estímulo que reciben del gobierno, y serán, en general, un núcleo adicto a recibir las luces.
Al lado del aumento del poder del Estado y la transformación del pensamiento europeo del siglo XVIII, tenemos la conciencia de otro fenómeno: el desarrollo de la burguesía. Aunque hay que buscar sus origenes en la Edad Media, aumenta y se define en estos momentos. Son los artesanos y mercaderes que han transformado la sociedad agraria medieval en una economía floreciente de centros urbanos en crecimiento, de una industria incipiente y de unos intercambios comerciales a escala internacional.
Pasaban por alto la opinión de la Iglesia sobre la iniquidad de la usura y la santidad de la pobreza. Tenían espíritu profano y la importancia que alcanzaron explica, en gran parte, el triunfo del secularismo. Son más poderosos en los Países Bajos, Inglaterra y Francia; en España se van formando núcleos de comerciantes burgueses en el área Cadiz-Sevilla, Madrid, Barcelona y Bilbao.
En Cádiz se cuenta con una burguesía fuerte y mixta. Está muy vinculada al comercio ultramarino. Sus ricos comerciantes ostentan y despilfarran. Comercian, pero también tienen afán de encumbramiento social. Son avaros en la capitalización de sus fuertes sumas, pero también invierten en casas de mármol o en casas de recreo en Sanlúcar de Barrameda. Están en línea con la burguesía occidental. Es verdad que piden hábitos de órdenes, títulos, etc..., pero más que una prueba de espíritu nobiliario y de evasión de su clase, puede significar el eximirse de ciertas cargas sociales.
En Bilbao registramos la lucha enconada de una burguesía bilbaína con los hidalgos de la provincia. Los burgueses vascos saben lo que quieren y acabarán contagiándose e imponiéndose.
En Madrid el comercio está en función exclusiva del autoconsumo. No existe una burguesía industrial, lo que no obsta para contar con la Compañía de los Cinco Gremios Mayores, que abarca 375 miembros en 1777, cada uno dueño de un establecimiento próspero; cuenta además con más de 200 millones de capital; comercia al por mayor, abastece a la capital y al ejército, funda un banco y, en una ocasión, llega a prestarle al gobierno 30 millones de reales.
En Barcelona registramos todavía una burguesía estamental. Pero es ambiciosa y activa. Acabará imponiéndose con su industria y comercio. Se instala en las casas de las afueras: Sarriá, Gracia, Sant Gervasi. Se expande por toda España. En Cataluña empiezan a percibirse las organizaciones y unas relaciones de producción de fuerte impacto ideológio y político, que no hará sino aumentar. En el resto de España existen 12 consulados y cantidad de puertos abiertos al comercio colonial. Estos centros comerciales cuentan con agentes de importación y exportación.
Los nuevos burgueses descienden de las antiguas familias de mercaderes y de maestros de gremios. Pero su espíritu ha cambiado. La expansión y la ganancia son sus objetivos, no la estabilidad y la seguridad. Sus aventuras comerciales se enmarcan en un mundo cosmopolita. Están contentos por la protección y estímulo que reciben del gobierno, y serán, en general, un núcleo adicto a recibir las luces.
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