Los nobles siempre han mirado el comercio como una especie de degradación, y esta preocupación se ha metido hasta en algunos comerciantes, que se avergüenzan de su profesión. Tenemos una incipiente burguesía, que, en general, todavía subestima los negocios, constatándose una ausencia de espíritu emprendedor. El burgués español lo era a su pesar, o como decía el marqués de la Ensenada:
"Franceses e ingleses son comerciantes de corazón y los nuestros por la fuerza".
Aun así, este burgués cae mal en la sociedad española y tanto en los medios aristocráticos como dentro del catolicismo español, que no se aviene con ese burgués que quiere someter toda la vida humana a un ordenamiento racional, inspirado exclusivamente en criterios económicos. El hombre antiguo, el cristiano viejo, prepone los fines sobrenaturales a todo. De ahí la estimación o desestimación del comercio; las polémicas sobre la rentabilidad e interés del dinero; polémicas en torno a la introducción en España de obreros especializados extranjeros, protestantes; discusiones sobre el lujo, etc. Todo esto ponía en evidencia dos mentalidades difíciles de casar.
Estilo, pensamiento, ciencia, literatura contribuyen a la energía del burgués, que cuenta con el apoyo de todo este sentir económico y con el utilitarismo dieciochesco, apoyado incluso por el rey.
Resumiendo: el ideal católico, el ideal aristocrático y el ideal burgués son tres fuerzas que chocan entre ellas y cuyas contradicciones se reflejan en las discutidas personalidades del siglo XVIII.
La cultura de esta clase va en aumento. Los hombres de carrera, negociantes, miembros de la burocracia real son, por otra parte, los hombres preparados para recibir las luces e influencias extranjeras. Son también la clase que, predominantemente, lerr los periódicos.
"Franceses e ingleses son comerciantes de corazón y los nuestros por la fuerza".
Aun así, este burgués cae mal en la sociedad española y tanto en los medios aristocráticos como dentro del catolicismo español, que no se aviene con ese burgués que quiere someter toda la vida humana a un ordenamiento racional, inspirado exclusivamente en criterios económicos. El hombre antiguo, el cristiano viejo, prepone los fines sobrenaturales a todo. De ahí la estimación o desestimación del comercio; las polémicas sobre la rentabilidad e interés del dinero; polémicas en torno a la introducción en España de obreros especializados extranjeros, protestantes; discusiones sobre el lujo, etc. Todo esto ponía en evidencia dos mentalidades difíciles de casar.
Estilo, pensamiento, ciencia, literatura contribuyen a la energía del burgués, que cuenta con el apoyo de todo este sentir económico y con el utilitarismo dieciochesco, apoyado incluso por el rey.
Resumiendo: el ideal católico, el ideal aristocrático y el ideal burgués son tres fuerzas que chocan entre ellas y cuyas contradicciones se reflejan en las discutidas personalidades del siglo XVIII.
La cultura de esta clase va en aumento. Los hombres de carrera, negociantes, miembros de la burocracia real son, por otra parte, los hombres preparados para recibir las luces e influencias extranjeras. Son también la clase que, predominantemente, lerr los periódicos.
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