19 mar 2016

LAS CAMPAÑAS DE LA GUERRA DE SUCESIÓN (I)

No es mi propósito hacer una minuciosa historia militar de la Guerra de Sucesión, sino sólo mostrar las grandes líneas de su desarrollo, que afectaron a toda Europa y más profundamente a España. posteriormente, trataremos la problemática interior española dentro de la propia Guerra de Sucesión.
Las perspectivas de Francia en Europa no eran muy brillantes. Tenía que luchar, prácticamente sola, contra todo el cinturón aliado. Dirigían la coalición el pensionario de Holanda, Antonio Hensius, que representaba la oposición nacional de Holanda contra Francia; el príncipe Eugenio de Saboya, gran estratega, general en jefe de los nuevos ejércitos y fiel representante de la política austriaca; John Churchill, duque de Marlborough (castellanizado por el pueblo español con el nombre de "Mambrú", y de ahí lo que la cancioncilla infantil que el lector está pensando), otro gran general de la escuela de Turena, hombre de total confianza de la reina Ana, alma del sentimiento antifrancés y cabeza del partido liberal de los whigs en el Parlamento inglés.
En los primeros años de la uerra, los ejércitos de Luis XIV, luchando exclusivamente contra los imperiales, obtienen éxitos de importancia en Italia y Alemania.
Pero entre los años 1704 y 1706, los ejércitos de Marlborough, Hensius y el duque de Saboya atacan en todos los frentes a los franceses. Les aplastan en las señaladas batallas de Blenheim (13 de agosto de 1704), Ramillies (23 de mayo de 1706) y Turín (7 de septiembre de 1706). Esta guerra de fronteras, tanto en Italia como en los Países Bajos, fue perdida por los ejércitos del monarca francés, que tuvo que recluirse en su propio territorio.
El archiduque Carlos desembarcó en Lisboa en 1704. Los aliados pusieron un ejército a su disposición. La escuadra franco-española, débil y carcomida, tenía órdenes de evitar cualquier encuentro con la anglo-holandesa.
En 1705, los ingleses, con el archiduque, se presentaron ante Barcelona, apoderándose de ella tras quince días de asedio por tierra y por mar. Murcia y Valencia siguieron la misma suerte. En junio de 1706 el ejército anglo-portugués entró en Madrid. La comprometida causa de Felipe V parecía inevitablemente perdida.
El puerto francés de Tolón siguió siendo objeto de serios ataques. Los aliados invadieron Nápoles, Cerdeña, Orán y amenazaron Sicilia. Los ingleses, carentes de la base que pensaban situar en Tolón, asaltaron, en contrapartida, a Mahón, que sólo pudo resistir unas horas. La toma de Menorca se celebró en Inglaterra casi tanto como la de Gibraltar.
Castilla se percató de que la guerra no era dinástica, sino de unificación e integración española. Con una eficiente organización administrativa y militar, y con el apoyo francés, comenzó una valiente contraofensiva, derrotando a los aliados en Almansa y reconquistando, provisionalmente, Valencia, Aragón y parte de Cataluña.
El archiduque volvería a entrar en Madrid por segunda vez. Castilla siguió concentrada en torno a Felipe V; prosiguió la guerra -con cierto aspecto de conflicto cruzado- y se consiguieron los definitivos éxitos militares de Brihuega y Villaviciosa (8-10 de diciembre de 1710). Toda España queda entonces para Felipe V. Sólo Barcelona resiste.
La diplomacia francesa comienza sus actividades en 1705, pero Holanda no toma en cuenta estas tempranas proposiciones de Luis XIV. Lo mismo ocurriría en 1706, pero los anglo-holandeses presentaron unas exigencias económico-coloniales y políticas, fruto de su animosidad contra Francia, absolutamente inaceptables. Luis XIV era ya en aquellos momentos partidario del reparto de la monarquía española.
La crisis económica de 1709 y un más que terrible invierno imprimieron su huella en el conflicto. Comienza a sentirse un ambiente propicio a ponerle fin a la guerra, y tanto los ingleses como los holandeses estan persuadidos de que podrían imponer sus condiciones. Así se redactaron los "Preliminares de La Haya", en los que lo primero que se planteaba fue la cuestión vital de "la barrera". Exigía Holanda aquellas plazas que preotegían por el sur la frontera de los Países Bajos: Nieuport, Furnes, Ypres, Lila, Tournai, Condé, Valenciennes, Maubeuge, Charleroi, Namur, etc.
Luis XIV cede en varios puntos y llega incluso a aceptar la retirada de sus tropas de España, abandonando a su suerte a Felipe V. Las exigencias de los aliados crecen a la par que el orgullo francés queda más y más humillado. Se le exige que luche contra su nieto y pague las guerras que Inglaterra, Holanda, Austria, Saboya y Portugal hacen contra el rey de España. Es así como se entra en vía muerta, pero ante el cariz de los sucesos bélicos, el monarca galo amplía las concesiones e incluso llega a contribuir con subsidios para luchar contra Felipe V. Los aliados insisten en la efectividad que supondría que el Rey Sol luchara contra su nieto.
Esto era demasiado y se produce una nueva ruptura animada por los españoles, que contraatacan victoriosamente. El pueblo español, resuelto y fiel a Felipe V, juega una gran baza e inclina las decisiones del Rey Cristianísimo.
Dos acontecimientos van a pesar fundamentalmente en la marcha de los problemas. En Inglaterra se produce un símil de guerra civil que termina con el cambio gubernamental. El país estaba cansado de una decena de años de guerra. La prolongación sólo era grata a la política belicista de los whigs y Marlborough.
Las victorias en Europa y América podían traer una paz honrosa, y éste era el lema que los conservadores (tories) llevan al poder en 1710. Marlborough es reemplazado, y con él se perdía su objetivo: "guerra a toda costa". Los "Preliminares de Londres" entran en vía eficaz, respaldada por otro imprevisto.
En 1705 había muerto el emperador Leopoldo I y el17 de abril moría su hijo mayor, José I. Como no dejaba heredero, el archiduque, Carlos III, rey de España por gracia de los aliados, sería el emperador del Imperio con el nombre de Carlos VI.
sto reforzaba la actitud de los tories, ya que Inglaterra había entrado en guerra para lograr el equilibrio continental. La reconstrucción por Austria del Imperio del emperador Carlos V no era aceptable. Suponía el mismo problema que el de la preponderancia borbónica.
El fallo estaba echado y los ingleses reconocían a Felipe V. En los "Preliminares de Londres" Luis XIV prometía abandonar la casa de los Estuardos y reconocer a la reina Ana, así como la sucesión protestante; concedía a Inglaterra un tratado comercial ventajoso; demolía y cegaba el puerto de Dunkerque, base de la piratería francesa; aceptaba, en nombre de Felipe V, la ocupación inglesa de Gibraltar y Menorca; ayudaría a conseguir para una compañía inglesa el "asiento" de esclavos negros en las Indias españolas; renunciaba a que Francia y España estuvieran gobernadas por el mismo soberano; compensaba económica y políticamente a las potencias aliadas: tratados de comercio, barrera para Holanda, barrera para el Imperio, cuestiones italianas, etc...
Todo se le comunica a Felipe V, quien se ve forzado a aceptarlo; y aún más, Luis XIV cedería, sin consultar con su nieto, el "asiento" por treinta años, en lugar de diez, además de un terreno en las orillas del Plata, para vender a los negros bajo la inspección de un oficial; eximía de derechos en Cádiz a las mercancías inglesas, etc...
Holanda siguió reconociendo al emperador, pero los franceses, en un supremo esfuerzo, les hacen sentarse a la mesa de las negociaciones, tras destrozar a un ejército de Eugenio de Saboya, que se proponía ocupar París (Denain, 24 de julio de 1712). Las exigencias de Austria y "el caso de los catalanes" quedan aún sin resolver.
Los tratados de Utrecht y Rastadt, que luego examinaremos, cierran la Guerra de Sucesión y la hegemonía continental francesa, mientras Inglaterra emerge como potencia mundial.

No hay comentarios: