La arquitectura barroca española tiene sus principales cultivadores, a lo largo del siglo XVII, en Juan Gómez de Mora, arquitecto que aún permanece fiel a la tradición herreriana, a quien se debe la Plaza Mayor de Madrid, levantada en 1617; Francisco Bautista y Pedro Sánchez; Alonso Carbonelll, que dirigió las obras del Palacio del Buen Retiro, construido para Felipe IV por iniciativa del conde-duque de Olivares; Alonso Canos, Herrera "el Mozo" y José Jiménez Donoso. La última etapa del barroco madrileño tuvo sus mejores representantes en la familia de los Churriguera, cuyo nombre se ha dado a todo un estilo. José, Joaquín y Alberto Churriguera prolongarán hasta mediados del siglo XVIII la vigencia del estilo churrigueresco.
Mención especial merece la escultura española de los siglos XVI y XVII; en el primero destacan los nombres de Gaspar Becerra, Bautista Vázquez, Juan de Juni, León y Pompeyo Leoni, Juan Bautist Monegro y Nicolás Vergara. En el XVII, las cofradías religiosas, que alcanzan un gran desarrollo, ejercen el más poderoso mecenazgo sobre los escultores y retablistas. En Valladolid, donde en el siglo anterior habían trabajado Berruguete y Juni, florece en el XVII el gallego Gregorio Fernández; en Sevilla destaca Juan Martínez Montañés, de cuyo taller salieron Juan de Mesa y Alonso Cano, discípulos de éste último Pedro Mena, Medrano y José Mora. Pedro Roldán y su hija Luisa ("la Roldana") completan esta relación escueta de nombres.
La música española, que en el siglo XVI cuenta con figuras de la importancia de Cristóbal Morales, Francisco Guerrero, Antonio Cabezón, Francisco de Salinas y Luis de Victoria, ofrece en el XVII las de Bernardo Clavijo y otros tantos, entre los que merecen destacarsse los autores de las partituras con que se musicalizaron las obras de muchos de nuestros dramaturgos, entre ellos Calderón de la Barca y Lope de Vega. Algunas de estas obras comenzaron a llamarse "zarzuelas", al parecer porque las primeras fueron representadas en el Palacio de la Zarzuela, que el cardenal-infante don Fernando hizo construir para su solaz en las cercanías de Madrid (todo tiene una explicación). Este género alcanzó un sorprendente grado de desarrollo, y su éxitoresonante dentro de nuestras fronteras cundió pronto por el extranjero; autores hubo que compusieron zarzuelas "a lo divino". El gusto por tales espectáculos siguió vivo en España, logrando un renacimiento en tiempos de nuestros propios padres, de modo que la zarzuela o "género chico" merecería por parte de éste que les relata la Historia de las Españas, un libro aparte.
El ambiente que se respira en la España de Felipe IV rezuma frivolidad, vanidad, despreocupación; pero sería un error creer que toda España era como su Corte. Bien es cierto que así eran la mayoría de los protagonistas de la "historia oficial": magnates, generales, ministros... Pero la corrupción fue de las clases altas, las directoras, las ejemplares.
La aristocracia, favorecida por la fortuna y no encumbrada por sus propios méritos, vio cómo sus miembros se transformaron de "caballeros cristianos" en "señores". Esto, no obstante, el pueblo español seguía siendo una reserva esperanzadora de fuerzas que pronto pugnarían por levantar al país de la postración en que había caído.
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Mención especial merece la escultura española de los siglos XVI y XVII; en el primero destacan los nombres de Gaspar Becerra, Bautista Vázquez, Juan de Juni, León y Pompeyo Leoni, Juan Bautist Monegro y Nicolás Vergara. En el XVII, las cofradías religiosas, que alcanzan un gran desarrollo, ejercen el más poderoso mecenazgo sobre los escultores y retablistas. En Valladolid, donde en el siglo anterior habían trabajado Berruguete y Juni, florece en el XVII el gallego Gregorio Fernández; en Sevilla destaca Juan Martínez Montañés, de cuyo taller salieron Juan de Mesa y Alonso Cano, discípulos de éste último Pedro Mena, Medrano y José Mora. Pedro Roldán y su hija Luisa ("la Roldana") completan esta relación escueta de nombres.
La música española, que en el siglo XVI cuenta con figuras de la importancia de Cristóbal Morales, Francisco Guerrero, Antonio Cabezón, Francisco de Salinas y Luis de Victoria, ofrece en el XVII las de Bernardo Clavijo y otros tantos, entre los que merecen destacarsse los autores de las partituras con que se musicalizaron las obras de muchos de nuestros dramaturgos, entre ellos Calderón de la Barca y Lope de Vega. Algunas de estas obras comenzaron a llamarse "zarzuelas", al parecer porque las primeras fueron representadas en el Palacio de la Zarzuela, que el cardenal-infante don Fernando hizo construir para su solaz en las cercanías de Madrid (todo tiene una explicación). Este género alcanzó un sorprendente grado de desarrollo, y su éxitoresonante dentro de nuestras fronteras cundió pronto por el extranjero; autores hubo que compusieron zarzuelas "a lo divino". El gusto por tales espectáculos siguió vivo en España, logrando un renacimiento en tiempos de nuestros propios padres, de modo que la zarzuela o "género chico" merecería por parte de éste que les relata la Historia de las Españas, un libro aparte.
El ambiente que se respira en la España de Felipe IV rezuma frivolidad, vanidad, despreocupación; pero sería un error creer que toda España era como su Corte. Bien es cierto que así eran la mayoría de los protagonistas de la "historia oficial": magnates, generales, ministros... Pero la corrupción fue de las clases altas, las directoras, las ejemplares.
La aristocracia, favorecida por la fortuna y no encumbrada por sus propios méritos, vio cómo sus miembros se transformaron de "caballeros cristianos" en "señores". Esto, no obstante, el pueblo español seguía siendo una reserva esperanzadora de fuerzas que pronto pugnarían por levantar al país de la postración en que había caído.
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