
Entre los nombres de los muchos que dieron esplendor a nuestra literatura citremos también a los siguientes: Francisco de Rioja, Rodrigo Caro, Juan de Arguijo, los hermanos Lupercio y Bartolomé Leonardo de Argensola, Esteban Manuel de Villegas, Juan Rufo, Pedro de Oña, Juan de Castellanos, Bernardo de Balbuena, Cristóbal de Virués, fray Diego de Ojeda, Luis Barahona de Soto y José de Villaviciosa.
El mecenazgo real, nobiliario y eclesiástico, en conjunción con la expansividad católica de la Contrarreforma, contribuye a que durante este siglo las artes plásticas alcanzasen en España un grado de esplendor del que no faltan precedentes en el siglo XVI.
Francisco de Ribalta y José de Ribera, "el Españoleto", destacan como pintores dentro de una línea que se ha denominado naturalista. En Sevilla, en torno al taller del pintor Francisco Pacheco, se forman Alonso Cano y Velázquez, que, junto a Roelas, Zurbarán, Valdés Leal y Bartolomé Esteban Murillo, llevan a su apogeo a la escuela sevillana. De entre todos ellos destacaría como uno de los más importantes de la pintura universal Diego Rodríguez de Silva y Velázquez (1599-1660), nombrado por Felipe IV su pintos exclusivo. De él arranca la escuela madrileña de pintura, en la que se suelen colocar los nombres de Juan Bautista Martínez del Mazo, Juan de Pareja y Francisco de Palacios. Otros talleres madrileños fueron los de Pedro de las Cuevas, Francisco Rizi, Juan Carreño de Miranda y Claudio Coello.
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