Francia, entretanto, envió a Nápoles otra escuadra, mayor aún que la española; mas tuvo que volver a sus bases, después de una violenta lucha contra la escuadra española. Felipe IV nombró un nuevo virrey, e conde de Oñate, hombre en quien se reunían las dotes de un excelente militar a las de un hábil diplomático. Aprovechando los errores y excesos cometidos por los tevoltosos, atrajo a su partido a la nobleza rural y con sus fuerzas entró en Nápoles, donde se le recibió a los gritos de "Viva la paz", "Viva el rey de España".
Cuando se conoció la noticia, las principales ciudades del reino se sometieron. Oñate actuó con energía, rayana en la crueldad, llevando al patíbulo a los principales rebeldes y a sus cómplices. Semejante conducta provocó nuevas revueltas, como la de Jenaro Annese y otros, que pensaron en asesinar a Oñate y dar la corona de Nápoles a don Juan José de Austria; pero éste no se dejó alucinar y sirvió a su padre y rey y al conde de Oñate con lealtard, cumpliendo la misión que éste le confiara de arrojar a los franceses de la Toscana ocupando militarmente a Piombino y Portolongone.
También en Aragón hay noticias de una vasta conjuración contra la monarquía austriaca, destinada a sentar en el trono aragonés al duque de Híjar, don Rodrigo Sarmiento, que, como miembro de la familia La Cerda, aspiraba a suceder a Felipe IV si este moría sin sucesión. Entre los descabellados planes de los conjurados, todos ellos resentidos contra el gobierno de Madrid, parece qeu figuraba el asesinato del propio monarca como último recurso. De ser posible, sin embargo, se habría seguido un proceso escalonado en el asalto al poder. En primer lugar, se procuraría que el duque de Híjar reemplazase a don Luis de Haro en el valimiento. De no lograrse, se proclamaría rey de Aragón al duque de Híjar, para lo cual contaba con la ayuda de Francia, nación que recibiría en pago la Navarra española, el Rosellón y la Cerdaña. Cataluña quedaria independiente, pero Lérida y tortosa se incorporarían al nuevo reino aragonés. Galicia sería vendida al rey de Portugal, y con el dinero obtenido se podría sobornar al ejército real estacionado en Cataluña. todavía pensaban los conjurados en raptar a la infanta Maria Teresa para utilizarla como una pieza más en sus combinaciones. El gobierno real, sin embargo, tuvo noticia de la conjuración y la hizo abortar. Precisamente en los días en que Felipe IV celebraba su segundo matrimonio con Mariana de Austria, eran encarcelados los principales conjurados.
Igualmente en Navarra se registró también una conjura separatista. La dirigió el capitán de corazas, don Miguel de Itúrbide; mas de ella pocas noticias tenemos, fuera de la referente a la ejecución de su jefe, también en 1648.
Cuando se conoció la noticia, las principales ciudades del reino se sometieron. Oñate actuó con energía, rayana en la crueldad, llevando al patíbulo a los principales rebeldes y a sus cómplices. Semejante conducta provocó nuevas revueltas, como la de Jenaro Annese y otros, que pensaron en asesinar a Oñate y dar la corona de Nápoles a don Juan José de Austria; pero éste no se dejó alucinar y sirvió a su padre y rey y al conde de Oñate con lealtard, cumpliendo la misión que éste le confiara de arrojar a los franceses de la Toscana ocupando militarmente a Piombino y Portolongone.
También en Aragón hay noticias de una vasta conjuración contra la monarquía austriaca, destinada a sentar en el trono aragonés al duque de Híjar, don Rodrigo Sarmiento, que, como miembro de la familia La Cerda, aspiraba a suceder a Felipe IV si este moría sin sucesión. Entre los descabellados planes de los conjurados, todos ellos resentidos contra el gobierno de Madrid, parece qeu figuraba el asesinato del propio monarca como último recurso. De ser posible, sin embargo, se habría seguido un proceso escalonado en el asalto al poder. En primer lugar, se procuraría que el duque de Híjar reemplazase a don Luis de Haro en el valimiento. De no lograrse, se proclamaría rey de Aragón al duque de Híjar, para lo cual contaba con la ayuda de Francia, nación que recibiría en pago la Navarra española, el Rosellón y la Cerdaña. Cataluña quedaria independiente, pero Lérida y tortosa se incorporarían al nuevo reino aragonés. Galicia sería vendida al rey de Portugal, y con el dinero obtenido se podría sobornar al ejército real estacionado en Cataluña. todavía pensaban los conjurados en raptar a la infanta Maria Teresa para utilizarla como una pieza más en sus combinaciones. El gobierno real, sin embargo, tuvo noticia de la conjuración y la hizo abortar. Precisamente en los días en que Felipe IV celebraba su segundo matrimonio con Mariana de Austria, eran encarcelados los principales conjurados.
Igualmente en Navarra se registró también una conjura separatista. La dirigió el capitán de corazas, don Miguel de Itúrbide; mas de ella pocas noticias tenemos, fuera de la referente a la ejecución de su jefe, también en 1648.
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