20 ene 2016

ÚLTIMOS AÑOS DEL REINADO DE FELIPE II (II)

¿Y América? Todavía enviaba plata; mas ya eran clarísimos los síntomas de que algo grave se estaba gestando en el seno de aquel sistema. Por una parte, el monopolio comenzó a resquebrajarse a ojos vistas. En 1585 y 1595 Felipe decidió dar un golpe de gracia a la marina mercante holandesa. En ambas ocasiones prohibió terminantemente que los buques holandeses traficaran en los puertos de España y Portugal. Los buques que lo hicieron fueron embargados. Para los Países Bajos, tal medida significaba sin duda alguna la ruin. Ellos vivían precisamente del comercio entre España y el norte de Europa. La plata americana y los productos coloniales eran absolutamente necesarios. La sal de Setúbal era imprescindible para la industria conservera de arenques. Tras las medidas del monarca español no les quedó otro remedio que ir a buscar en los países de origen aquellos artículos, vitales para ellos. Así, desde 1594, los viajes de los holandeses al Caribe y a la América española comienzan a hacerse regulares. Como consecuencia de su presencia en aquellas aguas, las pesquerías de perlas de Santa Margarita se desorganizaron; todo el sistema de comunicaciones marítimas entre las diversas posesiones españolas en América se dislocó. Por primera vez, España tuvo que adoptar una actitud claramente defensiva en el hemisferio occidental y su monopolio de ultramar se vio cada vez más amenazado por los ataques que aumentaban en audacia, de ingleses y holandeses.
Mas no todo se debía a la presencia de intrusos nórdicos en América. La misma economía americana se había transformado profundamente a lo largo de aquellos años.
Entre los numerosos factores que habían contribuído a su evolución, tuvieron especial incidencia las catástrofes demográficas, que han de atribuirse, principalmente, a las dos grandes epidemias entre 1545-1546 y 1576-1579. Tanto en México como en Perú, la población indígena se redujo pavorosamente. Los esclavos negros transportados al Nuevo Mundo para sustituir la deficiente mano de obra indígena también eran sensibles al contagio, por lo que también ellos fueron diezmados por las enfermedades. todas las actividades que hasta entonces habían florecido gracias al trabajo de indios y negros sufrieron un fatal retroceso. Los grandes proyectos urbanísticos quedaron paralizados; la producción de las minas se redujo catastróficamente; las ciudades tuvieron qeu atender a su abastecimineto por medios diferentes, en especial haciendo trabajar a los indios en grandes latifundios, donde la actividad agraria podía organizarse on más eficacia que en los pequeños y míseros poblados.
El siglo que siguió a las grandes epidemias de 1576-1579 fue llamado "el siglo de depresión de Nueva España", siglo de contracción económica, en el curso del cual el Nuevo Mundo se cerró sobre sí mismo. Durante este siglo, poco podía ofrecer ya a Europa: menos plata, pues cada vez se hacía más costoso explotar las minas.
Esta involución de la economía americana sobre sí misma repercutió desfavorablemente en la evolución de las actividades comrciales. América comienza a autoabastecerse de lana, especialmente de México, donde se había desarrollado una industria de paños similar a la española. En Perú se producían ya cereales, vino y aceite. Cada vez necesitaban menos los productos españoles. La prosperidad de los vinateros y aceiteros andaluces toca, en consecuencia, a su fin. En realidad, el volumen de mercancías que se movieron entre Sevilla y América siguió aumentando todavía durante algunos años, hasta alcanzar su cota máxima en 1608. Pero no se trataba de mercancías españolas, sino extranjeras ,con las que las españolas no estaban en condiciones de competir. La misma industria sedera, que florecía a la sazón en Toledo, sufrió un duro golpe a causa de la competencia de las sedas chinas, que llegaban regularmente a América en el galeón de Manila. Se trató de rebajar los costos de transporte de los productos toledanos haciendo navegable el río Tajo desde Toledo hasta Lisboa. Entre 1580 y 1587, un ingeniero italiano dirigió las obras necesarias; pero en 1588 murió, y las obras, al resultar insuficientes, tuvieron que ser abandonadas. A los obstáculos naturales se unieron los que se pusieron a los propietarios de los molinos que se movían con las aguas del Tajo, instigados por las gentes de Sevilla, que veúan en aquel proyecto un peligro para el mnopolio que detentaba la ciudad andaluza. Casos parecidos se registraron en otros lugares. Los comerciantes catalanes que se lucraban de la importación de trigo siciliano, sabotearon el proyecto de poner en regadío el llano de Urgel. Las razones que hundieron estos y otros proyectos similares fueron la resistencia a invertir capitales en las obras públicas, las rivalidades personales y entre municipios y, en última instancia, una enervante inercia que quitaba tanto la posibilidad como el deseo de actuar.
Durante la década de los años noventa, la situación de las finanzas de Felipe II vuelve a ser desastrosa. Las agotadoras guerras con Francia, Inglaterra y los Países Bajos eran un callejón sin salida posible. Para colmo, dentro del suelo hispánico habían surgido problemas que impedían a Felipe enviar tropas a los teatros de guerra franceses. En efecto; si bien en Castilla se aceptaba aún la voluntad de Felipe II y Cataluña permanecía tranquila, en Aragón había topado la Corona con una fortisima oposición a los crecientes intentos de Felipe II por afirmar su autoridad en aquel reino.

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