15 abr 2015

EL DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA (y II)

Apenas amaneció, Colón y los suyos desembarcaron en la playa que habían avistado. El almirante llevaba en la mano la bandera real. Martín Alonsl y Vicente Yáñez llevaban sendas banderas, con una cruz verde en el centro y las iniciales de los reyes (F-Y) dispuestas a cada lado de la cruz. Dieron gracias a Dios, y Colón, llamando a los dos capitanes y a los oficiales reales, tomó posesión de la isla en nombre de los reyes y ordenó que se levantase acta del hecho.
Un grupo de indígenas, hombres todos, menos una mujer muy joven, desnudos todos ellos, presenciaban Juana atónitos el hecho. Creyendo que estaban en las Indias, los españoles los llamaron indios, nombre que, como no nos es ajeno, ha perdurado mucho tiempo.
La isla fue bautizada con el nombre de San Salvador, en honor de Jesucristo. Su nombre indígena era el de Guanahaní y se ha identificado con la que ahora se llama Watling, una de las del grupo de las Bahamas.
Durante tres meses los españoles exploraron las islas cercanas, a las que pusieron los nombres de Santa María de la Concepción, Fernandina, Isabela y Juana (Cuba, a la que los indígenas llamaban Colba). Al llegar a esta última, creyendo que estaban en tierra firme, Colón envió a Rodrigo de Jerez y al intérprete Luis de Torres, guiados por dos indios, en busca del gran Khan. A los seis días volvieron, pero no habían hallado ni sombra del famoso personaje.
Encontraron, no obstante, muchos poblados y gente. Vieron también hombres y mujeres que fumaban tabaco. Ellos mismos probaron a fumarlo, pero no les gustó la experiencia y no se aficionaron.
El 5 de diciembre llegaron a Haití, a la que Colón llamó La Española, en honor del pueblo que le había ayudado a realizar su empresa. En La Española encontraron reyezuelos, a quienes los indígenas llamaban en su lengua caciques. El más importante y famoso era Guanacagari, que se entrevistó repetidas veces con el almirante y le regaló un hermoso cinturón adornado con labores de oro.
El 25 de diciembre, por una imprudencia del timonel, que se durmió, la nao Santa María encalló. Con sus materiales construyó Colón el Fuerte de Navidad. Allí quedó Diego de Arana con otros 39 hombres y provisiones para todo un año. Los demás emprendieron en regreso a España, explorando a su paso la costa de La Española, donde enontraron arenas auríferas.
Para este tiempo habían surgido desavenencias entre Colón y los Pinzones. En el viaje de regreso, una tempestad separó, además, las carabelas. La Niña, en la que iba Colón, tocó en las Azores y desde allí se dirigió a Lisboa. El rey de Portugal atendió amablemente a Cristóbal Colón y se entrevistó con él varias veces. El 15 de marzo de 1493, finalmente, La Niña entraba en el puerto de Palos.
La Pinta llegó directamente a Bayona de Galicia. Martín Alonso Pinzón escribió a los reyes y zarpó en seguida hacia Palos, donde murió a consecuencia de una infección sifilítica que había contraído en La Española. Poco después le llegaba la respuesta de la reina.
A Colón le enviaron los reyes otra carta, invitándole a acudir a Barcelona, donde se hallaban. Así lo hizo el almirante, que e presentó ante los monarcas llevando consigo seis muchachos indios y diversos objetos procedentes de los países descubiertos: pepitas de oro, piezas labradas, etc... Los frutos exóticos que traían se habían podrido durante la travesía, menos alguna piña tropical que los reyes tuvieron ocasión de degustar.
En aquellos días, el gran cardenal de España ofreció una comida a Colón. Se cuenta que a los postres tuvo lugar la anécdota popularmente conocida como el "huevo de Colón". Es falso. Se trata de un cuento italiano en cuya versión original el protagonista era Brunelleschi, el arquitecto que construyó la cúpula de la catedral de Florencia.
La noticia se difundió inmediatamente por Europa. El mismo Colón se encargó de escribir a los reyes, comunicándoles el hecho. Algunos amigos del almirante, como Luis de Santángel y Gabriel Sánchez hicieron imprimir las cartas que Colón les enviara. La de Sánchez se tradujo al latín, al alemán y al francés. Un florentino la versificó en italiano.
Los indios que trajo Colón fueron bautizados, apadrinados pro los reyes y el príncipe. Según deseo de Isabel, debían volver a sus tierras, pero sólo sobrevivió uno, llamado Diego, que prestó valiosos servicios a Colón en su segundo viaje.
Rodrigo de Triana exigió lo que se había prometido al primero que viese tierra; pero como Colón había visto luz en la noche de la víspera, a él se concedieron los 10.000 maravedís de pensión. Él, a su vez, los cedió en favor de Beatriz Enríquez de Arana. Cuenta la leyenda que Rodrigo, despechado, se fue a África y se hizo musulmán.

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