25 abr 2014

ECONOMIA Y SOCIEDAD EN LA HISPANIA ROMANA V: LAS MINAS

La riqueza minera de los yacimientos peninsulares se potenció gracias a los sistemas de trabajo y explotación introducidos por los romanos, a la coordinación que establecieron entre los centros productores, los manufactureros y los exporadores. Aparte de la plata y el plomo de Cartagena y Sierra Morena y del cobre de Riotinto, Roma explotó a fondo el cinabrio de Sisapón (Almadén) y el otro del noroeste, donde había minas de tan alto rendimiento que muchos autores explican la presencia de la Legio Séptima Gémina en aquella zona para asegurar la producción (y quizás no estén desencaminados). El Estado monopolizó la explotación de las minas que había en los territorios conquistados, si bien más tarde las benefició mediante arrendamientos (su perdición) a particulares. Entre las que posteriormente se descubrieron, unas fueron explotadas directamente por el Estado y otras por los particulares. Al frente de cada distrito minero había un procurador de minas, que dirigía la explotación investido de una jurisdicción especial que conocemos bastante bien por haber llegado hasta nosotros el estatuto por el que se dirigía el distrito minero de Vipasca. Cualquiera podía explotar un pozo minero, pero debía entregar al fisco la mitad del metal extraído. Igualmente se cobraban derechos de fundición.
El trabajo en las minas lo realizaban en su mayor parte los esclavos y los condenados, si bien no faltaban mineros de condición libre. Es posible (más que probable) que los niños - como en la actualidad en algunos países de latinoamérica - fuesen empleados en este duro trabajo, como se deduce de la lápida sepulcral hallada en Baños de la Encina (Jaén), en la que aparece un niño de cuatro años, Quinto Ártulo, con una lámpara en una mano y un pico en la otra, muerto, más que probablemente, en un accidente de trabajo.
Capítulo importante en el comercio hispánico lo constituyen las salazones y salsas de pescado, productos fabricados en Hispania desde tiempos de los fenicios. Las mencionadas salsas se obtenían del atún y de la caballa y eran muy estimadas entre los romanos. Había tres tipos principales de salsa: la muria, que se conseguía haciendo fermentar las vísceras del atún; el garum, hecho con pescados pequeños, sal y vísceras de pescados grandes... pero los mejores eran los de Cartagena y los de la región del Estrecho de Gibraltar, llamados garum negro por su oscuro color. Un cuarto tipo era el alex. Dentro del tipo garum se distinguían varias calidades, "flor de garum", "flor de flor de garum", "flor pura de garum" y no faltaban los eslóganes publicitarios como aquel conocido como "Garum, flor de la caballa, excelente, añej0".
Las industrias derivadas de la pesca de caballa (scomber) dieron su nombre a Scombrariai, la actual región de Escombreras, próxima a Cartagena. A la producción de miel deben igualmente su nmbre numerosas localidades conocidas con el de Mellaria.
La industria textil, la cerámica, el vidrio, la siderurgia, etc... completarían el elenco de la producción hispánica. Recordemos también, entre los artículos que fueron objeto de un intenso comercio, las frutas y las hortalizas, los caballos y los esclavos.
Los grandes negocios mineros y los de exportación estuvieron frecuentemente en manos de grandes sociedadesanónimas, como la de los "socios Sisaponenses" y los "socios del Monte Argentario", que controlaron, respectivamente, el ciabrio de Almadén y la plata del Alto Valle del Guadalquivir. Los "socios de la Quinquagésima" era una compañía de publicanos y banqueros a quienes el Estado había arrendado la percepción del impuesto que gravaba las exportaciones. Al servicio de estas compañías había numerosos agentesen los lugares de embarque, y consignatarios en los puertos de destino, encargados de difundir y vender los productos hispánicos. Sería interesante averigüar quiénes fueron los grandes capitalistas que se ocultaban detrás de estas sociedades anónimas. Bien pudieron ser los millonarios locales, como los "Quinientos" de Cádiz, o bien millonarios romanos (como Craso, que invirtió grandes capitales en las minas de plata de Cartagena) o sirios (es decir, fenicios, llamados sirios por haber sido englobada Fenicia dentro de la provincia de la Siria), de los que había numerosas colonias en Hispania (como Málaga, por ejemplo).
El principal comprador de los productos exportados de Hispania era la annona imperial, especie de comisaría de abastecimientos existente en Roma, a la que correspondía proporcionar al pueblo romano los artículos necesarios a un precio político, es decir, lo suficientemente baratos como para mantener satisfechas a las clases bajas de la metrópolis.
La balanza de pagos entre las provincias de Hspania y Roma era, al menos teóricamente, favorable a las provincias. En efecto, el volumen de importaciones era muy superior al del dinero que salía de Hispania por todos los conceptos. Así, las cantidades pagadas por los artículos importados se fue reduciendo conforme se desarrollaron las industrias y el comercio locales, hasta reducirse a unos cuantos artículos de lujo. La principal partida de salidas la constituían los impuestos recaudados en las provincias hispánicas por la cada vez más descentralizada hacienda imperial. Estos impuestos eran variadísimos y hablaremos de ellos en la siguiente entrada.

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1 comentario:

Blanca Miosi dijo...

Me asombra tal cantidad de datos, desde cómo explotaban las minas hasta los nombres de los plasto de la Hispania, preferidos por los romanos, que no sé si hasta ahora se coman. Y los impuestos... siempre los impuestos... y en esa época difícil evadirlos, supongo. Y eso qui no contaban con la tecnología de ahora.