La situación en la Hispania Ulterior era desesperada. Los ricos régulos turdetanos habían reclutado mercenarios entre los pueblos no ibéricos colindantes, mucho más aguerridos que los turdetanos mismos. Catón acudió a la Ulterior atravesando el territorio de los celtíberos, don permiso de los dueños de la región, a los que se ganó comprándoles trigo en abundancia. Una vez en Turdetania no se atrevió a presentar batalla a los insurrectos, pero trató de ganarse a los mercenarios ofreciéndoles sueldos mejores. Pero no los aceptaron. Entonces Catón, sabiendo que los tales mercenarios habían dejado sus bagajes y objetos de valor en Segontia (Sigüenza), decidió llevar a cabo una incursión punitiva contra esta ciudad, dispuesto a apoderarse de cuanto allí tenían depositado. Pero Segontia resisitó.
El invierno del 195 lo pasó Catón en las cercanías de Numancia, ciudad que aparece así por primera vez en la historia. Al año siguiente se dirigió contra Jaca, de la que se apoderó gracias a un ardid que ilustra claramente las relaciones que había entre las distintas tribus indígenas. Catón envió por delante a los suessetanos, que se habían aliado con él. Las gentes de Jaca, que solían ir periódicamente a robar en las tierras de los suessetanos y sabían que no eran precisamente temibles, salieron de la ciudad dispuestas a darles un escarmiento. Pero Catón aprovechó la ocasión y entró en la ciudad.
Su labor como organizador y administrador fue mucho más brillante. A él se le debió la puesta en explotación de las minas de plata de Cartago Nova, en cuya extracción empleó mano de obra esclava. Así, cuando regresó a Roma en el 194, pudo ofrecer al tesoro la mayor cantidad de riquezas que ningún otro gobernador había depositado jamás. Se informó al Senado de que la provincia Uterior estaba pacificada (lo cual no era verdad) y de que la Citerior también estaba tranquila. De este modo, con una hábil dosificación de hechos y palabras (pero sobre todo con monedas), se ganó no sólo los honores de triunfo, sino también los de tres días de suplicaciones, esto es, de fiestas en acción de gracias a los dioses por los éxitos alcanzados.
(CONTINUARÁ)
El invierno del 195 lo pasó Catón en las cercanías de Numancia, ciudad que aparece así por primera vez en la historia. Al año siguiente se dirigió contra Jaca, de la que se apoderó gracias a un ardid que ilustra claramente las relaciones que había entre las distintas tribus indígenas. Catón envió por delante a los suessetanos, que se habían aliado con él. Las gentes de Jaca, que solían ir periódicamente a robar en las tierras de los suessetanos y sabían que no eran precisamente temibles, salieron de la ciudad dispuestas a darles un escarmiento. Pero Catón aprovechó la ocasión y entró en la ciudad.
Su labor como organizador y administrador fue mucho más brillante. A él se le debió la puesta en explotación de las minas de plata de Cartago Nova, en cuya extracción empleó mano de obra esclava. Así, cuando regresó a Roma en el 194, pudo ofrecer al tesoro la mayor cantidad de riquezas que ningún otro gobernador había depositado jamás. Se informó al Senado de que la provincia Uterior estaba pacificada (lo cual no era verdad) y de que la Citerior también estaba tranquila. De este modo, con una hábil dosificación de hechos y palabras (pero sobre todo con monedas), se ganó no sólo los honores de triunfo, sino también los de tres días de suplicaciones, esto es, de fiestas en acción de gracias a los dioses por los éxitos alcanzados.
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