Hacia el siglo VIII a. de C. nuevas gentes llegan a Italia. Unos procedían de Grecia: eran los primeros emigrantes salidos del Egeo en aquel gran movimiento migratorio del que ya hemos hablado en entradas anteriores. Las tierras que limitaban por el sur con las ocupadas por los protolatinos vieron surgir nuevas ciudades pobladas por griegos cultos e industriosos que cultivaron los campos y pusieron en marcha florecientes industrias.
Casi al mismo tiempo, las tierras que limitaban por el norte con los protolatinos comenzaron a ser ocupadas por otro misterioso pueblo, el etrusco, cuyo discutidísimo orígen no seré yo quien lo dilucide en este blog, al menos por ahora. Entre griegos y etruscos, los protolatinos ocupaban un territorio que adquiría una importancia estratégica cada vez mayor. La pobre región de colinas cercanas a la isla del Tíber se convirtió de repente en una vital encrucijada de caminos. Por los vados que allí tenía el río llegaban mercancías procedentes de diversos puertos del mar Tirreno, que continuaban, a partir de aquel lugar, río arriba o por las rutas terrestres que allí confluían.
La sal que se obtenía de las salinas de la costa latina buscaba por aquel mismo lugar la ruta que llevaba hacia el norte de Italia: era el camino que después se conocería como "vía Salaria". Inmediatamente los pueblos circunvecinos comprendieron que allí había magníficas perspectivas económicas. el que lograra controlar el paso del Tíber sería dueño de los peajes que se pudieran exigir a los usuarios del mismo. Las ciudades latinas de los montes Albanos, que para entonces parece que habían formado una confederación presidida por la ciudad de Alba Longa, enviaron en seguida grupos de gente para que ocuparan posiciones en el lugar. En una de las colinas, dedicada a la diosa Palas, protectora de los rebaños, existía desde hacía mucho tiempo una aldea que tuvo que ser fortificada. Es la misma colina que desde entonces se conocería con el nombre de Palatino, en honor a la diosa del lugar.
Casi al mismo tiempo, los protosabinos hicieron otro tanto en otra de las colinas, el Esquilino. Ambas poblaciones, la latina y la sabina, vivieron largo tiempo en vecindad hasta que, a mediados del siglo VIII (en el 754 según la tradición), la comunidad palatina se independizó de su metrópoli, la ciudad de Alba Longa, y poco después se fusionó a la población del Esquilino para formar una sola comunidad (el rapto de las Sabinas... ¿os suena?) a la que dieron por nombre... ¡Roma!
Casi al mismo tiempo, las tierras que limitaban por el norte con los protolatinos comenzaron a ser ocupadas por otro misterioso pueblo, el etrusco, cuyo discutidísimo orígen no seré yo quien lo dilucide en este blog, al menos por ahora. Entre griegos y etruscos, los protolatinos ocupaban un territorio que adquiría una importancia estratégica cada vez mayor. La pobre región de colinas cercanas a la isla del Tíber se convirtió de repente en una vital encrucijada de caminos. Por los vados que allí tenía el río llegaban mercancías procedentes de diversos puertos del mar Tirreno, que continuaban, a partir de aquel lugar, río arriba o por las rutas terrestres que allí confluían.
La sal que se obtenía de las salinas de la costa latina buscaba por aquel mismo lugar la ruta que llevaba hacia el norte de Italia: era el camino que después se conocería como "vía Salaria". Inmediatamente los pueblos circunvecinos comprendieron que allí había magníficas perspectivas económicas. el que lograra controlar el paso del Tíber sería dueño de los peajes que se pudieran exigir a los usuarios del mismo. Las ciudades latinas de los montes Albanos, que para entonces parece que habían formado una confederación presidida por la ciudad de Alba Longa, enviaron en seguida grupos de gente para que ocuparan posiciones en el lugar. En una de las colinas, dedicada a la diosa Palas, protectora de los rebaños, existía desde hacía mucho tiempo una aldea que tuvo que ser fortificada. Es la misma colina que desde entonces se conocería con el nombre de Palatino, en honor a la diosa del lugar.
Casi al mismo tiempo, los protosabinos hicieron otro tanto en otra de las colinas, el Esquilino. Ambas poblaciones, la latina y la sabina, vivieron largo tiempo en vecindad hasta que, a mediados del siglo VIII (en el 754 según la tradición), la comunidad palatina se independizó de su metrópoli, la ciudad de Alba Longa, y poco después se fusionó a la población del Esquilino para formar una sola comunidad (el rapto de las Sabinas... ¿os suena?) a la que dieron por nombre... ¡Roma!
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