La sociedad galaico-cantábrica se nos presenta en trance de sufrir una honda transformación que no se culminaría hasta la Edad Media, momento en el que se "latinizó" totalmente el territorio. Los primitivos habitantes pasaron de las formas económicas propias del mesolítico a una agricultura y ganadería rudimentarias, caracterizada la primera por el cultivo de la cebada -de la que obtenían principalmente cerveza - y del lino, que aprovechaban para vestirse. La base de su alimentación la constituía la harina de bellotas, punto del que, además de las pruebas arqueológicas, poseemos el testimonio literario de Estrabón: "En la tres cuartas partes del año los montañeses no se nutren sino de bellotas que, secas y trituradas, se muelen para hacer pan, que puede guardarse mucho tiempo". El grano y los demás alimentos se guardaban ya en hórreos, como los que describió Varrón, aunque sin especificar la región donde él los encontró: "Otros construyen en sus campos unos graneros suspendidos sobre el suelo... Estos graneros se ventilan no sólo por el aire que penetra por los lados, a través de las ventanas, sino también por el que corre por debajo del piso de los mismos". Su utilidad era evidente en una región tan húmeda en la que, además, eran endémicas las plagas de roedores, cosa que los romanos conocieron bien cuando llegaron a Cantabria al mando de Tiberio (Augusto durante las Guerras Cántabras estuvo la mayor parte del tiempo en un balneario de los Pirineos). De hecho hay constancia de que se ofrecían primas a los que capturasen ratas (por miedo a las enfermedades epidémicas que transmitían).
Sobre estas bases económicas se había organizado la sociedad según las formas típicas de los pueblos de agricultura incipiente,las propias de un régimen matriarcal, una "ginecocracia", como la describiría Estrabón. Pero no se trataba de un matriarcado puro, puesto que se observan en él algunos síntomas de evolución hacia un sistema en el que el hombre pasaría a desempeñar cierto papel dirigente. Así pues, dentro de las costumbres matriarcales, nos parecen más características la de transmitir la herencia por línea femenina, la de la participación de las mujeres en la guerra, combatiendo junto con sus compañeros e incluso dirigiéndolos, así como su dedicación al cultivo de los campos.
Un dato que podría confirmar la existencia de sociedades matriarcales, más allá de Estrabón y sus descripciones, y de que éstas eran más amplias que los propios núcleos familiares, residiría en el hecho de la propia distribución de las viviendas en cada poblado. Es muy frecuente que las casas aparezcan unidas por una tapia o recinto común que las separa de otros núcleos contiguos. Entre los elementos que, siendo todavía de gusto matriarcal, nos parecen menos puros por cuanto que son indicativos de una creciente importancia del vrón y del reconocimiento de su paternidad, son los siguientes: las mujeres deben arreglar el matrimonio de sus hermanos y deben, además, proporcionarles una dote. Y finalmente, la curiosa práctica conocida con el nombre de "la covada", de la que Estrabón informa diciendo que "apenas dan a luz estas mujeres, ceden el lecho a sus maridos y los cuidan".
Seguramente la dedicación masculina a la caza y la pesca explicaría la importancia adquirida por la mujer en el gobierno de estas comunidades. Dicho de otro modo: el desequilibrio existente entre los escasos recursos alimenticios y la gran densidad de población conllevarían a una sociedad de índole matriarcal.
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Sobre estas bases económicas se había organizado la sociedad según las formas típicas de los pueblos de agricultura incipiente,las propias de un régimen matriarcal, una "ginecocracia", como la describiría Estrabón. Pero no se trataba de un matriarcado puro, puesto que se observan en él algunos síntomas de evolución hacia un sistema en el que el hombre pasaría a desempeñar cierto papel dirigente. Así pues, dentro de las costumbres matriarcales, nos parecen más características la de transmitir la herencia por línea femenina, la de la participación de las mujeres en la guerra, combatiendo junto con sus compañeros e incluso dirigiéndolos, así como su dedicación al cultivo de los campos.
Un dato que podría confirmar la existencia de sociedades matriarcales, más allá de Estrabón y sus descripciones, y de que éstas eran más amplias que los propios núcleos familiares, residiría en el hecho de la propia distribución de las viviendas en cada poblado. Es muy frecuente que las casas aparezcan unidas por una tapia o recinto común que las separa de otros núcleos contiguos. Entre los elementos que, siendo todavía de gusto matriarcal, nos parecen menos puros por cuanto que son indicativos de una creciente importancia del vrón y del reconocimiento de su paternidad, son los siguientes: las mujeres deben arreglar el matrimonio de sus hermanos y deben, además, proporcionarles una dote. Y finalmente, la curiosa práctica conocida con el nombre de "la covada", de la que Estrabón informa diciendo que "apenas dan a luz estas mujeres, ceden el lecho a sus maridos y los cuidan".
Seguramente la dedicación masculina a la caza y la pesca explicaría la importancia adquirida por la mujer en el gobierno de estas comunidades. Dicho de otro modo: el desequilibrio existente entre los escasos recursos alimenticios y la gran densidad de población conllevarían a una sociedad de índole matriarcal.
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