Hacia el 800 a. de C., tras una etapa indeterminada de exploraciones previas, los emigrantes griegos comienzan a instalarse en Sicilia y el sur de Italia. Entablan relaciones con los etruscos y se lanzan a la conquista de nuevos mercados entre los pueblos "bárbaros" ribereños. A veces las industrias de las metrópolis eran suficientes para abastecer a los nuevos mercados. Así ocurre con la industria cerámica, con la que las colonias tardarán en competir con éxito. Sin embargo no ocurre lo mismo con el comercio de metales, que acaba de liberalizarse en cuanto se rompe el monopolio que ostentaban los fenicios.
Pero los fenicios sabían guardar muy bien sus secretos y habían hecho circular todo tipo de rumores terroríficos para desanimar a los nuevos aventureros. Así, ls primeras referencias sobre los viajes de los griegos hacia el Extremo Occidente se nos representan envueltas en ropajes de oscuros mitos y pintorescas leyendas.
Curiosamente en el 776, año de la primera olimpiada, los colonos griegos llegaron a Baleares y fundaron la colonia de Rhode, localizada en el golfo de Rosas (Gerona). Sin embargo, el descubrimiento oficial de la Península no tuvo lugar hasta una fecha que se calcula en torno al 630 a. de C. y fue obra de un navegante de Samos llamado Kolaios. Al parecer, la ocasión la proporcionó la guerra comercial que enfrentaba por entonces Samos y Corinto. Los metales fenicios eran absorbidos completamente por los señores asirios, el estaño escaseaba y pronto faltó también el cobre de Chipre. Las pujantes industrias metalúrgicas de las colonias robaban a Samos los pocos clientes que tenía en las tierras de Occidente. Y Corinto, que controlaba directamente algunas de sus colonias, se engrandecía, al paso que Samos se arruinaba. En estas circunstancias se situa el viaje de Kolaios, como un intento de entrar en relación directa con los productores de los metales que necesitaban, de abrir nuevos mercados y de reconquistar los perdidos. Pero dejemos la palabra a Herodoto para que él mismo nos cuente el memorable episodio:
"Una nave samnia, cuyo capitán era Kolaios, fletada para Egipto, fue llevada por los temporales a la misma Platea. Los samnios que en ella venían, le proveyeron de víveres por un año y, levando anclas, deseosos de llegar a Egipto, partieron de la isla, por más que soplaba un viento subsolano, el cual, como no quisiera amainar, les obligó a pasar más allá de las columnas de Hércules y llegar, por su buena suerte, a Tartessos. Era entonces Tartessos para los griegos un imperio virgen y reciente que acababan de descubrir. Allí negociaron tan bien con sus géneros, que ninguno les igualó jamás en ganancias de aquel viaje. Los samnios, descontando el beneficio, que subió a seis talentos, hicieron con él un caldero de bronce, a manera de pila argólica (...) y fue erigido el templo de Hera".
Pero los fenicios sabían guardar muy bien sus secretos y habían hecho circular todo tipo de rumores terroríficos para desanimar a los nuevos aventureros. Así, ls primeras referencias sobre los viajes de los griegos hacia el Extremo Occidente se nos representan envueltas en ropajes de oscuros mitos y pintorescas leyendas.
Curiosamente en el 776, año de la primera olimpiada, los colonos griegos llegaron a Baleares y fundaron la colonia de Rhode, localizada en el golfo de Rosas (Gerona). Sin embargo, el descubrimiento oficial de la Península no tuvo lugar hasta una fecha que se calcula en torno al 630 a. de C. y fue obra de un navegante de Samos llamado Kolaios. Al parecer, la ocasión la proporcionó la guerra comercial que enfrentaba por entonces Samos y Corinto. Los metales fenicios eran absorbidos completamente por los señores asirios, el estaño escaseaba y pronto faltó también el cobre de Chipre. Las pujantes industrias metalúrgicas de las colonias robaban a Samos los pocos clientes que tenía en las tierras de Occidente. Y Corinto, que controlaba directamente algunas de sus colonias, se engrandecía, al paso que Samos se arruinaba. En estas circunstancias se situa el viaje de Kolaios, como un intento de entrar en relación directa con los productores de los metales que necesitaban, de abrir nuevos mercados y de reconquistar los perdidos. Pero dejemos la palabra a Herodoto para que él mismo nos cuente el memorable episodio:
"Una nave samnia, cuyo capitán era Kolaios, fletada para Egipto, fue llevada por los temporales a la misma Platea. Los samnios que en ella venían, le proveyeron de víveres por un año y, levando anclas, deseosos de llegar a Egipto, partieron de la isla, por más que soplaba un viento subsolano, el cual, como no quisiera amainar, les obligó a pasar más allá de las columnas de Hércules y llegar, por su buena suerte, a Tartessos. Era entonces Tartessos para los griegos un imperio virgen y reciente que acababan de descubrir. Allí negociaron tan bien con sus géneros, que ninguno les igualó jamás en ganancias de aquel viaje. Los samnios, descontando el beneficio, que subió a seis talentos, hicieron con él un caldero de bronce, a manera de pila argólica (...) y fue erigido el templo de Hera".
No hay comentarios:
Publicar un comentario